Capítulo 34
Hortensia se levantó de la cama de Lili, le tomó la mano y le dio un dulce beso. Al llegar a su habitación se tiró en la cama pero no podía dormir. Daba vueltas y vueltas, en un momento miró la hora y ya eran las dos de la mañana. No se podía sacar de la cabeza a Lili. Más allá de que aborrecía su condición social la chica le volaba la cabeza. Sabía que era inteligente, que no era ninguna tonta. Pensó en hacer ayudarla a cambiar un poco su look, en instarla a que se instruya. En un momento empezó a quedarse dormida. A la mañana siguiente se levantó exultante, estaba feliz y sentía que esa chica le había cambiado la vida pero tampoco se quería hacer más ilusiones de la que debía, pero ¿cómo hacemos para domar al corazón? Su seguridad desaparecía cuando sus sentimientos la ablandaban. Cuando entró en la cocina ya estaban sentados a la mesa Vicky y Abel.
- Buen día, chicos.
- Buen día, mamá. ¡Qué feliz se te ve!
- Y como no voy a estar feliz, mírame bien. Soy hermosa, soy inteligente, soy rica. ¿Qué más puedo pedir?
- Y…tal vez un amor, mami
- No…no estoy para esas menudencias. No es para mí estar atada a nadie, y vos lo sabés. Con tu padre me era muy difícil. Lo que pasaba era que estaba perdidamente enamorada – Hortensia sollozando –
- Bueno…bueno…mami…arriba ese ánimo.
- Estoy de ánimo, hija. Los recuerdos me emociona, solo es eso.
Lili apareció, dio los buenos días y les sirvió el desayuno. Sentía la mirada escrutadora de Hortensia, y era tal cual como se lo había advertido: no era la misma que había hecho el amor con ella la noche anterior.
- Lili, gracias. Te tengo que decir algo. Tenés que comprarte ropa acorde con el nivel de esta casa, así que uno de estos días vamos a ir de compras. Esas chatitas me matan…
- Pero señora, yo con lo que tengo estoy bien, aparte no quiero gastar plata en eso. Necesito ahorrar.
- No te preocupes, yo te lo pago y después vemos. Y no me contradigas.- le dijo Hortensia mientras le guiñaba, picara, un ojo.
- Como usted diga señora. Con su permiso.
- Vaya, vaya…a esta gente hay que tratarla así. A mí me da vergüenza que las vecinas la vean con esas ropas que anda a saber dónde la compró. De cuarta, son de cuarta. Esos lugares donde venden ropa de pobre me deprimen. Pobre chica.
Vicky se quedó mirándola, muda. No la reconocía. Su madre nunca había tenido un gesto así con ninguna empleada de la casa, es más, casi ni les hablaba.
- Mamá, me alegra que tengas buena relación con Lili y que la trates tan bien…dentro de lo que se te puede pedir a vos.
- La gente cambia, mi amor. Se la ve buena chica, simplemente hay que ayudarla un poco, aunque…el que nace para pito…Pero bueno. Haré lo que pueda.
- Está bien mama. Te queríamos contar algo con Abel.
- Desembuchen, chicos. Se les nota mucho que quieren decir algo. No estarás embarazada…¿No? Me muero. Aparte que a tu hijo ni se le ocurra llamarme abuela, sería un horror.
- Noooo…para eso falta, suegrita – le contestó Abel risueñamente –
- No me digas suegrita. Hortensia y punto.
- Bueno mamá…Abel se viene a vivir acá…
- ¿Qué? No...no…no…no…pero como me decís eso.
- Sí, mamá. Si Abel se queda a dormir acá cuantos días por semana, no tiene sentido que esté en su casa.
- No estoy de acuerdo, pero hacé lo que quieras. Yo acá ya no tengo autoridad.
- No te hagas la víctima, mamá.
- Ok. No me voy a poner en contra. Tengo la cabeza en otro lado. Hoy viene a tomar el té Teresita Miján Tolosa…¿Te acordás?
- Si, mamá. Como no me voy a acordar. Siempre tan elegante. Era mi ídola de chica.
- Ya lo sé. Y gracias por la parte que me toca y tocaba.
- No seas celosa, vieja.
- Vieja tu abuela. Ahora me voy al gimnasio. Chau. Ah...avisale a Lili que prepare un buen té con facturas, masas, sándwiches de miga.
Hortensia se fue al gimnasio y los dejó a Abel y a Hortensia solos.