POV Valentina – Cabaña Anderson, Colorado
El aire olía a pinos y nieve fresca. Después de semanas de luces frías de hospital y murmullos constantes, el silencio de la cabaña de los Anderson era un bálsamo inesperado. Las ventanas enormes dejaban entrar la luz del atardecer, tiñendo de dorado el piso de madera pulida.
—No puedo creer que exista un lugar así —susurré, recostada sobre un sillón cubierto con una manta de lana.
Sebastián, que revisaba unos papeles cerca de la chimenea, levantó la vista con una media sonrisa.
—Es el único lugar donde puedo pensar. —Dejó los documentos a un lado y se acercó a mí—. Y el único donde nadie puede molestar… ni a ti, ni al bebé.
Sus palabras me hicieron sentir un calor extraño en el pecho. No lo decía como una obligación, sino como una promesa.
—No tenías que traerme aquí —dije, aunque mi voz sonó menos firme de lo que pretendía.
—Sí, tenía. —Se sentó frente a mí, sus ojos fijos en los míos—. Mariana sigue hablando, y aunque mi abuela le ha cerrado la boca varias veces, no voy a dejar que nada más te agobie. Necesitas paz. Y yo… —hizo una pausa, como si buscara las palabras— necesito asegurarme de que no vuelvas a desaparecer de mi vida.
Su sinceridad me desarmó más que cualquier gesto. No era el hombre arrogante que conocí aquel día del choque; ahora había vulnerabilidad en su mirada, algo que no había visto en él antes.
POV Sebastián – Más tarde, junto a la chimenea
Valentina se había quedado dormida sobre el sofá, con una mano descansando sobre su vientre. El crepitar del fuego iluminaba su perfil, y por un instante, sentí que todo —los contratos, las reuniones, incluso los escándalos— eran cosas distantes e irrelevantes.
No había nada más importante que ella y nuestro hijo.
Nada.
Me incliné para cubrirla mejor con la manta y, sin poder evitarlo, dejé un beso suave en su frente. Ella murmuró algo entre sueños y se acomodó más cerca, como si, incluso dormida, supiera que la protegería.
Por primera vez en meses, dormí profundamente, sin pesadillas ni sobresaltos, escuchando su respiración acompasada con la mía.
POV Valentina – Una semana después, aeropuerto privado de Denver
Aún me costaba acostumbrarme a ciertos aspectos de la vida de Sebastián, pero cuando el auto se detuvo frente al jet privado con el logo de Anderson Aviation en la cola, no pude evitar mirarlo de reojo.
—Esto es… excesivo.
Él, apoyado con naturalidad en la puerta abierta del avión, me tendió la mano.
—Esto es necesario. —Sus ojos brillaron con algo que no era arrogancia, sino determinación—. Dijiste que tu padre ya está fuera de peligro y en casa. Voy a llevarte con él. Y de paso… conoceré a esos hermanos tuyos que hasta ahora me odian.
Solté una pequeña risa nerviosa, aceptando su mano para subir las escaleras.
—Van a ponerte a prueba.
—Que lo intenten. —Su sonrisa era peligrosa y, al mismo tiempo, tranquilizadora—. Si quiero estar contigo, tendrán que aceptarlo… y yo haré lo necesario para que lo hagan.
Mientras despegábamos y el mundo se hacía pequeño bajo las nubes, miré a Sebastián, que estaba a mi lado, su mano entrelazada con la mía. Por primera vez, no me sentía como una extraña en su mundo.
Por primera vez, sentí que tal vez… podíamos construir uno nuevo, juntos.
POV Valentina – Camino a Cedar Creek
El camino desde el hangar donde aterrizamos hasta la propiedad de mí familia serpenteaba entre colinas cubiertas de robles y praderas infinitas. El cielo estaba tan azul que dolía mirarlo. Cada curva me acercaba más a casa… y, de alguna forma, a un nuevo comienzo.
Sebastián conducía la camioneta alquilada. Aunque estaba vestido con ropa casual —jeans oscuros y una chaqueta de cuero—, había algo en su porte que gritaba que no pertenecía a este paisaje.
—Tus hermanos saben que vamos, ¿cierto? —preguntó sin apartar la vista del camino.
—Sí, y probablemente estén esperando en la entrada para “darme la bienvenida” —respondí, con una sonrisa nerviosa.
Él arqueó una ceja.
—A ti… o a mí.
—A ti. —Me mordí el labio, divertida—. Los Blake no reciben bien a nadie que no haya pasado su prueba de fuego.
Sebastián sonrió de lado.
—Perfecto. Siempre me ha gustado un buen desafío.
POV Sebastián – Entrada de la granja
No tuve que adivinar dónde vivían. La granja Blake era grande, pero nada lujosa: cercas de madera, un granero rojo impecable, y una casa blanca con un porche enorme. Había tres hombres apoyados en la baranda del porche, todos altos, de hombros anchos y miradas que podrían intimidar a cualquier socio de negocios.
El mayor, que identifique cómo el hombre de las fotos que me enviaron, dio un paso al frente.
—Así que tú eres Sebastián Anderson. —Su tono era neutral, pero la mirada medía cada detalle de mí, como si pudiera decidir en ese segundo si debía romperme la mandíbula.
—El mismo —respondí, extendiendo la mano con calma.
Tras unos segundos tensos, la estrechó. Con fuerza.
—Soy Lucas, el mayor. Ellos son Marcus y Eli.
Valentina intervino antes de que el ambiente se pusiera más denso.
—Por favor, no lo maten todavía. —Su sonrisa traviesa alivió un poco la tensión, aunque los hermanos no dejaron de mirarme con sospecha.
POV Valentina – Cena familiar
El olor a pan de maíz y guiso de pollo llenaba la casa. Papá —bueno, mi padrastro, aunque nunca lo llamé así— estaba en la cabecera de la mesa. A pesar de que todavía se veía frágil por las semanas de tratamiento, su sonrisa era cálida al vernos entrar.
—Así que este es el hombre que conquisto el corazon de mi hija … y a emás de eso me hizo abuelo. —Su tono era suave, pero sus ojos, como los de mis hermanos, estudiaban a Sebastián con cuidado.
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Editado: 12.09.2025