Su talismán

Capítulo 2

Hunter saca el móvil para llamar a Oliver. No puedo creer que haya llegado este momento. La ansiedad me golpea con más fuerza. Todo lo hice mal.

Llegué sin avisar. Me metí en su vida sin permiso. Tiene todo el derecho del mundo a rechazarme. Y si lo hace… ni siquiera podré enojarme.

—Pero qué demonios… —murmura Hunter.

Lo observo mientras espera. Frunce el ceño. Rueda los ojos.

—Todavía es temprano —me aferro a una pizca de esperanza—. Tal vez deberías llamarlo más tarde.

—Al principio ni siquiera atiende —gruñe, volviendo a marcar—. Y luego directamente corta. ¡Imbécil!

De inmediato se cubre la boca con la mano.

—Perdón, no debería hablar así… sobre todo con una niña presente.

Le sonrío.

—Solo si no quieres que lo repita como una de sus primeras palabras —le quito a Lili el control remoto que se había llevado a la boca—. Déjalo. Puede que esté ocupado.

—Quizá, pero no es excusa para ser irresponsable —responde, inclinándose hacia adelante—. Si lo llamo tres veces seguidas, significa que necesito ayuda. ¿Y si su mejor amigo está en la cárcel? ¿O muriéndose? A MacKay parece darle igual todo.

—Dijiste que juega en la NHL, ¿no? —aprovecho para saber más de él.

—Sí. En los Ottawa Senators.

Conozco ese equipo. Mi ex era fanático…

—Y… ¿es feliz? —pregunto sin saber por qué me importa tanto.

Hunter me lanza una mirada rápida y se encoge de hombros.

—Supongo. ¿Por qué no lo sería? Tiene el trabajo de sus sueños y una novia por la que se fue hasta otro continente.

Sonríe como si recordara algo gracioso.

—La hija de su exentrenador, por cierto.

Absorbo cada palabra. Novia. Extranjera. Entiendo…

—¿Y hace mucho que vive en Ottawa?

—Unos meses, desde que firmó con el nuevo equipo. Vienen por aquí cada tanto, para visitar al padre de Alice… y a mí también, de paso.

Vuelve a marcar, escucha los tonos y resopla.

—Bah. O está dormido o en entrenamiento. Habrá que esperar.

Siento el pecho apretado. Odio esperar. La ansiedad me araña por dentro. Y si no me voy ahora, con Lili en brazos, probablemente me desmorone. Pero no tengo a dónde ir.

Los hoteles aún están cerrados. Y afuera llueve.

—¿Cómo es él? —pregunto al fin.

Hunter ladea la cabeza.

—¿Qué parte quieres saber?

—No sé. Todo.

—Uf… —se recuesta en el sillón, como si fuera a contar una historia larga—. A ver… terco, sarcástico, muy responsable. Siempre se hace el indiferente, pero se preocupa por todos los que considera suyos. Y claro, está obsesionado con el hockey.

Sonrío, apenas.

—¿Alguna vez mencionó a su familia?

Hunter niega con la cabeza.

—No mucho. Creció en un orfanato. No conoce a sus padres, ni quiere conocerlos. Está dolido, muy dolido…

Algo dentro de mí se encoge. Lo entiendo. Tampoco quiero oír hablar de mis padres. Si mi tía no me hubiera acogido, también habría terminado en un lugar como ese. Aunque, sinceramente, no sé qué habría sido peor. Mi vida con mi familia no fue precisamente un cuento de hadas.

—Pobrecito… —murmuro.

Hunter me mira con atención, como si intentara resolver un rompecabezas.

—¿Y tú? ¿Vas a contarme algo sobre ti? ¿Por qué decidiste buscar a MacKay justo ahora?

Siento el miedo cerrándome el pecho.

—Yo… necesito preparar la comida para la nena.

Él levanta las manos en señal de rendición. Parece entender al instante que no quiero hablar de mi pasado.

—Claro, claro —mira a Lili, incómodo—. ¿Quieres que te prepare algo?

—Solo agua caliente, para la papilla…

—¡Gracias por no pedirme algo más difícil! Soy un maestro del agua hirviendo.

Se va hacia la cocina con apuro, como si por fin tuviera una excusa para respirar tranquilo lejos de mí. Lo sigo con la mirada. Lili empieza a llorar. Espero que la comida caliente logre calmarla.



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En el texto hay: humor, amor, niña

Editado: 01.07.2025

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