El viaje a la farmacia es de unos pocos minutos, pero se me hacen horas. Estoy hecha un manojo de nervios, por lo que no debería estar conduciendo, pero si ando sé que no voy a poder llegar hasta allí. Todavía me fallan las piernas por el mareo.
No hay nadie en la pequeña tienda, aunque es normal, pues a estas horas de la tarde casi todo el mundo está trabajando o estudiando.
—¿En qué puedo ayudarle?
—Em, quería un test de embarazo. Por favor —pido, tratando de controlar mis nervios.
—¿Quieres alguno en particular? —pregunta el farmacéutico.
—¿Cuáles tienes? —respondo, preguntándome a mí misma cuántos malditos tipos de test puede haber.
—Bueno, está el de toda la vida, el test de termómetro —dice, aunque al mirarme a la cara se da cuenta de que no tengo ni idea de lo que habla—. Es este —suspira, sacando una cajita con la imagen de un test de embarazo en él.
—¿Cuáles otros hay? ¿Cuál es el más preciso? —Tomo la caja y la examino.
—Bueno, tenemos también uno de tipo digital, es bastante popular ahora mismo. Sin embargo, la batería se acaba enseguida, por lo que no podrás mantener el resultado durante muchas horas.
—Bien. Quiero el digital y este —respondo—. Para asegurarme —aclaro, pero me doy cuenta de que en realidad no tengo que darle ninguna explicación a este señor.
Al llegar a casa tomo un pequeño recipiente para poder hacer los dos test. Sumerjo el predictor en el botecito, hasta que veo que está lo empapado suficiente y repito el proceso con el otro. Coloco las tapas de vuelta y los dejo en la encimera del baño, mientras trato de calmarme una vez más.
Tras haber transcurrido un minuto más o menos, vuelvo para ver el resultado. Miro a mi reflejo mientras cojo el predictor de siempre, el que dicen que puede engañarte con la "rayita imaginaria". La primera raya es clara como el día, la segunda está algo borrosa. Entro en pánico. Puede ser tan solo mi imaginación, ¿no? Es lo que le suele pasar a la mayoría de chicas cuando desean no estarlo.
Todavía me queda el segundo, el digital. Respiro hondo y leo la pantalla: "Estás embarazada. 3+". Creo que me va a dar algo.
¿Por qué estoy llorando? Debería estar feliz, ¿no? Quizás sean las hormonas o algo así. Por eso antes estaba tan sensible e insegura.
De igual forma, llamo a Hayley en un momento de ansiedad.
—¿Ems? ¿Todo bien? —pregunta Hayley al descolgar el teléfono.
—No. Hayley... —Comienzo a llorar, no puedo evitarlo.
—Em, tranquilízate. ¿Cuál es el problema? —Suena preocupada, y con razón.
—¿Puedo ir a verte?
—Es mejor que vaya yo... Si quieres, luego podemos ir a otro lado. Pero no quiero que estés conduciendo en este estado.
—Vale, gracias. Te envío la dirección —respondo.
Mientras la espero, me quedo meditando. Claro que sé por qué estoy tan triste por este embarazo. No son las hormonas, no son las inseguridades. Es por ella. No quiero tener un hijo con Ethan, quiero tenerlo con ella. Quiero formar una familia con ella y eso me está matando por dentro. La quiero, demasiado. Y es algo que tengo que decirle. No puedo dañarme a mí misma quedándome en una relación que no me llena del todo. Obviamente, quiero a Ethan, pero no de la misma forma que quiero a Hayley. Y sé que esta oportunidad solo la voy a tener una vez, por lo que quiero tomarla, así que eso voy a hacer.
Suena el timbre. Pego un brinco al escucharlo y corro hasta la puerta, deslizándome por el parqué y casi pegándome una torta.
—Ya estoy aquí, no te preocupes —dice ella, dándome un abrazo.
—Estoy embarazada —confieso, sin rodeos.
—¿Qué? ¿En serio? ¡Enhorabuena! —exclama, con una gran sonrisa.
—No sé cómo sentirme sobre ello, Hay... —respondo, llamándola por su mote.
—Es normal, sobre todo si no era planeado. Pero verás que cuando hables con Ethan todo estará mejor. ¡Qué ilusión! Siempre había querido ser tía.
Ethan. Me había olvidado por completo que tenía que contárselo a él también. No puedo hacerlo. Tengo que decirle la verdad a Hayley, tengo que contarle por qué este embarazo me tiene tan molesta.
Sugiero ir a dar una vuelta o ir a otro lado, para poder hablar más cómodas y sin el peligro de que alguien entre.
—¿Qué querías decirme? —cuestiona, algo curiosa.
Nos hemos ido a dar una vuelta por el parque, aunque sean ya casi las siete. Todavía hay mucha luz, que es lo importante.
—Es... Hayley, esto es complicado de decir. Quizás es mejor que nos sentemos —sugiero.
—Claro, como quieras. —Puedo ver el desconcierto en sus ojos.
—No quiero darle más vueltas. —Cojo sus manos y las observo, no soy capaz de mirarle a los ojos—. Hayley, te quiero.
—¿A qué te refieres? —No aparta las manos, sin embargo, me las aprieta algo más fuerte, queriendo reconfortarme.