POV Valentina – Calles de Nueva York
El frío cortante de noviembre no era nada comparado con la sensación de vacío que llevaba dentro. Caminaba recordando las palabras de Sebastián y su mirada fría y cargada de odio hacia mí. Me sentía como si dejara algo más que su apartamento atrás. Dejaba la última pizca de esperanza que aún me mantenía en pie.
El tráfico era denso, los cláxones resonaban, y mis pensamientos giraban en círculos.
No vine a pelear. Solo quería contarle la verdad. Pero está claro que, para Sebastián, ya no soy más que una herida que prefiere olvidar.
Me detuve en una esquina mientras la luz del semáforo cambiaba. La ansiedad y el mareo que llevaba arrastrando desde la mañana regresaron, más intensos. Mi bebé se movió, una sensación suave pero firme que me hizo llevar la mano a mi vientre.
—Tranquilo, mi amor… ya casi llegamos al hotel.
Estaba cruzando cuando, de reojo, vi un auto negro que avanzaba demasiado rápido en la calle lateral. El conductor del auto parecía no ver la luz roja. Todo ocurrió en segundos, el chirrido de las llantas me perforó los oídos. El auto se detuvo a centímetros de mí.
Mi respiración era errática, el corazón latiéndome como un tambor en el pecho. Entonces fue cuando lo vi, Sebastián estaba ahí atónito, con una mezcla de incredulidad y rabia contenida. —¿Qué demonios…? —empezó a decir, acercándose al conductor del carro.
Pero yo no lo escuché del todo. El mundo empezó a girar otra vez. El estrés, el esfuerzo y la falta de comida se unieron en una ola de debilidad imposible de contener.
Sentí cómo mis rodillas cedían y el pavimento subía a mi encuentro.
Lo último que escuché fue la voz de Sebastián, un tono de pánico que jamás le había oído.
—¡Valentina!
POV Sebastián – Hospital Mount Sinai, horas después
El olor a desinfectante me revolvió el estómago. Nunca había tenido miedo de nada: no de los negocios, no de las pérdidas. Pero verla caer frente a mí… esa imagen me había atravesado como un cuchillo.
Caminé de un lado a otro del pasillo, pasando una mano por mi cabello una y otra vez. Clara había intentado seguirme, pero la dejé atrás. Este no era su momento ni su lugar.
Finalmente, un médico salió de la sala.
—Señor Anderson. —Su expresión era tranquila, pero firme—. Su… pareja está estable.
—¿Qué le pasó? —pregunté de inmediato.
El médico miró su portapapeles y luego a mí, como evaluando qué tanto sabía.
—Principalmente, agotamiento y desnutrición leve. Pero en su estado es más delicado.
—¿Su estado? —pregunté con un tinte de miedo a recibir una mala noticia.
—¿Señor Anderson, usted no estaba enterado? —Su expresión era de confusión—. Su… la señorita Valentina … está embarazada
Sentí cómo el mundo se detenía.
—¿Qué… qué dijo?
—Tiene poco más de cuatro meses. El bebé está estable, pero ella necesita reposo absoluto y una dieta especial. Ha estado bajo demasiado estrés por lo que veo en sus exámenes.
El médico continuó hablando, pero apenas lo escuché. Cuatro meses. Exactamente desde que desapareció.
Sin esperar más, entré en la habitación.
POV Valentina – Habitación del hospital
Las luces eran suaves, y el silencio me envolvía como una manta. Estaba recostada, demasiado débil para moverme demasiado. Mi mano descansaba sobre mi vientre, ahora expuesto bajo la sábana.
La puerta se abrió y allí estaba él. Sebastián. Con los ojos inyectados de preocupación y algo más que no pude descifrar.
—¿Es… mío? —su voz era baja, pero cargada de algo roto.
No respondí de inmediato. Parte de mí quería gritarle que no, Pero mi miedo fue más grande que mi orgullo…
Finalmente, susurré:
—Claro que sí. Nunca hubo nadie más.
Él cerró los ojos por un momento, como si todo su mundo acabara de reorganizarse.
Cuando los abrió, su mirada estaba fija en mí, sin rastros de la frialdad de antes.
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué desapareciste?
Mi voz tembló, pero no me quebré. —Por qué debía hacerlo.
Él se acercó a mi cama, su expresión suavizándose por primera vez.
—Valentina… —su mano se acercó a la mía, pero dudó, como si temiera que lo apartara.
Yo no me moví. Mis dedos temblorosos tocaron los suyos, y por un instante, todo el rencor y la distancia se disolvieron.
—Eso era lo que venias a decirme —murmuró—. Y yo… ni siquiera deje que hablaras.
Cerré los ojos, agotada, y dejé que su voz fuera lo último que escuché antes de que el sueño me venciera.
POV Sebastián
Mientras ella dormía, me quedé sentado a su lado, observando cómo respiraba, cómo su mano no se apartaba de su vientre.
Había pasado meses buscándola, odiándola por dejarme… y ahora, la verdad estaba frente a mí.
Doña Carmen apareció en la puerta, su mirada mezcla de alivio y severidad.
—¿Vas a seguir actuando como un tonto, Sebastián? —susurró, entrando despacio—. Porque si lo haces, no solo perderás a la mujer que amas… perderás a tu hijo antes de conocerlo.
—¿Ya lo sabías, Abuela? —lo dije más como una afirmación que una pregunta—.
—Por supuesto. Me la encontré en la cafetería cerca de tu apartamento y lo noté con solo verla. Debajo de ese cansancio había un brillo especial, además que su cuerpo estaba diferente. —me respondió mirándome con esa mirada acusadora —.
Tragué saliva, sin apartar los ojos de Valentina.
—No voy a perderlos. No otra vez.
Y, por primera vez en mucho tiempo, supe que habí alago más grande que el dinero o el poder por lo que luchar.
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Editado: 06.09.2025