POV Valentina – Habitación del hospital
Las noches en el hospital eran interminables. No podía dormir más de unas horas seguidas, el sonido de los monitores y las luces nunca desaparecían del todo. Pero no era eso lo que me mantenía despierta.
Era Sebastián.
No se había ido desde que desperté después de la cirugía. Dormía a unos pasos de mí, con el traje arrugado y el ceño fruncido incluso en sueños. Cada pocas horas se levantaba, me acomodaba la almohada, pedía a las enfermeras más mantas o ajustaba el goteo del suero.
Nunca lo había visto así. No como el CEO frío, ni como el hombre arrogante que me chocó aquella mañana… sino como alguien que temía perder algo que no podía reemplazar con dinero.
Esa madrugada, cuando creí que estaba dormido, susurré:
—No tienes que quedarte… estoy bien.
Él abrió los ojos al instante.
—No voy a dejarte sola. —Su voz era firme, pero baja, casi como si temiera que alguien lo escuchara mostrando esa vulnerabilidad—. No otra vez.
Sus ojos se encontraron con los míos, y sentí que algo en mi pecho se apretaba. No era amor todavía, no del todo. Era una mezcla de gratitud, atracción y miedo….
POV Sebastián – Pasillo del hospital, días después
Había pasado gran parte de la mañana lidiando con llamadas de mi equipo legal. Clara estaba acabada: contratos anulados, demandas en proceso, y mi abuela personalmente asegurándose de que nadie en la alta sociedad le ofreciera una nueva oportunidad.
Pero Mariana… Mariana era un problema distinto.
Mientras regresaba con el almuerzo de Valentina (el menú especial que la doctora exigía), escuché una conversación al pasar frente a una sala de espera.
—No es que no me alegre por Sebastián —decía Mariana, con su tono melodioso lleno de falsa preocupación—, pero ¿no les parece extraño? Valentina desaparece por meses, regresa con un embarazo y ahora todos esperan que creamos que ese bebé es un Anderson.
Algunas de mis tías, siempre ansiosas de un buen chisme, asintieron.
—¿Y si solo quiere asegurar su lugar en la familia? Con un Anderson como padre, el niño nunca carecería de nada.
Mi sangre se heló, y sin pensarlo, entré en la sala.
—¿Algo que quieras decirme, Mariana? —Mi voz fue tan fría que hasta las tías dejaron de sonreír.
Ella giró lentamente, fingiendo sorpresa.
—Sebastián… solo estaba preocupada. Es natural preguntar, ¿no?
Me acerqué un paso, sosteniendo su mirada.
—Si te atreves a volver a poner en duda a Valentina o a mi hijo frente a la familia, te aseguro que te arrepentirás más de lo que jamás lo has hecho en tu vida.
Sus ojos parpadearon, pero mantuvo la sonrisa educada.
—Solo quería lo mejor para ti.
—Lo mejor para mí es que cierres la boca. —Dejé caer esas palabras como un cuchillo antes de darme la vuelta.
Mientras me alejaba, escuché a mi abuela Doña Carmen decir, con ese tono que no admitía réplicas:
—Si sigues interfiriendo, Mariana, tendrás que responderme a mí. Y créeme… yo soy mucho más temible que Sebastián.
POV Valentina – Esa noche, de regreso en la habitación
El día había sido agotador, pero por primera vez en semanas, sentía algo parecido a paz. Sebastián se sentó al borde de la cama, dándome una taza con el té que el médico recomendó.
—No tienes que quedarte aquí todas las noches —dije, aunque parte de mí no quería que se fuera.
Él me miró, serio.
—¿Dormirías tranquila si me voy?
Quise decir que sí, que podía sola… pero la verdad era que solo la idea de quedarme sin él esa noche me provocaba un nudo en el estómago.
Sacudí la cabeza en silencio.
Sebastián suspiró, inclinándose un poco más.
—Entonces déjame quedarme. Solo… déjame cuidar de ti, Valentina.
Algo en su tono me desarmó. No era una orden, ni una negociación. Era casi… una súplica.
Mientras apoyaba la cabeza en la almohada y él se acomodaba en el sofá, sentí que mi respiración se acompasaba con la suya. Y aunque mi mente aún estaba llena de dudas y miedos… mi corazón, por primera vez, se permitió un poco de calma.
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Editado: 06.09.2025