Sueco

Capítulo 8

El caño del revolver seguía expulsando el humo blanco de la pólvora asesina. Abel estaba petrificado, parecía una estatua, ni siquiera pestañaba. De fondo se escuchaban los gritos de la madre de Victoria, quien después de escuchar el balazo se desesperó y comenzó a reclamar por Victoria, la cual con un grito la calmó un poco. La policía llegó al lugar, estacionaron y rompieron la puerta de entrada de dos balazos, en realidad destrozaron la cerradura. Los efectivos desataron a la mamá de Victoria y la recostaron en uno de los elegantes sillones de la gran sala. Mientras tanto, Victoria le hablaba a Abel pero este no le contestaba. Trató de sacarle el arma sigilosamente y lo logro sin esfuerzo.

 

  • Abel…vino la policía. ¡¡¡Abel!!!

 

Abel seguía en shock. Victoria lo tomó de los hombros y él se dejó llevar. Lo acompañó hasta el gran vestidor que tenía en su habitación y lo metió adentro. Le dijo que no hiciera ruido, cerró la puerta con llave, la cual se guardó entre sus pechos. Bajó las escaleras para ver cómo estaba su madre, la vio recostada en el sillón sumida en un ataque de nervios.

 

  • Mama, ya pasó.
  • ¿Cómo estás nena? ¿Qué pasó arriba? ¿Y ese disparó que fue? ¿Estás herida? – preguntó la madre aceleradísima, sin pausas, casi se quedó sin aire –
  • Estoy bien mamá. A uno de los chicos se le escapó un tiro y le pegó en la cabeza al otro. Creo que está muerto.

 

Un policía la escuchó y comenzó a interrogarla.

 

  • Señorita, cuénteme que pasó arriba, por favor.

 

Mientras algunos de los hombres subían a la habitación de Victoria.

 

  • Eso que le dije a mi madre…subió uno de los chorros, luego vino el otro. Uno de ellos tenía la intención de atarme y en un momento escuché un estruendo y al unísono el que me quería atar se cayó arriba mío. Creo que está muerto.
  • ¿Y el que disparó? ¿Está arriba?
  • Salió corriendo de la habitación. Es extraño que no se lo hayan cruzado. Tal vez sigue en la casa o huyó por la parte trasera.
  • A ver, acompáñeme arriba.
  • Si, vamos.

 

Victoria y el agente subieron por las escaleras. La habitación estaba llena de policías. EL cuerpo de Marcelo yacía sobre el suelo, de su cabeza salía una mezcla de sangre y un líquido blancuzco. Los policías revisaban toda la habitación hasta que uno de ellos intentó abrir el vestidor y, obviamente, no pudo.

 

  • ¿Qué tiene acá, señorita?
  • Es mi vestidor. Por favor no me lo haga abrir, es un desastre. Por eso lo cerré. Me muero de vergüenza si ven ese desorden – contestó Victoria de manera temeraria –
  • Deberíamos abrirlo – insistió el hombre –
  • Márquez, no insista. No la haga avergonzar a la señorita. – dijo el policía que había subido con ella a la habitación. Era el jefe evidentemente –
  • Gracias. Me ahorra un feo momento, aparte del que ya hemos pasado.

 

Abel escuchaba todo desde el interior del vestidor. Estaba sentado tomándose de las rodillas. Ni siquiera quería hacer ruido con su respiración. Estaba esperando que se retiraran los uniformados. El miedo lo había paralizado no solo por el tiro que le había pegado a Marcelo, sino también por la presencia de la policía. No podía creer como Victoria lo estaba cubriendo.

No tardó mucho en llegar la ambulancia para trasladar el cuerpo sin vida de Marcelo. Los camilleros subieron la escalera, entraron en la habitación y acomodaron como pudieron el cadáver. Mientras tanto Victoria estaba en el living consolando a su madre que estaba más tranquila. Los policías revisaron toda la casa.

 

  • Señorita, ¿Le vio la cara al que se escapó?
  • No…estaba con una careta igual que el muerto.
  • ¿Era más o menos de la misma edad?
  • No, era más grande. Unos treinta años.



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En el texto hay: policial, romance accion y drama, romance

Editado: 28.05.2018

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