Sueco

Capítulo 44

Hortensia se quedó dos días más en el hospital. Su evolución fue muy buena. Los psiquiatras le diagnosticaron depresión y por tal motivo le dieron unos medicamentos para dicha afección. Su relación con Lili seguía y estaban cada vez mejor. Al volver a su casa, Hortensia se sentía mal porque los medicamentos la sedaban demasiado y ya no era la misma. Hasta el mismo Abel extrañaba a la “vieja” Hortensia.

 

  • ¡Qué cambiada está tu vieja! El otro día hasta me dijo que me quería un poquito…jajajajajajajaja…Impensado.
  • Si, yo no la veo bien con esos medicamentos que le dan, pero tampoco puedo dejar de dárselos. Mira si inenta suicidarse de nuevo.
  • Si, sería toda una tragedia – dijo Abel con una sonrisa y tono irónico –
  • No seas malo, Abel. Es mi madre. Respetala y respeta el amor que yo le tengo.
  • Era un chiste, también reconozco el amor que ella te  tiene a vos y lo bien que te crió. Era una joda, discúlpame.
  • Está bien. Aparte sé que en el fondo la querés…
  • Bueno…tampoco creas en los reyes magos…

 

Victoria estaba con la dicotomía de tener una madre hecha un zombi o correr el riego de sacarle la medicación y que la depresión la obligara a Hortensia nuevamente a querer quitarse la vida.

 

  • Mamá…
  • Si, hija – Hortensia le contestó con una dulzura que no era propia de ella y con una mirada muerta, sin luz y sin brillo –
  • Estoy preocupada por vos, no te reconozco.
  • Yo tampoco me reconozco y ni reconozco a los demás. Pero bueno, así me quieren los médicos. Y de paso no te molesto a vos ni a tu novio. Y todos felices – Hortensia arrastraba las palabras en su intento de hablar como una persona normal –
  • Eso ni vos te lo crees. No te puedo ver así, hasta extraño tus peleas, tus malos modos, tus golpes bajos.
  • Yo extraño esa parte mía más de lo que la extrañas vos. Lo que pasa es que estos medicamentos te bajan a una realidad que no existe, te quita las ganas de confrontar, de pelear. Te hacen un zombi.
  • Si, lo sé perfectamente, son una mierda. Pero mama, tu depresión te iba a terminar matando.
  • Y vos te pensás que ahora estoy viva, que me siento viva. No, claro que no. Pero lo más fácil es tenerme así, sin ser la Hortensia que fui toda la vida, digo toda la vida porque esto no es vida, nena.

 

Victoria se puso a llorar desconsoladamente, le hacía muy mal verla asó. Era otra persona en el cuerpo de su madre. No sabía qué decisión tomar. Estaba en juego la vida de Hortensia.

 

  • Vamos a ir al médico de nuevo, quiero que te revisen de nuevo.
  • Vamos, pero ¿Sabés para qué va a servir? Para que me den más medicamentos, para que me dopen más. Yo ya los conozco. Con mi madre hicieron lo mismo. Mi mamá pasó los últimos años de su vida pepeada, hecha una boluda como yo ahora.
  • Ay, mamá. Yo no quiero eso para vos. Vos eras el alma de la casa con todas tus falencias, todos tus defectos, tus peleas, tus golpes bajos. Hasta Abel extraña a esa Hortensia.
  • Abel es un buen chico, yo me equivoqué con él y lo reconozco. Todos tenemos derecho a equivocarnos y yo quien soy para señalarlo. Sé que tuvo una infancia dura, una adolescencia de mierda. Bastante bien salió.
  • Mama…dejá de actuar.
  • No estoy actuando. Yo también tengo derecho a cambiar. Yo toda la vida fui la misma, la que siempre tiene que tener la última palabra, la irónica, la sarcástica, la inteligente. Y por todo eso tu viejo me fajaba.
  • Papa te fajaba porque era un hijo de puta. Basta de justificar a los golpeadores, papa y Román son dos soretes y no hay excusa. Me jode que pienses así.
  • Bueno, no te pongas así. Espero que Abel no sea de esos
  • Claro que no. Nunca me pegó y nunca lo hará, él es un tipo integro.
  • Si, pero a mí me apuntó con  un arma. Mira que estos medicamentos no me hacen perder la memoria.
  • Bueno, estábamos hablando de otra cosa.
  • Sí…
  • Yo te voy a sacar los medicamentos. No te puedo ver así. No puedo mamá. No sos vos.
  • Está bien, como quieras.
  • Lo que no entiendo es porque llegaste a esa decisión…
  • Nena, cuando tengas mi edad lo entenderás. Yo siempre fui una mujer hermosa, todavía lo soy. Pero no puedo verme como me veo, arrugada, con las carnes caída…vos no te das una idea el cuerpo que tenía yo, los hombres morían por mi cola. Era la reina a donde fuera. Tuve miles de amantes y pretendientes. Siempre estuve con el tipo que quise, ninguno se me resistió. Y mírame ahora, una anciana. Ahora para estar con un tipo o una tipa que me guste tendría que pagar. Y en definitiva es lo que hago con Lili.
  • Es muy frívolo todo lo que decís, encima seguís siendo hermosa. Pero no todo es la belleza física y la juventud. Hay otras cosas. Vos sos una mina culta e inteligente, y a muchos hombres les gusta ese tipo de mujeres.
  • Los hombres solo quieren la carne, no les importa las minas intelectuales, no me hagas reír, nena. Cuando seas más grande me vas a dar la razón.
  • Yo no creo que Abel…
  • Basta de hablar así de Abel, parece que hablaras de Jesucristo – la interrumpió Hortensia –
  • Yo no digo que sea perfecto.
  • A él gustaron tus tetas, tu cara, tu posición económica, tu casa. No me jodas hija.
  • Pero le gustaron otras cosas.
  • Como vos digas.
  • Te voy a cortar la medicación, mamá. Pero prométeme algo…
  • Hace lo que quieras.
  • Prométeme que no vas a intentar matarte otra vez, por favor.
  • Vos me conocés. Yo nunca prometo nada, y en esta situación menos. El suicidio es la única salida que tenemos cuando no hay salida. ¿Cómo podría prometerte que no voy a querer huir de este mundo de mierda?



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En el texto hay: policial, romance accion y drama, romance

Editado: 28.05.2018

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