Su prometida por accidente

Límites Peligrosos

POV Valentina

La noche después de la reunión con Miller y los demás socios, no podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía la sonrisa de Sebastián, la forma en que su mano rozó mi espalda al guiarme entre la multitud… y el calor que me provocó.

Negué con la cabeza y me obligué a sentarme en la cama. No. No podía darme el lujo de sentir nada por él.

Recordé por qué había aceptado este trato: la suma de dinero que me daría me permitiría abrir mi taller, pagar la maquinaria que necesitaba y dejar atrás años de sobrevivir con trabajos mal pagados. No podía arruinarlo por un par de latidos acelerados.

Además, Sebastián Anderson no era para mí. Era un CEO millonario que vivía en un mundo donde las relaciones eran más negocios que amor. Y yo… era solo un puente temporal en su vida. Fingir era fácil. Lo difícil era recordar que solo era eso: un papel.

POV Sebastián

Valentina estaba más callada de lo habitual durante el almuerzo del día siguiente, en una terraza frente al río donde solíamos encontrarnos para hablar de negocios o planear nuestras apariciones como pareja.

—¿Te pasa algo? —pregunté, sirviendo un poco de café.

Ella alzó la mirada y esbozó una sonrisa que no le llegó a los ojos.

—Nada. Solo cansancio.

No me convenció.

—Si esto es por Miller o por las cenas, podemos… —empecé.

—No es por eso —interrumpió suavemente—. Es por nosotros.

Fruncí el ceño.

—¿Nosotros?

—Este trato —dijo, enderezándose en su silla—. Lo hicimos con reglas claras. Yo finjo ser tu prometida para calmar a tu familia. Tú me ayudas a financiar mi taller. Ninguno se involucra más de lo necesario.

Permanecí en silencio unos segundos, observándola. Sabía que estaba tratando de marcar una línea… pero también que esa línea se estaba volviendo cada vez más difusa.

—Cuando pediste esa cantidad de dinero —dije al fin, con un tono más bajo, casi meditativo—, ¿fue porque realmente pensabas que valía eso… o porque creíste que me retractaría?

Ella desvió la mirada por un instante antes de responder.

—Porque pensé que te retractarías.

No pude evitar que una media sonrisa apareciera en mis labios.

—Lo imaginé. —Me incliné un poco hacia ella—. Pero te subestimaste si creías que algo así me haría retroceder.

Sus ojos se encontraron con los míos por un segundo. Había una chispa allí, algo que ninguno de los dos parecía querer reconocer en voz alta.

—Por eso precisamente no podemos olvidar las reglas —murmuró, apartando la mirada mientras tomaba su taza—. Esto es un acuerdo, Anderson. Y solo un acuerdo.

La miré un momento más, en silencio, sin discutirlo. Pero mientras veía cómo sus dedos jugaban con el borde de la taza, supe que, por más que lo intentara, esa línea ya estaba empezando a desdibujarse.

POV Mariana

Mientras tanto, en una cafetería elegante del centro, Mariana deslizaba un sobre a Isabel Anderson. Dentro, había un par de fotografías y copias de documentos.

—No sabemos mucho aún —dijo Mariana, con su tono dulce y venenoso—, pero tenemos suficiente para empezar a desarmar esa pantomima.

Isabel hojeó los papeles, con una sonrisa fría.

—Si Valentina cree que puede quedarse con Sebastián, será mejor que recuerde que en nuestro mundo, los secretos se pagan caro.

Ambas alzaron sus copas de café como si brindaran por la tormenta que estaban a punto de desatar.

POV Valentina

El silencio de mi apartamento era más pesado que cualquier ruido del circuito. Me dejé caer en el sofá, aún con el eco de la conversación con Sebastián dando vueltas en mi cabeza.

No podía permitir que esto se convirtiera en algo más. No importaba cuántas veces su sonrisa lograra desarmarme o cómo su mirada parecía atravesarme cuando creía que no lo notaba.
Era un trato. Un puente. Nada más.

Si me dejaba arrastrar por lo que empezaba a sentir, podía perderlo todo: mi independencia, mi taller… y mi dignidad.
Me repetí esas palabras una y otra vez, como un mantra, mientras apagaba las luces y me obligaba a dormir.

POV Sebastián

Apoyado contra el ventanal de mi departamento, con un vaso de whisky en la mano, repasaba cada gesto de Valentina durante el almuerzo. Cada palabra con la que intentó poner distancia.

Sabía que tenía razón. Este acuerdo fue diseñado para ser limpio, funcional, sin emociones que pudieran complicarlo. Y, sin embargo, cada día que pasaba se hacía más difícil ignorar cómo me hacía sentir su risa, su mirada desafiante, incluso sus silencios.

Debía mantener la distancia. Recordar que esto era un negocio. Pero la forma en que mi mente volvía a ella, incluso ahora, me decía que ese límite que ambos intentábamos sostener no iba a durar mucho.

POV Mariana

Desde su oficina privada, Mariana colgó una llamada y se recostó en su silla, sonriendo con satisfacción. Sobre su escritorio reposaban varias carpetas abiertas: una con fotos del circuito donde Valentina y Sebastián habían corrido, otra con un listado de viejos contactos de Valentina, y un sobre con algo mucho más jugoso.

—Veamos cuánto dura tu jueguito, Valentina Hayes —murmuró, abriendo la carpeta con las fotos—. Cuando Sebastián sepa quién eres de verdad… se encargará de echarte de su vida sin mirar atrás.

Mientras apagaba la luz, su reflejo en la ventana parecía más una sombra acechante que una mujer. Y su plan apenas estaba empezando.

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Espero que les este gustando en libro.



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En el texto hay: amor, relaciones fingidas

Editado: 14.08.2025

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