Su nombre es Lisa West

Capítulo 59

Tengo el estómago tronando, me subiré al auto, pero no paro de pensar en que me duele el estómago. No había comido nada durante toda la mañana, ya casi era la hora de almorzar, así que cuando llegara a casa comería algo de lo que había en el refrigerador y luego me prepararía algo para mí y para Jason.

El detective se sube al auto, yo me pego de la ventanilla y no digo nada. Él enciende la radio y pone una música suave, realmente no era mi género favorito, lo mío era lo escandaloso, como el Rock, la electrónica y cosas de esa índole, pero traté de no prestarle atención a la canción y solo me dediqué a mirar por la ventana mientras corríamos. Yo trato de mantenerme en silencio mientras que él mira una y otra vez por el retrovisor. Yo me doy cuenta, pero intento no prestarle atención a ello.

—Oye, lo siento por buscarte así, ¿Sabes?, creímos que estabas en medio de todo esto —dice él detective después de echarle un vistazo a Anderson.

—Descuide, yo sé que este caso ha sido algo confuso y complicado. Yo les sugiero a que esperen unos días, a que Lucas reaccione, sino de todos modos el caso está estancado.

—El problema es que no sabemos qué ocurrió. Ella compró esa pistola, la cual es el mismo modelo con la que se dispararon las balas que la mataron a ella y que hirieron a Lucas. El arma no aparece, la hemos buscado, pero aun no encontramos nada.

— ¿Buscaron donde ella estaba? Digo, han dicho que a ella la asesinaron y que la dejaron en la horilla del rio. No hay huellas, no hay sangre ni forcejeo, nadie la toco, ni siquiera para arrastrarla como parecía que pasaba.

El detective escucha aquellas palabras cuidadosamente, pues, de todos modos, tenía que mantenerse atento.

—Tienes razón —en ese momento se le ocurrió algo.

Él nunca se le había ocurrido buscar en la horilla del rio el arma, pero de seguro la corriente se la habría llevado o arrastrado, pero valía la pena intentarlo.

Él detiene el auto frente a la casa de Anderson donde lo primero que este ve es el auto de su mejor amigo parqueado en el frente de la casa al lado del de él. Yo me bajo de este y cierro la puerta tras un suave golpe.

Él baja la ventanilla.

—Estaremos en contacto amigo —se acomoda sus gafas y sube la ventana del auto.

Yo me pongo derecho y veo como el auto arranca. Este se pierde en el camino. Yo me doy vuelta y camino hasta la entrada de mi casa. Cuando estoy a punto de abrir la puerta siento que alguien me toca el hombro.

Mi piel se herriza, un temblor involuntario estremece mi cuerpo. Me giro con más miedo que vergüenza por mi reacción. Temía que viera a Lisa otra vez y que esto se volviera costumbre.

Él gira sobre sus pasos lentamente, Una ráfaga de viento acaricia la melena de quien estaba atrás de él. Su corazón empieza a latir fuerte, tan fuerte que es increíble al ritmo que iba. Desde ese momento sabe que era Lisa, era seguro que era ella, pero ahora podía sentirla como la vez aquella que estaban bailando en aquella discoteca. Él mira su rostro con la esquina de su ojo. Siente una sensación de alivio al darse cuenta de que solo se trataba de su vecina.

—Hola —dice ella con una voz dulce.

—Hola —digo en un suspiro de alivio.

— ¿Por qué esa cara? —Pregunta ella extrañada.

—No, no, solo creí que eras alguien más —contesto con mi mano en el pecho.

—Uy, ¿Te asusta esa persona y por eso has puesto esa cara? —Pregunta ella mientras sonríe.

—No, no nada de eso —me llevo la mano hasta la frente muy apenado por no saber qué contestarle—. Dígame que desea.

—Solo quería saber si usted podría decirme si tiene algo que ver con lo que le pasó a Lisa —me mira a los ojos.

—No, no, no tengo que ver con eso. Yo-yo no entiendo por qué las personas así lo creen —digo alterado.

—Relájate, yo creo en lo que dices. No veo motivos por el cual lo harías —dice sigilosamente.

—Yo la miro por unos segundos—. ¿Cómo te llamas? —Pregunto con la respiración forzada.

—Yo soy Annie —estrecha su mano.

—Ya me conoces y es un gusto conocerte, Annie.

—Bueno, hablamos luego, me tengo que ir, los niños me esperan en casa y la niñera no puede sola con ello —suelta una carcajada.

—Está bien. Hablamos luego Annie —suelto una sonrisa de oreja a oreja.




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