Sueño en blanco.

I

El reloj de su teléfono comenzó a sonar con ese pitido irritante. Con molestia, Elizabeth fue a callarlo para que no la molestara y trató de dormir de nuevo... No lo consiguió. 

Se levantó con el cabello completamente desordenado. Cuando fue a ver la fecha, una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. Era su cumpleaños. Pensaba que todo sería diferente ese día y estaba muy ansiosa de bajar y encontrar un desayuno especial o de recibir el abrazo cariñoso de sus padres.

Entonces recordó el sueño que tuvo y se sonrojó. Aquel chico hizo que su día comenzará con el pie derecho. Estaba feliz; una felicidad que hacía mucho no experimentaba. ¡Y todo el día de su cumpleaños! Aquella era una buena señal. Ése tendría que ser el mejor día de su vida. 

Fue al baño a darse una ducha que terminó de despertarla y se puso su ropa favorita para comenzar aún mejor el día. Estaba ansiosa por contarle a Sonia todo lo que había soñado. « ¿Qué te parece amiga? ¡Un sueño de cumpleaños!», le diría. Con una sonrisa bajó a la cocina con la espectativa de ver a sus padres esperándola para desayunar... Pero lo que se encontró fue otra cosa.

Sus padres yacían tirados en el sofá, acostados boca arriba y con varias botellas alrededor. Por supuesto: sus padres eran alcohólicos. Ella lo había olvidado por completo... Se encogió de hombros, resignándose y se preparó su desayuno. Hizo unos pancakes para ella y otros más para sus padres, insinuando que ellos se levantarían con hambre y querrían devorar lo primero a su paso: los pancakes, en este caso. 

Después de desayunar, se cepilló los dientes y terminó de arreglarse. Al verse al espejo, vio que no estaba tan bonita como en su sueño... Pero tampoco estaba tan mal. Vio a sus padres una vez más antes de irse y se el ocurrió bajar una cobija para ellos. Así podrían dormir sin tanto frío. 

Cerró la puerta y se fue, dejándolos en el sillón. 

En el camino le iban llegando recuerdos del sueño que había tenido. Su felicidad iba en aumento aquel día: quizás no haya tenido su desayuno, pero podía seguir soñando. Y eso era importante. 

Al llegar se encontró con su mejor amiga Sonia. La rubia la saludó cordialmente con un beso en la mejilla y un abrazo. Elizabeth se dio cuenta de que Sonia escondía algo en su espalda. 

— ¿Qué es eso, amiga? —preguntó señalando. 

Ella sonrió pícaramente. 

—Qué curiosa eres, querida amiga. —dijo—. Me pero me alegra que lo preguntes.

Se sacó el misterioso objeto de la espalda, el cual resultó ser una caja de cartón envuelta en un colorido papel y un moño. Tenía una tarjeta pequeña al lado que decía: Feliz cumpleaños. 

Elizabeth se emocionó al ver el regalo y le agradeció a su amiga, abrazándola con todas sus fuerzas. La muchacha estaba feliz de que el regalo fuera del agrado de su mejor amiga, a pesar de que no lo había abierto todavía. Pero cuando estuvo a punto de hacerlo, se acercó a ella una muchacha de cabello negro como el carbón hacia ellas. Rió irónicamente al ver a Elizabeth. 

—Vaya, vaya, vaya. Miren a quien tenemos aquí... —decía burlonamente. 

Sonia miró a todos lados. 

—Pero yo no veo a nadie junto a ti —replicó. 

Mercy no le hizo caso al comentario de Sonia. Miró a Elizabeth de arriba a abajo y sonrió.

—Veo que hoy te arreglaste. Muy bien, querida, dos puntos para ti. 

— ¿Qué es lo que quieres, Mercy? —preguntó Elizabeth. 

— ¡Oh, nada! Sólo quería desearte feliz cumpleaños —se acercó lentamente a Elizabeth. La muchacha trataba de escapar de Mercy pero no podía; estaba contra una pared. 

— ¡Déjala en paz, Mercy! —gritó Sonia. En ese momento, fue atrapada por un par de brazos que la inmovilizaron. Estaba atrapada. 

—Creo que te hace falta un retoque... —dijo antes de tomar con una mano el mentón de Elizabeth—. Tu cabello es rojo. ¿No es eso extraño?

Elizabeth asintió con la cabeza.

— ¿No te gustaría tenerlo rubio como Sonia? Seguro que detrás de esa fachada de mejores amigas, tú la envidias mucho. 

Sonia dejó de luchar al escuchar eso de la boca de Mercy. 

Elizabeth no respondió de ninguna manera a aquella acusación. Mercy sonrió. 

—Yo te puedo ayudar.

Dicho esto, sacó una taza de pintura amarilla. Estuvo a punto de echársela en el cabello pero la campana sonó. Mercy suspiró.

—Lo lamento. Pospondremos la sesión de belleza —dijo soltándola bruscamente. Se acercó a ella y le susurró en el oído—. Recuerda esto: Nunca serás perfecta. 

Dicho esto, Mercy se alejó y Sonia quedó libre. Corrió hacia su mejor amiga y la abrazó. 

— ¡Lo siento! Debí haberte defendido mejor. 

Elizabeth tenía una mirada vacía. Sonia trató de mirarla a los ojos pero ella se resistía. 

—No te preocupes, Sonia —decía mirando el regalo de su mejor amiga—. No hay nada ni nadie que pueda arruinarme el día de hoy. 

 

 

Después de las clases, Sonia se le acercó de nuevo a Elizabeth para disculparse con ella. Elizabeth le dijo que no era necesario; nada de lo que pasó había sido su culpa. Sonia se despidió de ella abrazándola y luego se fue a su casa, tomando un camino diferente al de Elizabeth. 

Mientras caminaba, montones de cosas cruzaban por la mente de Elizabeth. No paraba de pensar en el sueño que había tenido y esperaba con ansias llegar a su casa para ver si podía volverlo a tener. 

Se recostó en su cama con la caja de regalo de su mejor amiga en las manos. Sus padres no estaban en ese momento. Cerró los ojos y se quedó profundamente dormida. 



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En el texto hay: romance baile

Editado: 01.04.2019

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