Al día siguiente Carlos se duchó en el baño de su apartamento, el baño solo tenía ducha e inodoro no había bañera. El apartamento era de ladrillo a la vista y piso mineral, como todos los que el régimen había regalado en su época de derroche.
Después de la ducha, Carlos se puso un jean, una chaqueta roja y los tenis que llevaba siempre. Luego puso a calentar un vaso de leche, y cuando estuvo lista le disolvió un poco de café en polvo. La leche y el café provenían de su caja CLAP. Aunque el CLAP de Carlos era del tipo 1, distinto al tipo 2 que obtenían los marginales, Carlos sospechaba que le agregaban agua a su leche.
Carlos sacó una barra de salchichón de su alacena, cortó una rebanada y la puso dentro de dos rodajas de pan. Luego se sentó a disfrutar su desayuno de todos los días.
Después de comer, Carlos se dirigió, en su moto, al salón comunal donde tenía instrucción. Allí buscó una silla vacía y se sentó.
—¡CAMARADAS! -empezó el líder comunal-. Están regando panfletos difamatorios, afirmando que nuestro sistema no es compatible con la evolución darwiniana.
—La supervivencia del mejor, es el principio de la evolución darwiniana.
—En el pasado, el hombre domesticó muchos animales porque era mejor que ellos. Nosotros hemos logrado lo mismo con los marginales, porque somos mejor que ellos ¿Donde está la contradicción con la evolución darwiniana?
—¡NO HAY CONTRADICCIÓN! –empezaron a gritar los asistentes mientras aplaudían- ¡NO HAY CONTRADICCIÓN! ¡NO HAY CONTRADICCIÓN!
Después de la reunión, Carlos se dirigió al callejón donde siempre se encontraba a María.
María era una mujer delgada, de 30 años, que intercambiaba cigarrillos por una criptomoneda llamada Petro. El Petro era minado por el régimen, y se le daba a los colectivos a cambio de su obediencia. Los marginales podían pagar sus impuestos con el.
—Hola María -dijo Carlos.
—Hola, supongo que vienes por tus cigarrillos.
—Obvio.
Carlos sacó su smarphone, y le transfirió unos Petros a María, a cambio de una caja de cigarrillos.