Capítulo 52
Lili la miró a Hortensia y ese fue su gran error. Al ver sus lágrimas, sentidas o no, le rompió el corazón. Nunca había visto a Hortensia con esa cara, con ese sufrimiento y pensó que nunca la vería pidiendo por favor; por favor que se quedara. Lili estaba a pocos pasos de la puerta, volvió sobre sus pasos y abrazó con fuerza a Hortensia. Quedaron así por unos instantes que perecieron eternos pero que habían sido unos escasos segundos. Casi en silencio. Era Hortensia la única que hablaba, le decía al oído a Lili que la quería, que se había enamorado de ella como nunca en su vida, que no la dejara, que se iba a portar bien con ella y con la gente en general. Lili no le creía demasiado esa última afirmación.
- Hortensia…usted está enferma. Debe ir a un especialista.
- ¿Enferma de qué?
- De la cabeza. Usted debe ir a un psicólogo o un psiquiatra. O a ambos, o a una junta. Usted no puede ser así, tan hiriente y tan mala, a veces.
- No soy mala. Yo tengo una coraza y vos lo sabés. Vos me conocés.
- Yo sé que no es mala y por eso la quiero, pero no se puede lastimar tanto a la gente. Usted goza con eso.
- Sí. Pero no lo puedo controlar…
- Y bueno, por eso le digo lo de ir a un especialista. Le va a ir bien…
- Tengo miedo de dejar de ser…yo…la Hortensia de siempre.
- A ver…está bueno se irónica y sarcástica como lo es, todos amamos esa parte suya, pero todo tiene un límite. Usted se mete con cosas jodidas que saben a al otro le van a doler y ese es el problema.
- Está bien. Voy a ir una psicóloga. Me va a hacer bien seguramente, aparte ya lo tenía pensado hacer. Pero no te vayas, por favor. Te voy a pedir que te quedes todas las veces que sea necesario, no porque haya perdido mi orgullo, sino porque sé que no te querés ir, sé que te querés quedar y que me querés…
- Está bien…
Hortensia le dio un fuerte abrazo mientras le besaba el cachete derecho y le acariciaba suavemente la cabeza.
- ¿Viste? Ya lo sabía
- Usted siempre sabe todo y siempre se sale con la suya. Que poder el suyo…
- ¡ja! Bueno, dale un poco de mérito al amor.
- Claro que se lo doy, si no sintiera lo que siento por usted me hubiera bancado todas las cosas que banque. Pero se acabó. Esta relación es de dos; de dos pares…usted no está ahí arriba donde cree y se lo han hecho creer, ni yo estoy abajo suyo…soy su empleada, si y ahí recibiré órdenes. Pero como pareja somos iguales.
- Si, está bien. Así debe ser. Te pido disculpas.
- No, no me pida disculpas.
- Quiero que me tutees…
- No, por ahora no. Vamos a ver con el tiempo…
- ¿No me digas que es por la diferencia de edad…?
- ¡Ja! Yo no dije eso…pero bueno…podría ser mi madre –le dijo Lili con una pícara sonrisa que derritió el incipiente enojo del rostro de Hortensia –
- ¡Qué mala! Después la guacha soy yo…
- Era un chiste...Bueno, yo igual me voy un rato. Voy a comprar un par de cosas y a dar una vuelta para pensar y acomodar un poco mis ideas.
- Pero… ¿volvés?
- Si, yo se van a librar de mi tan fácil…
Lili salió de la casa mientras Hortensia la despedía desde la puerta. Se fue a su habitación y no veía la hora para contarle a Victoria lo sucedido. Se quedó en la sala viendo un poco de tele, como mirando sin ver, hasta que llegó Victoria.
- Nena…te estaba esperando…
- ¿Pasó algo?
- No, solo una pequeña rencilla con Lili. Pero quedó todo aclarado.
- ¿Qué le hiciste, mamá?
- Nena…vos me conocés…ella se enojó por mis modos, por mi forma de hablar, mis ironías, todo eso que me hace encantadora pero que, a la vez, espanta…
- Encantadora…
- Sí. Pero Lili tiene razón, todo tiene un límite. Yo no puedo pásamela denigrando a la gente.
- Bueno, al fin te diste cuenta.
- Si…y hasta le pedí por favor que se quedara.
- ¿Vos pidiendo por favor? Como me lo perdía.
- Si, me salió el lado sensible...eso que vos tenés…
- Y que tiene de malo ser sensible. A mí me gusta serlo, me lo decís como si fuera algo malo…
- A mí no me gusta que me vean vulnerable…
- Ay mama…
- Y bueno. A mí me gusta que me vean fuerte. Yo soy fuerte.
- En el fondo creo que no lo sos.
- Importa lo que cada uno irradia, lo que la gente vea de vos. Uno se tiene que mostrar de una manera que los otros la respeten. Yo viví muchas cosas y por eso soy así, dura.
- Claro, es solo un caparazón.
- Yo en la vida perdía muchas veces y eso me hizo crecer. La gente se la pasa hablando de sus triunfos, de sus bondades, de sus cosas positivas. Pero el fracaso es el gran maestro, no hay dudas de eso. Lo que pasa es que hay que saber sacarle el jugo, no todos saben. A mi moldeó, yo soy mi propia obra y me jacto de eso. A mí nadie me puede señalar con el dedo. Yo soy esto que ven.
- Está bien mamá, eso lo escuché miles de veces.
- Y lo escucharás un millón más. Pienso vivir muchos años.
- Ojalá.
- Y otra cosa…
- Bueno…cuantas cosas…
- Es algo que hace mucho que tengo pensado y ahora ya me decidí: voy a empezar terapia.
- ¡Me parece muy bien! Enhorabuena
- Quiero cambiar mis formas. No puedo herir a la gente todo el tiempo.
- Ya que lo asumas es un gran paso. Eso me enorgullece de vos.
- ¿Eso solo?
- Tonta…muchas cosas más…y lo que dijiste que sos tu propia obra también, sos tu obra maestra…con algunas deficiencias que tal vez el psicólogo pueda arreglar…
- ¡Ja! Esperemos...
- ¡Qué envidia le voy a tener a ese psicólogo! Amaría tener a una paciente como vos…escribiría un libro. No creo que nunca me toque una como vos…
- ¡Ja! Esperemos que me arregle un poco, como vos decís.
- Sí, dalo por hecho. Te va a sacar buen.