Su talismán

5.1

El corazón todavía me late con fuerza, como si quisiera escapar del pecho. Pero ahora no es por miedo, sino por la conciencia de que estoy a solo unos metros de la única persona de mi sangre.

Oliver tamborilea con los dedos contra el marco de la puerta. Alice se encoge dentro de su chaqueta, sopla sobre sus manos y le susurra algo al oído.

Inspiro hondo, como saliendo a la superficie, y finalmente abro la puerta.

—¡Gracias! —dice Alice con alivio, entrando primera—. Hace un frío de locos allá fuera.

Oliver la sigue… pero se detiene en el umbral.

Sus ojos oscuros se deslizan sobre mí de pies a cabeza. Parece estar intentando leer cada línea de mi rostro, cada detalle.

Yo también lo miro, como hipnotizada. El óvalo familiar de su cara, los ojos marrón oscuro, los pómulos marcados. Parece mayor de lo que imaginaba, tal vez por su complexión firme y la barba en las mejillas. No se parece a mí, pero de alguna manera ya lo siento cercano.

—Pasa —logro decir al fin.

Oliver permanece un instante en silencio. Vacila, como si me temiera, pero finalmente cruza el umbral. Sus movimientos son tensos. Su mirada, fija y un poco fría. Parece que ni parpadea. Bueno… no confía en mí. Y no me sorprende. El hecho de que haya venido ya significa mucho.

—¿Hunter está en casa? —pregunta finalmente.

Niego con la cabeza.

—No. Se fue al partido.

—Ya… —murmura Oliver, observando el entorno.

Alice, mientras tanto, se quita la chaqueta, se frota las manos y me sonríe. Mi mente se aferra a esa sonrisa como a un salvavidas. No sé cómo irá con Oliver, pero con ella seguro que me llevaré bien.

—Encantada de conocerte —dice con voz suave y amable—. Soy Alice.

—Lo sé —respondo con honestidad—. Vi el artículo sobre su compromiso. Por cierto, felicidades.

Ella ríe.

—¡Gracias! Si hubieras llegado unas semanas antes, habrías estado en la fiesta.

Oliver resopla y aparta la mirada.

—¿Y dónde está nuestra sobrina? —pregunta Alice, tomando en brazos al peluche jirafa de Lili.

—Arriba. Anoche nos dio un show con llanto y fiebre para celebrar la llegada de un nuevo diente… Ahora se está recuperando.

—Oh, pobrecita… —Alice inclina la cabeza con compasión.

—Espero que hoy esté mejor —sonrío, aunque aún con algo de duda.

Oliver todavía no me ha dirigido ni una palabra.

Y eso empieza a incomodarme.

—¿Les hago un té? —ofrezco, intentando romper la tensión.

—Oh, el té suena perfecto —dice Alice—. Mientras veníamos para acá, pensé que me iba a congelar.

Ella se adentra en la sala con naturalidad, sin rigidez. Como si fuésemos viejas amigas. Oliver, en cambio, permanece quieto. Lo miro y no puedo más.

—Lo siento. No sé cómo empezar a hablar contigo —susurro con sinceridad.

Él suspira.

—Yo tampoco.

Esas dos frases simples alivian un poco la tensión.

—Pero estás aquí —añado—. Y… gracias por eso.

—Hunter me chantajeó —por fin sonríe—. Me obligó a venir.

—Y aun así no pareces del tipo que se deja intimidar. Menos por Hunter.

Lo dejo por un momento y voy a la cocina a poner el agua para el té. Pero en cuanto saco las tazas, escucho el familiar “¡ma-ma!”.

Lili se despertó. En el peor momento… Necesitaba dormir un par de horas más para poder tener una buena conversación. Pero no hay vuelta atrás. Dejo todo y subo por ella. La cambio, le peino el cabello y bajo con esa pequeña fierecilla algo molesta en brazos. Está lista para demostrarles a los invitados cómo tomar té y dejar manchas hasta en el techo.

Al ver a Lili, Oliver se queda paralizado. Su mirada se clava en ella como si no pudiera creer que es real.

Lili también lo observa. Sus grandes ojos oscuros lo examinan con más desconfianza aún que la que Oliver tiene hacia mí.

Y tras unos segundos, simplemente se esconde en mi cabello.

—Bueno… parece que he causado una gran primera impresión —murmura Oliver, cruzándose de brazos.

—Es tu especialidad —comenta Alice sonriendo—. Cuando nos conocimos, yo también quería esconderme y llorar.

—¡Pero si no hice nada!

—Justamente —ríe ella—. Deberías haberle dado el juguete que compramos en el camino.

—Mierda… se me quedó en el coche.

Intento no reír, acariciando la espalda de Lili.

—Tranquila, amor. Él es tu tío Oliver.

Lili levanta la cabeza. Se echa hacia atrás y lo vuelve a mirar.

—¿Vovilel? —dice, adaptando el nombre a su manera.

Oliver parpadea, como si no pudiera creer que esa pequeña acaba de llamarlo así.

—Sí… me llamo Vovilel.

Lili se lo piensa un segundo. Luego se gira hacia mí con una expresión muy seria.

—Vovilel buuu —declara, lo que significa: “Oliver da miedo”.

Su tío resopla.

—Genial. ¡Ahora también me teme!

—Solo necesita acostumbrarse a ti —ríe Alice.

Gracias, hija. Muy útil tu colaboración para mejorar mi relación con mi hermano.

Al menos con su novia se lleva bien —le extiende los brazos y Alice la toma encantada.

—Oh, ahora es mía —la abraza—. Me la llevo a Ottawa conmigo.

Oliver pone los ojos en blanco. Ya no está tan tenso. Por primera vez, me mira sin desconfianza.

—¿Me contarás sobre ti? —pregunta en voz baja.

Respiro hondo. Y asiento.



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En el texto hay: humor, amor, niña

Editado: 16.05.2025

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