POV Valentina
El salón principal de la mansión estaba iluminado como un escenario. Las risas, la música y las conversaciones parecían flotar, ajenas a la tormenta que estaba a punto de desatarse.
Ahí estaba Mariana frente a todos, su voz dulce pero cargada de veneno resonó:
—Qué curioso… nuestra querida Valentina. ¿Sabían que antes de conocer a Sebastián estaba endeudada hasta el cuello? —. Y que el día que se conocieron… ni siquiera era su coche. ¿No es adorable?
Un murmullo recorrió la sala. Los ojos se posaron sobre mí, algunos con sorpresa, otros con juicio.
Podría haberme defendido. Podría haber gritado que todo era una trampa de Mariana. Pero no. No esa noche.
Respiré hondo, me enderecé y, con una sonrisa tranquila, dejé que todo se desarrollara como lo había planeado.
—No soy como ustedes. Lo que dice Mariana es cierto —dije con voz clara, el día que conocí a Sebastián, estaba probando un auto que ni siquiera me pertenecía.
El murmullo creció. Doña Carmen entrecerró los ojos, como si intentara entender qué estaba haciendo.
—Lo siento si eso decepciona a todos —continué—. Especialmente a ti, Sebastián. No debí fingir que pertenecía aquí. Así que… no voy a hacerlo más.
Lo miré una última vez. Sus ojos grises, fríos por fuera pero ardiendo por dentro, buscaron los míos.
—Valentina… —empezó, pero lo interrumpí.
—Familia Anderson, les pido disculpas a todos y no se preocupen. No habrá titulares. No habrá más problemas para ustedes, en especial para ti Sebastián. Yo… me encargaré de salir de la ecuación y que tu nombre no quede manchado por mis acciones nunca debí pretender ser la dueña de ese carro ni de aceptar la invitación de usted doña Carmen.
Sin darle tiempo de responder, dejé la copa en una bandeja y caminé hacia la salida. Sentí las miradas perforándome la espalda, pero no me detuve. Afuera, el aire frío de la noche me golpeó el rostro mientras subía al coche que había llamado sin que nadie lo notara.
Esa noche, desaparecí de la vida de Sebastián Anderson.
POV Sebastián
La sala quedó en silencio después de que Valentina se fue. Mariana sonreía con su falsa inocencia, creyendo que había ganado.
Pero yo no podía quitarme de la mente la mirada de Valentina. Nunca la había visto tan decidida. Ella había decidido sacrificarse… por mí.
Mi abuela se acercó, apoyando su mano en mi brazo.
—¿Vas a dejar que esto termine así? —preguntó con calma.
La miré, incrédulo.
—¿Lo sabías abuela?
Puso esa mirada, que decía en serio creías que alguna vez me puedes engañar.
—Qué exactamente, que el día que me la presentante ni se conocían o que las cosas han cambiado entre ustedes y se mueren el uno por el otro.
Mi abuela tenía razón las cosas habían cambiado entre nosotros, ya tenía claro que Valentina estaba dispuesta a sacrificarse por mí lo que no sabía si también esta dispuesta a luchar por lo que sea que sea esto que empezó a surgir entre los dos.
Mi abuela me sacó de mis pensamientos.
—¿Vas a dejar que esto termine así? —preguntó con un tono peligroso.
—Por ahora abuela, que crean que han ganado
Mi abuela sonrío complacida con mi respuesta
Giré hacia Mariana, que fingía conversar con unos invitados, y supe en ese momento que no iba a dejarla salirse con la suya. Si Valentina pensaba que alejarse era suficiente para protegerme, estaba a punto de descubrir que no iba a dejarla ir tan fácilmente
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Editado: 14.08.2025