Su nombre es Lisa West

Capítulo 67

Annie lo mira entristecida.

—Anderson, no te preocupes, yo comprendo por lo que estás pasando, aunque no me ha tocada vivir algo así, pero al ver a Lisa me puedo imaginar todo lo que pasa por tu mente. Puedo escuchar lo que ella te dijo, vi las dos caras: te vi hablar con ella y la vi a ella hablar contigo —ella se sienta junto a él.

—Annie, no sé qué hacer, no quiero terminar loco—. Dice mirándola preocupado.

—No terminaras loco —asegura ella.

— ¿También ves el futuro? —Pregunte esperanzado.

—Ella suelta una carcajada—. No, no, eso no puedo hacer.

Él la mira y sonríe. Annie toma su mano y la aprieta.

 

El detective no puede contener la felicidad, toda aquella alegría no podía ser comprimida, tenía que explotar. Él llega al hospital donde estaba Lucas. Él se baja del auto, se pone sus lentes para sol. Mientras la puerta de su auto permanecía abierta él se gira hacia el edificio, empieza a verlo apreciando cada segundo que se había tomado para verlo. 

Él toma la grabadora del tablero y cierra la puerta del auto y se dirige al edificio. Su frente despoblada de hebras de cabello brillaba ese día. Su traje que antes estaba humedecido por el sudor ahora se encontraba totalmente seco. Una placa del lado derecho del pecho mostraba el poder que llevaba este hombre.

Él se acerca a la enfermera que estaba allí, del otro lado del mostrador.

—Buenas tardes señoritas —dice él con tono de autoridad.

—Ella mira la placa—. ¿Qué desea señor?

—Yo soy el detective Miller, ¿Usted ha sido quien me ha llamado para informarme de que el señor Lucas ha despertado de coma?

—Ahh… Usted es Miller. Sí, él despertó a las cuatro y treinta y ocho —dice mirando una tablilla.

—Perfecto, ¿Cuan es su estado? —Pregunta él.

—Él se encuentra bien un poco confundido, pero está consciente de en las condiciones que se encuentra. Además de que parece que recuerda lo que ha pasado.

—Excelente—. Da una pequeña palmadita en la mesa.

Él camina hasta la habitación.

Él va por el camino, no puede creer que está a ley de unos segundos para saber qué fue lo que pasó aquella tarde, aquel día que le estaba comiendo las neuronas al señor Miller. 

Él llega a la habitación. Miller está frente a la puerta, trata de relajarse y contener la felicidad. Él gira la perilla y abre la puerta.          Este abre la puerta y desde el pasillo ve al gentío que estaba en aquella habitación. La algarabía y las sonrisas estaban esparcidas por cada rincón de aquella habitación. En ese momento no se sintió tan cohibido de poder expresar su alegría de saber que había despertado.

Él toca la puerta para que ellos supieran que él estaba allí. Los que estaban a la vista del pasillo se giran y lo miran.

Él ingresa a la habitación.

—Buenas tardes —sostiene una sonrisa.

Ellos responden con el mismo saludo.

—Hola Lucas —dice él feliz—. ¿Te acuerdas de mí? —Pregunta él parándose frente a la camilla.

—Usted esquíen me salvó —responde con la voz débil.

Él suelta una carcajada.

Todos los que estaban allí lo mira con una sonrisa.

— ¿Crees que puedes testiguar ahora? —Pregunta él.

—Sí, sí creo que sí, aunque tengo algunos recuerdos confusos, veo algunas cosas borrosas.

—Está bien, solo quiero que digas todo lo que te acuerdes, aunque no tenga sentido para ti.

—Está bien —contesta él calmado.

Sus familiares consideran que es mejor que lo dejen a solas para no interrumpir el proceso. Ellos empiezan a salir uno detrás de otro hasta que la habitación solo están dos cuerpos: el detective y Lucas.

—Muy bien señor Lucas Fisher —él saca su grabadora de los bolsillos—. Hoy estamos a ocho de Julio del año 2016 —dice a la vez que presiona el botón de la grabadora—. Son las seis cuarenta y cinco de la tarde —consulta su reloj.

Lucas se acomoda en la cama.

—Dígame señor Lucas, ¿Qué pasó ese día? —pone la grabadora en la mesa junto a la cama.




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