Su prometida por accidente

En Terreno Peligroso

POV Valentina

Cuando llegamos a la finca familiar de los Anderson, sentí que estaba entrando en una película que no me correspondía. La casa era enorme, pero cálida, con jardines perfectos, aromas a lavanda y limoneros, y una galería donde ya esperaban familiares sonrientes con copas de vino.

Doña Carmen me recibió con un abrazo fuerte, como si realmente fuera su nieta política. Me murmuró al oído:

—Hoy solo déjate querer, hija. Las máscaras se caen cuando el corazón se impone.

Me desconcertó su frase, pero apenas tuve tiempo de responderle antes de que una prima de Sebastián me arrastrara hacia un grupo para "conocerme mejor".

Durante el almuerzo, Sebastián estuvo a mi lado todo el tiempo. Su brazo descansaba detrás de mi silla, me servía la copa sin que se lo pidiera, y a veces nuestras rodillas se rozaban bajo la mesa. Nada de eso parecía planeado, pero tampoco casual.

Y lo peor era que no me molestaba. Me gustaba demasiado.

Después, llegó la parte que más temía: los juegos familiares. Doña Carmen, con una sonrisa tan inocente como peligrosa, anunció:

—Haremos una competencia de parejas. Sebastián, Valentina, espero que no se nos queden atrás.

Entre carreras de sacos, preguntas de conocimiento mutuo, e incluso un juego de baile improvisado, terminé riendo tanto que olvidé por un momento que todo era una farsa.

Hasta que Mariana apareció, perfectamente maquillada, vestida como si estuviera en una portada de revista campestre.

—Carmen, querida, me invitaste tú misma. No podías celebrar esto sin mí, ¿no?

La abuela sonrió, pero sus ojos no reflejaban simpatía.
—Claro, Mariana. Pasa, pero recuerda que este no es un desfile de modas. Aquí vinimos a hacer familia.

Vi cómo los ojos de Mariana se posaban en Sebastián, luego en mí, luego otra vez en Sebastián. Y su sonrisa fue todo menos amigable.

POV Sebastián

Valentina estaba hermosa. No tenía que intentarlo. Su cabello recogido con descuido, un vestido simple y esa sonrisa honesta… hacían que cualquier otra mujer allí se desvaneciera.

Cuando la vi correr con los niños de mis primos, cuando nos reímos juntos intentando armar una carpa de picnic durante la actividad en parejas, me di cuenta de que hacía mucho tiempo no me sentía así: tranquilo.

Feliz.

Y eso me asustó.

Porque también me di cuenta de que me gustaba más de lo que debía. Y eso no formaba parte del trato.

Pero luego llegó Mariana.
Y vi cómo sus ojos analizaban todo. Como un halcón buscando el momento para atacar.

Valentina, en cambio, fingió no notarla. Jugó, rió, brilló como si nada. Pero la conozco lo suficiente para notar la tensión en sus hombros, el gesto sutil en su mandíbula cada vez que Mariana hablaba demasiado cerca de mí.

Me acerqué a Valentina en un momento en que estábamos solos, en la sombra de un gran árbol.
—¿Estás bien?

Ella asintió.
—¿Por qué no lo estaría? Solo estamos fingiendo, ¿recuerdas?

—Sí, claro —dije… y no supe por qué me dolió un poco escucharlo.

La miré. El viento le movía suavemente el cabello, y por un segundo, quise besarla. No porque tuviéramos que fingir, sino porque simplemente… quería.

Pero no lo hice.

Ella bajó la mirada, luego se dio media vuelta y se alejó con una excusa cualquiera.
Y me quedé ahí, con el sabor a algo que no sucedió… y las dudas creciendo.

POV Mariana

—Perfectos, ¿verdad? —le susurró a Isabel mientras ambas los miraban desde lejos—. Pero los secretos siempre salen a la luz. Y cuando lo hagan, veremos si esa sonrisa de Valentina sigue tan brillante.

Isabel no dijo nada, pero sus dedos pasaban las páginas de un informe discreto que Mariana había traído.

—Todo es cuestión de tiempo.



#3411 en Novela romántica
#1076 en Chick lit
#1120 en Otros
#194 en Relatos cortos

En el texto hay: amor, relaciones fingidas

Editado: 14.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.