En cuanto Oliver ve a Hunter, su expresión se suaviza y una leve sonrisa se dibuja en las comisuras de sus labios. Es agradable verlo así.
—Escuchar a escondidas está mal —gruñe, acercándose a su amigo y estrechándole la mano—. Pero tú siempre has sido un entrometido...
—Solo di que me extrañabas —se burla Hunter, satisfecho—. Siempre refunfuñando como un viejo.
—Si extrañarte significa disfrutar cada minuto de tu ausencia y de tus bromas estúpidas, entonces sí. Te extrañaba.
Los observo sonriendo, pero no puedo evitar sentirme extraña, como si hubiese un muro de cristal entre nosotros. Ellos son amigos. Comparten una historia. Y yo... sigo siendo una extraña. Tal vez siempre lo seré.
Oliver parece sentir mi mirada, porque vuelve a enfocarse en mí. Su rostro se vuelve más serio.
—Nos hemos desviado, pero no tengo mucho tiempo... Tengo que volver al campamento de entrenamiento antes de que el entrenador entre en pánico por mi ausencia.
Asiento apenas. La tensión regresa, oprimiéndome la garganta.
—Evidentemente, deberías mudarte a Ottawa —dice Oliver de repente—. Te alquilaré un apartamento. En una zona buena y segura. Me aseguraré de que tú y Lili tengan todo lo que necesiten.
Me quedo muda. Suena... irreal. Oliver realmente quiere ayudarme. Pero no sé si estoy lista para aceptar algo tan grande. No buscaba soluciones. Solo su apoyo, su comprensión... No esperaba que resolviera todos mis problemas.
—El próximo mes será complicado —añade—. Estaré en un campamento de entrenamiento en las montañas. Alice también estará ocupada con sus prácticas universitarias. Pero si estás en Ottawa, al menos sabré que estás bien. Además, tengo amigos allí. Pueden ayudarte si pasa algo.
Muerdo mi labio y aparto la mirada. Oliver espera mi respuesta, pero… Es demasiado. No estoy acostumbrada a tanta bondad. Soñar con algo así es una cosa. Recibirlo, otra muy diferente.
—No creo que sea necesario —interviene Hunter de repente.
Oliver se vuelve hacia él, frunciendo el ceño.
—¿Cómo que no? ¡Has oído que no puede volver con su ex!
—Me refiero a que no tiene que mudarse tan lejos.
—¿Qué propones?
—Que se quede aquí —se encoge de hombros Hunter, como si fuera lo más obvio del mundo—. Puede usar tu habitación. O si quieres, me cambio yo y le dejo la mía, para que no tenga que estar subiendo y bajando escaleras con la niña.
Oliver rueda los ojos, como si acabara de escuchar una locura.
—¿Te parece la mejor idea?
—Absolutamente. Es temporal. Y cuando regreses de las montañas, podrán decidir qué hacer.
Miro a Hunter y veo que habla en serio. No bromea. Realmente no le importa compartir su casa conmigo y con Lili. Lo dice con una naturalidad que me conmueve.
Oliver también lo entiende. Su rostro se oscurece.
—¿Te das cuenta de lo que significa? —pregunta—. Tendrás una niña en casa. No es fácil, Hunter.
—Lo sé. Ya he tenido una probadita —responde con sorna—. Pero sigo vivo, ¿no? Sobreviviré un mes.
Oliver no parece convencido.
—Podría buscarles un hotel cerca de la base de entrenamiento —murmura, como pensando en voz alta.
—Sería peor —interrumpe Hunter—. ¿Quieres enviar a Lili a un sitio aislado? ¿Y si necesita un médico? ¿O pañales? ¿Sara tendrá que ir en motonieve al supermercado?
Oliver abre la boca, pero yo lo interrumpo.
—No quiero causar molestias —digo, cautelosa—. Sé que un niño pequeño cambia todo.
—Qué horror —suspira Hunter, dramáticamente—. ¿Te refieres a escuchar risas infantiles y tener una casa limpia porque los niños no pueden vivir entre basura? ¡Una verdadera tragedia!
Oliver niega con la cabeza, sin decir nada. Yo tampoco sé qué responder.
—¿De verdad no te importa? —pregunto, insegura.
—Para nada —afirma Hunter—. De hecho, me alegra tener compañía. Y Lili y yo ya nos hemos hecho amigos.
Oliver reflexiona un momento, pesando todas las opciones. Luego suspira:
—Sara, tú decides.
—¡Acepta! —sonríe Hunter, encantador.
—Bueno... si realmente no te molesta... —murmuro—. Podría cocinar, limpiar, ayudarte con la casa. De alguna forma compensaré tu ayuda.
—Está bien —cede finalmente Oliver—. Pero no como tu sirvienta. Y si pasa algo, si Ryan aparece... te llevaré a Ottawa.
—¡Otra vez con eso! —ríe Hunter—. Ella está segura. Sé cómo protegerla.
Oliver no ríe. Me lanza otra mirada seria.
—Llámame, ¿de acuerdo? Al menos una vez al día. Solo para saber que están bien.
Asiento despacio.
—Prometido.