Sueño de Muerte

Sueño de muerte

I Parte

El silencio mortífero del fuego del cielo se pasea en nuestros tiempos, las rosas del infierno están floreciendo; las nubes en este mundo siempre permanecen como la luz del fuego eterno, sangre y muerte es nuestro anhelo; vida eterna y paz es el suyo en el empíreo, mientras ojeas las letras de un pasaje desconocido, espectros en su mundo te observan y mi presencia siente desde lo más oscuro en tus sueños, que aunque los ojos estén abiertos, tu espíritu y alma habitan siempre en calma y su destino es la muerte en el tormento. Mientras en la oscuridad del inframundo perece el color vivo del mismo cielo, que se encuentra entre colores verdes de pasto hasta la luz vibrante en el suelo, donde carecen de creativa morbosidad por lo que es la verdadera maldad. Tierra rocosa y azulada en la que habito, opuesto al infierno donde el cielo es azul y a nuestra vulnerable naturaleza le llaman horror, le dicen maldad, y a cuya infamia aborrezco.

Mi espíritu lleno de “amor de lumbre”, desea la sangre de aquel joven que nace en mis sueños, por quién mi alma habita en el infierno; se llama Rubén “el vector”, quien me transporta en el ensueño: me llena de pavor, me enamora su cabello negro, su deseo de amar y ser siempre bueno, pero me aterra en mi duro corazón, cómo el mismo frio del invierno.

Toda esa maldad, ese anhelo por matar, es el deseo, la vehemencia por la estirpe en su plena mocedad, las almas perdidas que a gritos piden piedad, los espíritus malignos que en compañía carecen de bondad, cuando destruyen hogares, quitan vidas, van por su mundo espectral acabando en desgracia sin temor y llenos de feridad; se trata de quienes me sirven por potestad, mientras aquel sabueso infernal, lo hace por amor y es esa ignota sensación, la que aviva mi espíritu en mortandad.

Mis horribles alas blancas han marcado mi condena, pues en mi pueblo me miran con desprecio, aunque me temen por ser la hija del supremo, el rey de la luna negra, el núcleo y lazo de la pureza oscura como tan fantasiosa que es la perversidad de mi mundo, ardiente entre los huesos, rocas de la avaricia, aposento de la malacia, mientras Rubén adora mi alma, que la suya envenena, por deberme respecto en comprensión sumisa con tierna armonía. Mi fiel amigo desde los colmillos hasta el pelaje negro siempre me protege del “ser” bueno, del ser supremo. De aquellas almas que “ángel” me apodan y que para compensarlas mi ardiente espíritu se alimenta de la viva sangre de sus sueños. Rubén es mi mejor amigo desde el mundo real hasta las flores del verano, donde las hojas caen para renacer en un mundo nuevo.

Hace unos años cuando sus padres los vectores del infierno, fueron atacados por su majestad Trilermo, el rey eterno de la luna negra, aquella que da vida a quienes habitan en mi reino, y cuyos enemigos en este mundo dicen ser muertos.

Aquel pasado fue terrible al ver la muerte de la diosa del fuego, quien cayó en manos de su querido amado Trilermo, mientras los vectores intentaron atacar transportando luz divina para desvanecer nuestra magia maldita, y consigo hacia la primogénita del rey, ésta joven cubierta por sus alas blancas, sin percatarse del buen corazón del joven Rubén, quien en su buen acto, protector de su princesa, enfrentando a sus mismos padres, ahora como fiel canino habita en peor mundo que el huerto de Lilibeth, donde no habitaría ni el mismo Lucifer.

Marcando este suceso la furia errante de mi padre quién por muerte de mi amada madre, destruyó gran parte de nuestro mundo, incluyendo los padres de Rubén, quienes habitan en el ensueño, dicho ensueño al que los habitantes llenos de maldad ascienden al renacimiento del oscuro cielo.




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