Soy su sombra, donde él anda, yo también. No pensé enamorarme de alguien que no me mira, pero en el corazón no se manda.
—Hagamos algo para tu cumpleaños, nunca te animas a hacer una fiesta —dijo mi mejor y única amiga.
Ella no comprende que para mí, cumplir años no es nada relevante en mi vida, ni siquiera tengo en mente mi fecha de nacimiento, cada que me la preguntan, debo ver mi identificación para responder el año en que nací y el día que sucedió, lo recuerdo porque fue veinticinco de diciembre en la madrugada. La navidad para mi no significa nada; de pequeña le juré a papá Noel que creería en él, hasta que me cumpliera un deseo y hasta la fecha, no he tenido nada que pedirle porque mis padres me lo dan todo.
—Sabes que esas fechas me dan nauseas —respondí haciendo un gesto de mala gana.
Pronto tocaron el timbre y corrimos hasta llegar a nuestra próxima clase. Ambas compartimos el cien por ciento de nuestras clases, con la excepción de que yo tengo una clase extra los días domingos.
Estamos a media clase, pero no me concentro, ya que, todos los días se sienta el chico que más amo, bueno, amo en secreto, él no se lo imagina pero muero por él desde que entramos a la universidad en nuestro primer año.
¿Cómo olvidar ese día? Lo mire, fue el último en entrar a la clase por lo que se ganó una buena llamada de atención por parte de la maestra, después de ese día, nunca ha vuelto a venir tarde.
Daría todo por una sonrisa de él; jamás lo he visto sonreír, hay veces pienso que no lo puede hacer, porque de los dos años que llevamos aquí en la universidad, nunca lo he visto hacer ningún gesto y lo más curioso es que no tiene amigos.
—Señorita Gady, ¿Podría decirme de qué va la clase? —la maestra me interroga con su típica voz grave.
Todos me miran y no se que decir, me siento apenada, ya que hasta él, no me aparta la mirada, esa mirada fría y vacía me llena tanto de intriga que quisiera descubrir cada uno de sus secretos y lo que esconde bajo esa máscara porque debe ser eso, una máscara que no deja ver expresión alguna en su rostro, mientras que su mirada me grita muchas cosas, entre ella, grita mucha tristeza.
—Lo siento maestra, no he puesto atención, me disculpo, perdón —le respondo con sinceridad, lo mío no es mentir.
La maestra suspira frustrada y se masajea el entrecejo mientras me mira con una mirada que me grita "decepción".
—Solo porque eres una de las mejores y por tu sinceridad te la perdono pero necesito que vayas con la psicóloga.
—No —reclamo.
—No se diga más —después de eso, sigue con la clase e intento poner mucha mente a lo que dice.
Un psicólogo no podrá curarme porque solo una sonrisa de él, curaría todos mis males.
—No entiendo porque te gusta, es raro, casi no habla y nunca ríe —señaló mi amiga mientras vamos en mi auto, ella no tiene así que todos los días paso por su casa a recogerla y dejarla de la universidad.
—Amber, si tan solo escudriñamos su mirada, supieras que ahí, bajo esa máscara hay alguien hermoso —respondo como toda una enamorada.
—Te reto a que se lo digas y si no se lo dices tú, se lo digo yo —me sentencia.
—No puedes hacer eso —le reclamo.
—Si puedo, porque eres mi amiga y porque estoy cansada de que ocultes tus raros sentimientos.
Se bajó del auto sin decirme adiós, yo seguí con mi trayecto a casa. Después de diez minutos entro, saludo a mis padres y a mi hermanito menor, todos están mirando una serie, yo solo quiero una ducha, cerrar mis ojos en la tina y sumergirme en el agua mientras pienso en una vida con el.