¿Has escuchado ese silencio? Es el llamado del rey eterno, busca entre las sombras aquella alma perdida que se encuentra en el ensueño. Mi espíritu no es más que un mensajero, soy la portadora de las almas que luchan contra la muerte, y desafían su llamado con el deseo de ser almas ávidas, en vez de gozar la vida oscura de los muertos vivientes. Entre la oscuridad tu mundo y el mío, hay infinitas diferencias, el mío es ferviente pasión y el tuyo fría benevolencia, donde los espíritus se encadenan, al paso de la luna brillante y esbelta, la que guía a las almas al llamado de sus presas.
Recuerdo aquella noche en la que en mis sueños conocí al señor de los huesos, es un espíritu maligno, que vela por los cuerpos muertos, es el que le da vida al cementerio y la neblina que habita entre esqueletos. Es por aquel hombre, guardián de la noche, que el 31 de octubre me prometió volver a verlo, espero adorar ante la preciosa muerte todas las almas que como saltamontes salen de sus tumbas al mundo sin aceptar una bienvenida primero.
Anduve entre el pasto y la arena, me metí en zonas profundas y prohibidas pero estas casi eternas, hallé a este hombre, con cadenas y calavera, ropas desgarradas y sombrero negro a la velada que en su inclinación de reverencia expone su clamor a mi presencia, que entre truenos y relámpagos anuncia mi llamado, y antes de dar un paso más, menciona lustres palabras de mi belleza:
Diosa de la luna negra y el fuego,
reina de millares de altezas,
cuerpo imputable y cuya belleza
no se llena de mador.
Es usted la más preciosa mujer
que mis ojos puedan contemplar,
mientras sus pasos en tierra
son como regazos a las flores muertas.
Hallando en su espíritu calma
percibiendo su grandeza,
no hay poder más grande que
pueda reflejarse en el cerúleo de su mirada,
aquella tan dulce pero que a su vez
alardea con razón
sobre su fiel potestad y alta presencia.
Le debo en gracia mi absoluta reverencia.
Soy el espíritu “Casaca de Matraca”,
guardián de la noche y
proveniente de más allá del muro.
Ahora ya basta de ser tan locuaz,
para resarcir una vez más,
esta ocasión sin tantas palabras,
el no haberla recibido como su máxima excelencia.
Desde el mismo infierno, hasta el oscuro renacer, fue espeluznantemente hermosa la danza de la muerte, salieron de las tumbas disparados los más puros sangrientos, desde el cuerpo y los huesos hasta el aliento de su más viva pasión por derramar sangre y sin comparación con la fuerza de voluntad de cualquier hombre y firmeza, o incluso la multitud de almas que habitan con mi espíritu que activadas por la cordura de su gran viveza, por mi corazón de piedra cargado de ardiente fuego que corre en mis venas, movido por las estaciones que brotan en esta tierra, miles de emociones inspiran mi espíritu urente, que lleva su maldad más allá del oriente o el occidente.
Todos aquellos esqueletos fueron tras mis pasos, con hachas y guadañas, cubiertas de sangre fresca color escarlata y con trozos de barro, rumbo a nuestra noche, llena de tristeza, dando a garras, machete, palo y guadañas a quien en el camino se atraviesa; por la nobleza de mi buen corazón, contuve en mis manos el cuerpo perdido de un pequeño niño al que sin compasión y sin escuchar ningún alarido, no temí por acabar con su vida, me enfada tal descuido de quienes no velan por sus hijos, al cual con delicadeza he arrebato su aliento al incrustar mis dedos primero para adquirir el meollo de su interior, dando comer a Rubén, con la fría voracidad que devora órganos y riñón de todo el espectáculo y su ímpetu belleza. Guardianes de la noche han hecho de esa como ninguna, mi gran hazaña de los sueños, que miles de almas ha devorado mi “ser” como alimento de laguna en plato a merced, a dar por muerte a cuerpos durmientes, desde los pies hasta su vil retrato, entre entrañas y a suerte, hemos desdichado conjuntamente, como obra de un sueño de muerte.