Sueco

Capítulo 62

Después de las palabras de Hortensia el ambiente estaba más pesado que antes y eso era decir mucho. Hortensia seguía en la barra saboreando ese wiski que parecía alcohol de quemar. No se escuchaba ni una mosca en el lugar, parecía que solo había chicos que se habían quedado callados luego de que su maestra los hubiera retado. Hortensia terminó el trago que le produjo un gran asco pero no lo dejó traslucir en su rostro. Tenía que seguir con su actuación. Le pidió la cuenta al barman, el hombre le dijo oralmente lo que debía y Hortensia le pagó dejándole una muy buena propina. EL hombre le agradeció de una manera servil sobreactuada. Mientras Hortensia se retiraba le dejaba a cada uno de los hombres una tarjeta con sus datos. Sabía que se la estaba jugando, sabía que tal vez entre los hombres habría algún ladrón que podría ir a su casa, pero ni eso le importó ya que ella solo quería la verdad, la pura y cruda verdad.

 

  • Bueno, yo me voy. Si tienen alguna novedad, si por arte de magia se les refrescó la memoria y tienen algo que contarme, ahí en la tarjeta tienen todos mis datos. Y no quiero avivadas, quiero datos concretos. EL precio de la información que me pasen lo ponen ustedes, yo pago y tengo palabra. Soy una dama señores. Buenas noches.

 

Se oyó un murmulló que eran, en realidad, las voces de los hombres queriendo saludar a Hortensia. Se los veía con miedo, amedrentados. Hortensia los había pasado por encima, era tal su personalidad que ni los más guapos de los parroquianos se animaron a hacerle frente.

 

  • Yo le iba a para el carro a esa cogotuda, pero bueno…es una mina, como la vas a tratar. Tal vez le levantas un poco la voz y se te pone a llorar – dijo uno de los hombres mintiéndole a los otros y, sobre todo, mintiéndose a sí mismo.
  • Claro, yo también estuve a esto – el hombre mostraba su dedo pulgar casi tocándose con su dedo índice – de decirle algo.  Pero estas minas no tienen calle, seguramente iría corriendo a la comisaria a denunciarme por violencia de género, esa gilada que ahora esta tan de moda – mintió y se mintió otro de los hombres –

 

Todos los demás callaron y miraban a esos dos guapos de cafetín. Casi todos se habían guardado de la tarjeta que les había dado Hortensia, casi ninguno la tiro.

Luego de ese episodio los días fueron pasando y Hortensia no había recibido ninguna noticia alentadora. Solo la habían llamado un par de graciosos para darle mala información, y uno de ellos la había invitado a salir. Hortensia rio antes esos pelagatos que para nada servían, hasta que uno que la llamó la convenció de que tenía información bien fresca.

 

  • Hortensia…señora Hortensia…
  • Sí, quien habla…
  • Soy Cucho… soy uno de los hombres que estaba en el bar del barrio pobre…a ese que usted fue hace unos días…tan elegante…
  • SI… ¿Tenés información? Sino no me hagas perder el tiempo…
  • Sí, tengo…se quien hirió al comisario…
  • Ah sí…y que más…
  • Y la puedo acompañar a donde está preparando algo el Abel, no sé qué, pero tengo las llaves del lugar.
  • Ok…quiero que nos encontremos. No me digas nada por teléfono…
  • Bueno…no sé dónde…
  • Venite para casa…
  • ¿Sí? Bueno…pero no quiero que me vea nadie…
  • Ok. Anda al bar que está en la avenida grande, la que separa mi barrio del tuyo.
  • Ok. Voy a estar con un buzo negro con capucha.
  • Ok. Te quiero en una hora ahí. Y quiero que vayas solo. Nada de boludeces. Yo voy sola.
  • No se preocupe, Hortensia.

 

Hortensia cortó y no dudó ni un momento en que ese hombre le diría la verdad que, por fin, le sacaría la careta a Abel. Se bañó, se puso cómoda y diez minutos antes de la hora, salió con su auto. Llegó rápidamente a la avenida y cuando paso por el bar lo vio al hombre que la estaba esperando. Le tocó la bocina y le hizo un ademan para que se acercara al auto. El hombre le hizo caso y fue hacia el auto. Subió y cuando se sacó la capucha Hortensia se dio cuenta de que era casi un adolescente. La voz gruesa la había engañado.

 

  • Bueno…a donde me lleva…vamos al centro. Ahí nadie nos va a ver. Vamos a comer algo y me contás todo. Sin rodeos por favor, sin verso. Quiero la verdad.
  • Yo quiero diez mil…
  • Que barato resultaste…
  • Diez mil dólares. Usted dijo que teníamos nuestro precio. ¿Se acuerda? Habló de billetes sucios…bueno…yo quiero diez mil sucios billetes verdes…tengo mi precio… o acaso ¿Usted no?



#48894 en Novela romántica
#7869 en Chick lit
#4140 en Detective
#1258 en Novela policíaca

En el texto hay: policial, romance accion y drama, romance

Editado: 28.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.