Sueco

Capítulo 17

Victoria se había quedado totalmente sorprendida por las actitudes y el comportamiento de Abel en la cena. Lo que más tensa la había puesto fue cuando casi dice lo del síndrome de Estocolmo, pero ahora lo recordaba con una sonrisa. Estaba orgullosa de él por su espíritu de superación. Ella no conocía esa faceta de Abel, y realmente era algo que la atraía más y más a él. Ella había pensado que nunca iba a tratar de cambiarlo, que él era como era y a ella le gustaba así, pero que el cambio venga de él no solo le gustaba sino que le parecía  un signo de inteligencia muy marcado en Abel. A la mañana siguiente Victoria se levantó como todas las mañanas para desayunar. Casi siempre lo hacía sola, pero ese día su madre la estaba esperando en la cocina para hacerle compañía.

 

  • Buen día, Vicky, la más linda del barrio.
  • Buen día mamá… ¿Cuándo viene le palazo?
  • ¿Qué palazo nena?
  • Siempre que vos me tratás así es porque viene una bomba…
  • No…nena…como decís eso de tu madre…Yo te di la vida, mi amor…
  • Dale, vieja, me conozco tu chamuyo de memoria ¿Qué esperas?…desembuchá…dale que ya somos grandes.
  • Mi amor, creo que tenemos que hablar de lo de anoche, de la cena me refiero.
  • Si…era obvio que venía por ese lado tu reproche.
  • No es reproche. Yo no te voy a negar el muchacho es lindo, es bonito…pero…
  • Pero…siempre esa puta palabra… ¿Pero qué?
  • ¿Vos viste como estaba vestido? El saco tenía manchas del año treinta…un desastre…

Le quedaba enorme. Cero elegancia. Y se nota que poco le importa.

  • Y bueno, es pobre. ¿O no lo entendés?
  • No es para vos. Perdonalo a Román, haceme caso. A los hombres a veces se le va la mano.
  • ¿Vos me estas cargando? Me cagó a palos y vos querés que vuelva con él. NI loca ni borracha ni drogada. La próxima vez me mataría. ¿o no lo entendés?
  • Pero nena, vos imaginte con este pizzerito en el club. Con Román es otra cosa. Alto, atlético, elegante, de buena familia…
  • Con plata…No me rompas más las bolas, mamá.
  • Hacé lo que quieras. Con este chico no vas a llegar a nada. La diferencia social la vas a sentir en algún momento. Y recordá algo: la esencia nunca cambia.
  • Es verdad, la esencia de golpeador de Román nunca va a cambiar. Chau mamá, me voy a la facultad.

 

Victoria se fue de su casa con mucha bronca. No podía entender como su madre anteponía su propio deseo a la felicidad de su hija. Como, todavía, podía imagina a Román como yerno, como marido de su hija, un tipo que la fajó, que le pegó como una bestia. Victoria iba en su auto llorando, su amor por Abel era más fuerte que cualquier amo y ella lo sabía. Sabía que Abel no le iba a fallar porque era un ser noble.

Cuando llegó a la facultad, justo antes del inicio de la clase le mandó un mensaje Abel.

 

  • Hola mi amor, estoy en el hospital. Por suerte Marcelo está mejor. Le fui a comprar unos remedios.
  • Me alegro que esté mejor. Esperemos que no recuerde nada…
  • Por ahora no recuerda nada. Vamos a ver. Yo igual quiero que se recupere y si recuerda tendré que pagar.
  • Ay mi amor…no quiero eso para vos.
  • Ya lo sé…pero me mandé una cagada.

 

Victoria se seguía sorprendiendo por la nobleza de Abel, a ella le parecía que no era de este mundo. Igualmente todavía no podía comprender como había llegado a intentar robar en su casa y como le había disparado a su amigo. Eran las dos únicas cosas que no le cerraban de él. Sacando eso, que no era nada menor, amaba todo lo de Abel, desde su físico hasta su forma de ser. Su sentido del humor y su educación. Y por primera vez dudó de su relación con él, en el fondo sabía que las palabras de su madre, las manipuladoras palabras de su madre, hacían mella en ella, como lo habían hecho toda la vida. << Vicky, hacé esto >> << Vicky, hacé lo otro>> Esas órdenes repiqueteaban en su cabeza una y otra vez como cuando era chica y no tanto. Esas imposiciones. Esas manipulaciones para que siempre termine haciendo lo que ella quería. Pero esta vez no estaba dispuesta en caer en su trampa. Esta vez la iba a pelear por sus propios medios y con sus propios preceptos. Hacía rato que había cortado el cordón con su madre y ella lo sabía, por eso daba los últimos estiletazos para intentar seguir teniéndola debajo de sus polleras siguiendo sus directivas. Sabía que Abel podía ayudarla también ya que a pesar de su edad tenía mucha más experiencia que ella, mucha más calle. Justo cuando estaba por llegar a su casa recibió un nuevo mensaje de Abel que le puso, al fin, una amplia sonrisa en su boca.



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En el texto hay: policial, romance accion y drama, romance

Editado: 28.05.2018

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