Su nombre es Lisa West

Capítulo 51

Los dos estábamos convencidos de que algo así podría ser desastroso, más para este caso tan confuso. Que terrible tragedia sin reparo, donde la pobre chica quedaría sin justicia si no había nadie quien culpar o un acto que justificar. Tristemente estas investigaciones arrojaban que las posibilidades eran escasas cuando las pruebas están fuera de la posesión de las personas necesarias que podían ayudar a que este caso terminara de la mejor manera posible.

El detective Jean era del departamento de narcóticos. Era muy bueno en su oficio, trataba de dar el ciento por ciento de si porque realmente le apasionaba su trabajo, aunque cuando no tenía un caso en el cual trabajar se la pasaba gastándole bromas a sus compañeros e invitándolos a ir a bares a beber un poco de cerveza. ¿Qué raro no? esto es una contradicción, por lo menos para mí. Las personas que se dedican a detener a otros individuos por consumir licor eran los primeros en llenar las butacas de los bares.

Ironía de la vida.  El detective Miller se encontraba agotado, estaba cansado, pero no quería detenerse. Sabía que hasta que no llegara al fondo de esto no iba a poder descansar o conciliar el sueño. Ya esto había sobrepasado lo laboral, pasó de ser solo un caso a algo personal porque quería lograrlo. Cada caso era un reto nuevo al que él se enfrentaba y esto con el tiempo lo alimentaba a él, ayudándolo a ser mejor en su trabajo. Las experiencias que había obtenido de casos anteriores, errores cometidos y todas esas cosas lo ayudaban a no cometerlos en el próximo caso.

Su motivación eran aquellas veces cuando el jurado daba su veredicto y el culpable o el autor de los crímenes eran acusados y detenidos. Las cadenas perpetuas eran sus favoritas, creí que no había manera en la tierra de cómo pagar el asesinato de un individuo. No había castigo, no había sentencia, no había nada que lo hiciera pagar como se merecía aquel terrible hecho que desgraciadamente en un país tan grande fuesen más comunes de lo que se cree.

Ellos aún permanecían sentados allí, viéndose las caras uno frente al otro como dos completos lunáticos.  Un costado del detective era iluminado por la radiante luz que atravesaba aquella gran ventana de cristal, desnuda, sin un hilo de tela que la cubriera. Miller continua la redacción de su solicitud, pues ahora mismo, tener un compañero era de vida o muerte para él, ya que lo necesitaba.

—Entonces amigo —añade Jean inclinándose para acomodarse en su asiento—. ¿Iras con nosotros a tomarnos una cerveza?

—Jean, aun no sé, sabes que esto es importante para mí.

—Te tomas tu trabajo demasiado en serio, mírame a mí: me divierto, salgo con mi familia, salgo con mis amigos, tengo tiempo para mis hijos… —continúa enumerando un sinnúmero de cosas—. En cambio, tú, tenías una novia hace dos años y ni siquiera me has mencionado si estas conociendo a alguien en estos momentos.

—Amigo, sabes que eso de las citas no se me da muy bien…

—Sí, sí. Sé que te pones a balbucear como tonto adolescente, pero tienes treinta y cinco años. Yo a tu edad ya tenía a mi primer hijo y mírame ahora, tengo cuarenta y ya vamos por el cuarto. Esto es así, miras unas chicas, lees su perfil con sus acciones, te acercas, dejas que ella hable así vas midiendo su personalidad y su inteligencia dependiendo del tema. Un día le abres la puerta del auto y esperas a su reacción, al día siguiente no lo haces y esperas a que reaccione. Si no dice nada es que le da igual que seas caballeroso o no. Si tarda un rato en salir estaba esperando a que la abrieras. Si sale enojada, déjala.

Miller le presta suma atención.

—Esto es como un juego —tu elijes con que empezar la partida, pero una vez que estés dentro será duro o glorioso el final, dependiendo de cómo hayas jugado. Así se resume todo, no soy experto en chicas, pero eso fue lo que hice con mi esposa…

— ¿Y funcionó? —Pregunta interesado.

—No exactamente, pero tres meses después de conocerla por primera vez se decidió en contactarme y desde ese día hemos estado todo el tiempo que podemos juntos. Ella es la mujer de mi vida. Ella es fantástica, eso quiere decir que no todo el análisis que hice fue en vano porque al final, me quedé con el premio.

Alguien toca la puerta.

—Pase por favor —Grita Miller ya cansado de escucharle la cantaleta a su amigo.

—Señor Jean, lo están buscando, son unos señores: han pasado a su oficina —Añade Diana quien solo asoma su cabeza por la puerta.

—Sí, voy en seguida—. Se pone de pie —piensa en lo que te he dicho —ordena mientras señala a su amigo con aquel dedo acosador.




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