Su nombre es Lisa West

Capítulo 4

Vamos corriendo, saco mi cabeza por la ventanilla, mi cabello se mueve, la brisa lo tacaricia mientras sonrió. La calidez del sol toca mis brazos, mientras la brisa refresca mi cara. Él pisa el acelerador y puedo ver el rastro de hojas volando que deja al pasar. Doblamos y puedo ver una escuela. ≪Escuela Andrew A. Robinson≫ puedo leer en un letrero que había en el frente.

— ¿A dónde vamos? —Me giro en dirección hacia él.

—Conoceremos el pueblo.

Sonrió y dirijo la mirada hacia mi ventana.

≪Hay muchos locales por aquí≫ pienso.
 

—Recuerdo que llegamos a un supermercado porque no habíamos comido nada además de los huevos del desayuno y nos detuvimos allí para hacer la compra y comer algo —digo mientras veo mis manos.

—Ese día hicieron la compra de la casa...

—Sí, había algo en la nevera, pero no era suficiente, así que aprovechamos que estábamos en el supermercado e hicimos la compra allí.

—Perfecto, para nosotros es difícil creer lo que viviste, como todo puede estar bien y transformarse de la noche a la mañana sin siquiera darte la oportunidad de que entiendas de qué se trataba, eso lo entendemos, pero ¿en ningún momento viste señales de que se comportaba distinto ni nada?

—Hasta ese punto no, pues como decía, antes todo era perfecto, sí, habíamos acabado de llegar al pueblo y eso...

— ¿Nunca pensaste que alguien le estaría metiendo ideas? —Insiste ella.

—No, no, para nada, su comportamiento siempre fue el mismo.

— ¿Y cuándo salieron del supermercado que sucedió? ¿Siguieron con el viaje o se fueron a casa?
 

Salgo con la factura en la mano, reviso cada uno de los productos que habíamos comprado para asegurarme de que todo estuviera correcto. Lucas empuja el carrito donde iban las compras detrás de mí.

— ¿Vamos a casa ya? —Preguntó dándome vuelta hacia él.

—Si quieres nos vamos o mejor vamos al parque —dice entrando las compras en la camioneta.

—Lo pienso antes de contestar—. Vamos al parque, no hay internet en casa y no me quiero encerrar en mi habitación.

—Perfecto —dice cerrando la puerta.

Me subo a la camioneta, mientras él se apresura en dejar el carrito de compras donde corresponde.

Veo como él se acerca.

— ¿Estamos listos? —Pregunta a la vez que se sube a la camioneta.

—Sí —afirmo poniéndome el cinturón.

Arrancamos, pongo la radio a todo volumen y empecé a tararear la canción que sonaba en ese momento. Él la baja.

—Eres pésima, ni siquiera te la sabes —se burla él.

—Ahh... ¿Sí? No me digas que tú si te la sabes —lo miro.

— ¿Cuánto me das si la canto bien? —Me reta.

—Nada, con solo decirme eso indirectamente me estás diciendo que te la sabes—. Lo miro.

— ¿Estás segura que no lo vas a apostar? —Pregunta con seguridad.

—Sí, muy segura —afirmo.

—Está bien, no me la sabía de todos modos —se ríe.

— ¿Qué? —Le golpeo el hombro—. Eres un tonto, ¿Cómo me haces eso a mí?

—Chica, me creíste muy rápido. El truco de decir mentiras es no titubear cuando lo haces y estar muy seguro de lo que dices, o por lo menos mostrarte seguro, así los demás te creerán.

Llegamos al parque, saqué unas papitas que habíamos compramos en el supermercado y unas latas de refrescos. Dejamos la camioneta parqueada y salimos a caminar mientras comíamos.

—Entonces Lisa, ¿Cómo van las cosas con aquel sujeto? —Pregunta Lucas mientras devora una papita.

—Bien —me dedico a no decir mucho.

— ¿Bien, solo bien? —Insiste él.

—Sí, terminamos una noche antes de que me mudara, él me llamó y dijo que necesitaba tiempo —digo destapando mi lata—. Me agarras ahí —le paso la bolsa de papitas.

— ¿Y tú cómo estás? —Pregunta.

—Yo estoy bien, sabes no tengo quince años para ponerme a llorar porque una relación no funcionó, además así es mejor, él aparecía cuando quería, hacia lo que quería y todo era para cuando él lo quisiera, ¿sabes? —me detengo—. Yo, estoy mejor si él.

—Me detengo y la miro—. Él no te merecía.

Lo miro, sus ojos claros estaban posados sobre los míos y en ese momento me resulto irresistible. Me acerco a él despacio y quedo muy cerca de su rostro, miro sus ojos y él me mira a mí a la vez. É mete su mano por debajo de mi pelo hasta llegar a mi cuello, yo alzo la cabeza y él besa mi frente.

—Todo estará bien —dice.

—Tengo miedo —retiro su mano.

— ¿De qué? —me pasa mis papitas.

—De que realmente vivir solo no sea lo que yo espero —las tomo y me llevo una a la boca.




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