Su prometida por accidente

Cena de Alto Riesgo

POV Valentina

La mitad de mi armario estaba en el suelo. Vestidos que alguna vez me parecieron elegantes y que ahora parecían sacados de una tienda de segunda mano comparados con lo que seguramente usaban en esas cenas de la familia Anderson.

Me dejé caer sobre la cama, agotada y con un nudo en el estómago.
—Perfecto, Valentina… aceptas fingir que eres la prometida del hombre más arrogante de California y ni siquiera tienes algo decente que ponerte —murmuré, cubriéndome el rostro con las manos.

El timbre sonó. Me levanté de un salto, pensando que sería el mecánico del taller con malas noticias sobre el Aston Martin, pero en la puerta había un mensajero con una enorme caja negra, atada con un lazo dorado.

—¿Valentina Hayes? —preguntó, ofreciéndome una tableta para firmar.

—Sí… ¿qué es esto?

—Entrega especial. Instrucciones de llevarlo de inmediato. —Ni siquiera esperó a que firmara antes de irse.

Dentro de la caja, cuidadosamente envueltos en papel de seda, encontré un vestido de seda azul noche, con un corte que gritaba “carísimo”, unos zapatos de tacón plateados que brillaban con cristales diminutos y un juego de pendientes y brazalete que parecían de catálogo de alta joyería.

Junto a todo, un sobre pequeño con una tarjeta:

*“No me hagas quedar mal esta noche.

  • S”*

Mi primer impulso fue lanzar la tarjeta por la ventana.
—Arrogante… —susurré, apretando los labios.

Pero antes de poder seguir quejándome, mi celular vibró con una notificación. Un chat nuevo de un número desconocido:

Sebastián Anderson:
Espero que aceptes el vestido. Es más rápido que esperar a que compres algo que combine con mi familia. Y sí, antes de que protestes: es un préstamo, no un regalo. Considera que estoy invirtiendo en nuestra “farsa”.

Rodé los ojos, aunque no pude evitar una sonrisa pequeña.
Tecleé una respuesta rápida:
Yo:
Espero que tengas algo de sentido del humor, Anderson. Si voy a sobrevivir esta cena, necesito más que un vestido caro.

Su respuesta llegó casi de inmediato:
Sebastián Anderson:
Solo sigue mi juego. Y no dejes que mi madre te intimide. Confía en mí, sabrás cuándo devolverle el golpe.

Suspiré, sosteniendo el vestido contra mí. No podía negar que era perfecto. Ni que, por alguna razón, el simple hecho de imaginarlo viéndome con él hacía que mi pulso se acelerara un poco más de lo que debería.

—Esto va a ser un desastre… —murmuré, aunque no pude evitar sonreír al decirlo.

POV Sebastián

No estaba acostumbrado a que una mujer me dejara intrigado. La mayoría, después de una discusión, corría en dirección contraria. Valentina Hayes, en cambio, había aceptado sin dudar jugar a mi juego frente a Carmen… y encima, se había marchado como si nada, dejándome con esa mirada desafiante que aún me rondaba en la cabeza.

Mientras salía del club, mi teléfono vibró. Era Thomas, mi asistente.
—¿Necesitas que prepare algo para la cena de esta noche? —preguntó, directo.

—Sí. Consígueme la dirección de Valentina Hayes. Necesito enviarle un vestido, zapatos y accesorios. Que todo esté listo antes de las seis.

Un silencio al otro lado.
—¿Valentina Hayes? ¿La mujer del Aston Martin?

—La misma. —Subí al Maserati, encendiendo el motor—. Si va a fingir ser mi prometida, no puede aparecer con un vestido cualquiera.

Thomas dudó un segundo.
—¿Y su talla? No creo que ella nos la dé.

Apoyé la cabeza contra el reposacabezas, recordando cómo su mano encajó en la mía, la forma en que su cuerpo se movía con una confianza casi felina mientras discutía conmigo, incluso la manera en que ese maldito mono de carreras que llevaba le marcaba las curvas cuando salió del auto…

—Es una talla cuatro —dije sin pensarlo demasiado.

—¿Seguro?

—Confía en mí. Asegúrate de que los zapatos sean talla siete.

Thomas soltó una risa baja.
—Nunca dejas de sorprenderme, jefe. ¿Debo incluir una tarjeta?

Miré por la ventanilla, donde Carmen me observaba desde lejos con esa sonrisa cómplice que me conocía demasiado bien.
—Sí. Algo simple. Que entienda que es un trato… pero que no lo odie.

Colgué, aún con la imagen de Valentina en mi mente. Había algo en ella, más allá de la rabia y el orgullo, que me llamaba la atención. No era como Mariana ni como las mujeres del club: no parecía importarle mi apellido ni el Maserati. Solo me enfrentaba sin miedo, y por primera vez en mucho tiempo… me gustaba esa sensación.

Mientras arrancaba el auto, vi a Carmen agitar la mano, despidiéndose, con esa mirada astuta que usaba cuando planeaba algo.
Por alguna razón, supe que esta noche no sería una simple cena.

POV Valentina

El vestido azul noche se deslizaba sobre mi piel como si hubiera sido hecho para mí. Literalmente. Cada curva estaba en su lugar, ni ajustado ni suelto, con un corte elegante que dejaba mi espalda al descubierto de forma insinuante, pero no vulgar.

Jamás había usado algo así. Y tampoco sabía cómo sentirme al respecto.

Me miré en el espejo.
—No eres una de ellas, Valentina… —murmuré, acomodando el brazalete plateado en mi muñeca—. Solo es una cena. Una farsa. Recuerda por qué estás aquí.

Pero por más que lo repitiera, no podía ignorar que, por primera vez en mucho tiempo, me sentía… poderosa. O, al menos, como alguien que podía mirar de frente a ese mundo sin sentirse diminuta.

El sonido de un motor potente me sacó de mis pensamientos. Me asomé por la ventana: un Maserati negro esperaba en la entrada. Por supuesto.

Respiré hondo y bajé las escaleras del pequeño edificio donde vivía. Cuando abrí la puerta, Sebastián estaba apoyado contra el auto, con su chaqueta desabotonada y las manos en los bolsillos.



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En el texto hay: amor, relaciones fingidas

Editado: 14.08.2025

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