Su prometida por accidente

La Línea que No Deberían Cruzar

POV Valentina

El bullicio del evento se fue apagando poco a poco cuando me escabullí hacia los jardines traseros. Necesitaba aire; el mundo brillante y pulcro de los Anderson me asfixiaba después de una hora de sonrisas ensayadas y comentarios cargados de veneno disfrazado de cortesía.

Las luces de las farolas se reflejaban en el lago artificial, y por un instante, el silencio me devolvió la calma. Hasta que escuché pasos detrás de mí.

—Siempre huyes cuando las cosas se ponen incómodas —dijo Sebastián, su voz grave rompiendo la quietud.

Me giré, y ahí estaba, impecable en su traje oscuro, con la corbata ligeramente floja y esa mirada gris que parecía leer demasiado.
—No es huida —respondí, cruzando los brazos—. Es… tomar un respiro.

Él se acercó, despacio, como si midiera cada paso.
—Te manejaste bien esta noche. Mejor de lo que muchos esperaban.

—¿Incluyéndote? —arqueé una ceja.

—Yo nunca dudé de ti. —Su tono bajo y directo me robó un segundo de aire.

Quise responder, pero entonces noté lo cerca que estábamos. Demasiado cerca. La brisa fría chocaba con el calor que emanaba de su cuerpo, y la tensión entre nosotros dejó de ser sutil.

—Sebastián… —empecé, intentando recuperar algo de control.

—Valentina —susurró, inclinándose un poco más. Su mano rozó mi cintura, ligera, como preguntando si podía avanzar. Mi pulso se disparó.

Sabía que debía apartarme. Recordar el trato, la razón por la que estaba ahí. Pero no lo hice. Y cuando nuestros labios estuvieron a un suspiro de encontrarse—

El sonido de un mensaje entrante interrumpió el momento. Sebastián sacó su teléfono, frunciendo el ceño.

Su expresión cambió al instante. Fría. Tensa. Me mostró la pantalla: una publicación en redes, acompañada de mi foto del día del accidente, con un texto que decía:

"¿La prometida de Sebastián Anderson? Antes de ser rescatada por su fortuna, Valentina Hayes no era más que una oportunista endeudada, simulando accidentes para llamar la atención."

Mi pecho se apretó.

—Esto no es cierto —dije, intentando mantener la voz firme, aunque la rabia y la vergüenza se mezclaban.

Sebastián me sostuvo la mirada. Con una calma peligrosa.
—Lo sé —respondió. Su tono era bajo, controlado, pero sus ojos prometían tormenta—. Y sé exactamente quién está detrás.



#3390 en Novela romántica
#1070 en Chick lit
#1131 en Otros
#195 en Relatos cortos

En el texto hay: amor, relaciones fingidas

Editado: 14.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.