En este momento parece que nada podría ir mal. Hayley me ha confesado que siente lo mismo por mí, lo cual no me esperaba para nada, pero me ha hecho más feliz que nunca. Sin embargo, tras un rato hablando, llegamos al tema importante: Ethan y su bebé. Tengo que hablar con él.
—Te llevo a casa —dice, sin dejarme decidir—. No es una opción.
Sonrío. Quiero cogerle de la mano, abrazarle, besarle... Pero sé que no es lo mejor en el momento.
—Gracias —respondo, casi en un susurro.
Al abrir la puerta de mi casa, encuentro lo que menos esperaba: casi toda mi familia y la de Ethan. Me quedo congelada. ¿Puede ser que Ethan haya encontrado los test y haya llamado a todo el mundo? Me siento inquieta, no solo por el hecho de que puede que haya descubierto que estoy embarazada, si no, también, porque detrás mía está Hayley. Ellos no pueden sentirlo, pero para nosotras esta situación es bastante incómoda, teniendo en cuenta que acabamos de confesarnos nuestro amor y aquí está mi cónyuge junto con su familia y la mía.
—¡Emily! Al fin llegas —exclama mi madre, dándome un abrazo—. ¿Y quién es esta chica?
—Hayley. —Sale de detrás de mi sombra para presentarse—. Un gusto. Soy... Amiga de Em —titubea mientras trata de improvisar algo que decir.
—Igualmente. ¡Pasa! Estás más que bienvenida —contesta mi madre alegre, haciéndola entrar en la casa; no parece muy contenta, no la culpo.
Esta no es la forma en la que quería que conociese a mí familia y, cuando se enteren de que tengo sentimientos por ella mientras estando con Ethan—si es que lo hacen—no van a estar muy emocionados.
Ethan se acerca a nosotras. Se presenta a Hayley, la cual está cada vez más molesta. No con mi familia, pero con la situación en sí, y puedo entenderlo, pero esto se acabará pronto. Espero, porque me entristece verla así, no quiero ponerla en tal situación, no lo merece. Empiezo a pensar que quizás hubiera sido mejor no decir nada, quizás solo sea un capricho mío y lo esté arruinando todo. Sobre todo, sabiendo que estoy embarazada... Aunque ella sienta lo mismo, ¿ha sido una buena idea?
—¿Cómo está todo el mundo por aquí? —pregunto a Ethan, evitando que me de algún beso más, pues puedo sentir la mirada de Hayley.
Sé que ella no va a decir nada y que no va a estar enfadada, pues comprende mi situación. Pero tampoco merece que le diga que le quiero y luego estar besando a alguien con quien no quiero estar, en frente suya.
—Pues, hemos pensado una fecha para la boda. No queríamos hacerlo sin ti, así que hemos pensado varias en las que todos están libres, y queremos que escojas con nosotros. ¿Tú vendrás? Así puedes opinar también. —Ahora le habla a Hayley.
—Oh. Gracias, pero yo me iba a ir ahora —responde amablemente, dirigiéndome una mirada.
—Em, sí. Te acompaño a tu coche —añado—. Ahora vuelvo.
Salimos al pasillo, dejando toda esa locura atrás. Nos mantenemos en silencio mientras andamos hasta el ascensor, se podría cortar la tensión con un cuchillo. Quiero dar una explicación, pero, en verdad, no tengo nada que explicar.
—Em... —comienza mientras le doy al botón de la planta inferior—. No quiero presionarte.
—No hace falta que digas nada, Hay —hablo antes de que pueda decir algo más.
—Quiero estar contigo, Emily. Esta situación es complicada, lo comprendo. Tú... estás prometida y vas a tener un bebé, pero me quieres. Y, sonará egoísta, pero no quiero dejar eso escapar. Odio que haya tenido que ser así, ojalá hubiese podido ser una situación diferente, pero el universo así lo ha decidido. La oportunidad está aquí, solo hay que tomarla.
—Lo sé, pero... Es complicado, Hayley. Realmente quiero estar contigo, pero... No lo sé. Tengo miedo de decirles a mis padres la verdad, ¿qué van a pensar? Y tampoco sé qué decirle a Ethan, quedará destrozado... Incluso más, ahora que el bebé está dentro de esto también.
Ya habíamos bajado del elevador y nos dirigíamos a su coche. Ella andaba deprisa, como si quisiera alejarse de todo esto lo más rápido posible.
—Emily, yo te quiero. Pero me niego a meterme de nuevo en el armario. Si no quieres contárselo, no lo hagas. Pero yo no me quiero quedar aquí siendo tu amante, no quiero que quedemos los días en que tu marido no esté en casa. Me niego —grita, enfadada.
Le miro a los ojos y me doy cuenta de que, más que enfadada, está dolida. Se me rompe el corazón en mil pedazos, haciendo que se me salten las lágrimas. No puedo pararlas.
—Hayley, yo... Lo siento —lloro.
—Haz lo que quieras, Em. Estaré encantada si quieres venir conmigo, y estaré feliz por ti si lo que deseas es construir una familia con él. No voy a guardarte rencor, nunca te haría eso. Pero quiero que pienses —comienza a decir, sorbiéndose la nariz, pues ahora estamos las dos llorando— que esto lo estás haciendo por ti, y por nadie más. Esto es igual que en El diario de Noah. Tienes que pensar en qué es lo que tú quieres, no lo que quieren los demás. ¿Y qué si no les hace gracia que estés enamorada de mí? ¡Es tu vida! Si ellos no pueden aceptar que no vas a ser feliz junto a él, es su problema, no te merecen entonces. Porque estarán buscando su propia felicidad, no la tuya.