Su talismán

Capítulo 6

Alice se encarga de preparar el té, mientras yo, con prisas, organizo el desayuno para Lili. Ella lanza una mirada rápida a la pequeña, y luego, cargando con su taza y el plato de comida infantil, se dirige hacia la sala de estar.

—Nosotras vamos a apartarnos un ratito —dice, guiñándole un ojo a Lili—. Seguro que ustedes tienen mucho de qué hablar.

—Es muy amable de tu parte... Aunque dudo que logres alimentarla —sonrío.

—Me interesa poner a prueba mis habilidades —responde con una sonrisa confiada, llevándose a Lili de la mano.

Las observo alejarse, hasta que siento la mirada de Oliver quemándome la mejilla. No dice nada, pero sus ojos oscuros arden de impaciencia.

Me siento a la mesa y coloco las manos sobre las rodillas, tratando de ordenar mis pensamientos. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo contar una historia que está llena de tanto dolor?

—Supongo que no sabes nada de nuestros padres —pregunto finalmente.

Oliver niega con la cabeza.

—Nada. Solo sus nombres.

Cierro los ojos un instante antes de hablar.

—Eran alcohólicos —suelto sin rodeos—. Bebían sin control. Esto empezó antes de que tú nacieras y solo empeoró con los años. No recuerdo haberlos visto sobrios. Ni siquiera venían a recogerme al jardín de infancia sin estar ebrios.

Oliver aprieta la mandíbula en silencio.

—Los servicios sociales te separaron de ellos cuando eras un bebé —continúo—. Me lo contó nuestra tía. Dijo que al principio intentaron recuperarte, pero pronto se dieron por vencidos. Simplemente... dejaste de existir para ellos.

Su rostro no cambia, pero veo cómo sus dedos se tensan sobre la taza. Está intentando disimular el dolor. Pero frente a mí no necesita fingir.

—No trabajaban, siempre estaban en casa, pero apenas me prestaban atención. Recuerdo estar siempre hambrienta. Pedía comida a los vecinos. Varias veces los servicios sociales vinieron a casa, amenazando con llevarme también a mí. Y luego...

Hago una pausa, recordando aquella noche.

—Acababa de cumplir cinco años. Era una noche fría. Papá encendió la chimenea, pero no se dio cuenta de que había derramado combustible sobre la alfombra.

Muerdo mi labio.

—Durante la noche, el fuego se propagó a los muebles y luego a las paredes.

Oliver me mira en silencio.

—Ellos ni siquiera se despertaron. Recuerdo cómo me ahogaba con el humo, cómo gritaba... pero no reaccionaban. Salí corriendo a la calle porque no sabía qué más hacer.

Trago saliva, sintiendo ese nudo amargo en la garganta.

—La casa se quemó por completo. No lograron salir.

—Dios mío... —susurra Oliver.

Bajo la mirada hacia mis manos. Todavía tengo marcas de quemaduras.

—Nuestra tía consiguió la custodia, pero no porque quisiera realmente cuidarme. Solo lo hizo por el dinero de los subsidios. A ella le importaba poco. Me crié más en la calle que bajo su techo.

Exhalo y levanto la cabeza.

—Ahora sabes cómo fue mi infancia.

Oliver guarda silencio. Me mira largo rato. Luego se levanta.

Antes de que pueda reaccionar, se acerca y simplemente... me abraza. Me quedo inmóvil un segundo, sin saber qué hacer. Luego me permito apoyarme contra su hombro. Es una sensación extraña. Por alguna razón, quiero llorar, pero no puedo. Nunca lloro.

—Perdóname por no haber estado allí —susurra.

—Tú también eras un niño.

—Pero ahora estoy aquí —su voz es ronca—. Y no vas a estar sola nunca más.

Quisiera creerlo... pero suena demasiado hermoso para ser verdad.

Oliver se separa y vuelve a sentarse a la mesa. Su postura sigue tensa, como si intentara digerir todo lo que acaba de escuchar.

Mientras tanto, yo aguzo el oído hacia la sala. No oigo llantos ni protestas. ¿De verdad Alice consiguió alimentar a Lili tranquilamente? En vez de alegrarme, me invade una punzada amarga. Tal vez soy una mala madre si otra persona consigue calmar a mi hija mejor que yo.

—¿Cómo me encontraste? —pregunta de pronto Oliver.

Me encojo de hombros.

—Nunca fue un secreto. Nuestra tía sabía en qué internado habías crecido. Siempre presumía de tener un sobrino que jugaba al hockey. Era su tema favorito de conversación... especialmente cuando quería impresionar a sus amigas.

—Maldita sea... —murmura Oliver, frotándose el puente de la nariz—. Pero nunca vino a verme.

—¿Para qué? —me encojo de hombros—. Le dabas igual. Solo usaba tu historia como adorno en sus conversaciones. Para ella, eras más una anécdota que una persona.

Guardo silencio, consciente de que acabo de echar más leña al fuego. Pero Oliver no parece sorprendido. Tal vez, en el fondo, siempre lo supo.

—¿Por qué no me buscaste antes? —pregunta entonces, en voz baja pero firme—. Si sabías quién era... ¿por qué no viniste? ¿Por qué no escribiste al menos?

Bajo la mirada a mis manos.

—Porque no sabía cómo reaccionarías.

Oliver se tensa, pero espera.

—Parecías feliz —añado en voz baja, alzando tímidamente los ojos—. Tenías amigos, carrera, una vida. Te veía jugar, veía a los aficionados apoyándote, a los periodistas entrevistándote... Comprendí que no necesitabas a una hermana de la que ni siquiera sabías que existía. Mucho menos mis problemas.

—¿Pensaste que serías una carga?

—¿Acaso no lo sería? —susurro—. Mi vida siempre ha sido un desastre.

Oliver se levanta de golpe y empieza a caminar por la cocina. La tensión en sus hombros es palpable.

—No sé qué decir —murmura finalmente—. Necesito asimilar todo esto. Pero, Sara, no habrías sido una carga. Te lo juro.

Muerdo mi labio.

—Bueno, ahora ya no tengo elección.

Él se detiene y me mira.

—¿Por qué?

Trago saliva. Aquí viene la verdad, la que no puedo ocultar.

—Por Ryan —digo—. El padre de Lili.

Oliver regresa a su silla. Su rostro se endurece, se vuelve más frío y atento.

—Él... —mi voz tiembla, así que bebo un sorbo de té para calmarme—. No me deja en paz.



#210 en Novela romántica
#90 en Chick lit

En el texto hay: humor, amor, niña

Editado: 14.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.