Su nombre es Lisa West

Capítulo 64

—Nunca te había visto —dice él.

—Es que me mudé a esa casa no hace tanto, él la compró para que viviera con los niños. De eso no me quejo, él ha sido atento y nos da lo que necesitamos y hasta un poco más. Él busca a los niños a la guardería todos los días y se queda un rato con ellos: los lleva al parque o a comer algo cuando los busca. Él es muy buen padre —mira sus pies mientras camina.

—Qué bueno, es importante que tengan una buena relación para que los niños tomen eso como ejemplo. Sabes los niños a esas edades absorben todo, tanto lo que ven como lo que escuchan. Es necesario que sean cuidadosos en cómo se expresan y actúan delante de ellos porque ellos repiten esos patrones de comportamiento.

—Exacto, por eso no discutimos delante de ellos, o no le exijo nada y que ellos puedan verme. Trato de estar calmada, y tener una actitud relajada delante de ellos. No es que sea una persona que se estrese muy fácil, yo soy una persona serena. Soy introvertida pues, trato sobresaltarme lo menos posible delante de ellos cuando me siento incomoda o enojada.

—Lo mejor que pudieron hacer es tener una buena relación de amigos y olvidarse de que no funcionó como pareja. Ustedes tienen eso de ventaja.

Ella asiente con la cabeza.

Los dos llegaron a un pequeño parque que había en el pueblo. Ellos se sientan en una banca.

—Pues sí, las cosas con él son bien. Tenemos casi tres años separados y pues todo está bien.

— ¿Y es difícil con su nueva pareja? —Pregunta él.

—No, para nada, ella es fantástica los niños la adoran. Yo he tenido la suerte de que me ha tocado estar con personas buenas y sanas, doy gracias a Dios por mandarme a esas personas, ¿Te imaginas que haya sido una persona mala? ¿Qué trate mal a los niños o no sé? Eso sería terrible. O que él nos hubiera abandonado o se haya olvidado de los niños.

—Sí, en eso estaba pensando, has tenido suerte, mucha suerte con esas personas.

—Sí, ¿Sabes? No me quejo. Él nos mantiene a mí y a los niños y nos tiene en una casa hermosa. No puedo quejarme.

—Exacto. Pero háblame de ti, de quién eres —él la mira con los ojos brillosos.

—Pues, mi nombre es Annie Lews, tengo treinta años, soy de aquí, Jacksonville, mis padres son John Lews y Dominic Smith. Tengo dos hijos Mark de cuatro años y Madison de tres. Me gusta hacer deportes y mantenerme en forma. Me gusta lo arriesgado, aunque tenga treinta años, estuve casada y actualmente divorciada. Tengo un hermano llamado Danny Lews, él es mayor que yo, tiene treinta y cuatro años y no se ha casado, está comprometido actualmente. Ummm… ¿Qué más te puedo decir?

— ¿A caso te intereso? Perdona que sea directo y apenas te estoy halando, pero quiero saber cómo se supone que sea contigo —dice él interrumpiéndola.

—Ella abre los ojos como platos, esta no esperaba a que él le preguntara algo así—. Pues, no sé, solo quería conocerte, eso es todo. Me pareces atractivo, muy guapo para ser honestos, pero aun no sé quién eres y no quiero que se arruine mi racha de buena suerte —dice a la vez que sonríe.

Ellos se quedan en silencio, Anderson considera que ha respondido bien aquella incomoda pregunta. Él notó que ella se sintió extraña cuando él la hizo, pero no tenía nada que perder, el amor de su vida estaba muerta y él estaba en el parque, sentado en un banco con una mujer que apenas se sabía el nombre. Realmente se escuchó un poco rudo cuando dijo eso.

Ellos miraban hacia el frente sin punto fijo, solo miraban a las personas, un grupo de ansíanos estaban reunidos hablando sobre sus tiempos, alardeando de que en sus tiempos era mejores que estos, pues existía la comunicación, en cambio ahora existe el celular el hablar sin verse las caras. Lo cual le parecía absurdo y un poco tonto, comunicarte con alguien sin ver sus reacciones y sus gestos.

Una pareja caminaban por el lugar agarrados de la mano mientras disfrutaban de un delicioso helado de chocolate. Él le susurra algo al oído: ella ríe.

Un grupo de chicos y sus patinetas se habían apoderado de una esquina del parque. Ellos hacían piruetas, se caían, se paraban, intentaban hacer un truco y volvían a caerse.

Y finalmente estaban ellos, viendo aquellas personas que quizás también los miraban a ellos dos ¿Qué creerían que está pasando con esa pareja sentados en el banco? Se pregunta Anderson mientras los miraba a ellos. Annie solo apreciaba la belleza del lugar.

—Nunca lo había venido a este parque, está muy bonito —rompe el silencio.




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