SueÑo (im) Posible || El Matasanos & La Moribunda * T.E Ii

PRÓLOGO

HOLA MIS AMORES .

LES DEJO EL PRIMER PROLOGO.

ESPERO SUS REACCIONES.

JEN <3<3<3

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MORIBUNDA

ANTONIETA

(Philadelphia - Estados unidos)

Finales de mayo de 1808…

Lo único Seguro que tenía en esos momentos Antonieta Coleman, es que no se quería morir, aunque la resignación era algo recurrente en sus minutos de existencia, pese a que se negaba si quiera mirarse al espejo para que este no reflejara lo muerta que se apreciaba cuando aún respiraba, y se sentía con ganas de devorarse el mundo de la misma manera que le habia enseñado Evolet, su única y mejor amiga.

Aunque ese era uno de esos días, por no decir la semana entera en específico, en que ni siquiera tenía ánimos de levantarse o de mover mínimamente los parpados.

No le dolía el cuerpo, ni siquiera la tos seca la estaba invadiendo y los latidos de su corazón eran inusualmente regulares.

Nada la afectaba.

¿Entonces porque su humor iba en declive?

Llevaba semanas enteras con la somnolencia a tope, comía obligada, y odiaba preocupar a sus padres porque no era justo para ellos que fuese tan desconsiderada, pero sencillamente el cuerpo no le respondía, llenándola de una angustia que le hacía formar en su mente posibles escenarios.

En donde inevitablemente la vida se le estaba yendo como agua entre los dedos.

¿Por qué?

Ella solo quería tener un poco más de tiempo.

Conocer a los futuros hijos de su amiga Evolet, saber que era feliz, que sus padres estuviesen tranquilos y resignados a que no estaría con ellos por más tiempo, y tal vez si la vida le daba un pase especial, conocer a un caballero al que no le fuera indiferente, porque su prima Serafina le había instalado esa loca idea en la cabeza.

Amar y ser correspondida.

Y eso sí que era una reverenda barbaridad.

Mira que pensar en dejar otro corazón roto no era algo amable por su parte, pero que bonito era soñar.

Esa simple especulación provocó que hiciera el amago de carcajearse, saliendo todo lo contrario porque la tos la invadió hasta el punto de conseguir que se sentase de golpe buscando el vaso de agua que por lo regular se ubicaba en la mesita de noche que permanecía pegada a su cama, dando con este sin mayores contratiempos bebiéndoselo en pequeños sorbitos para no agravar el asunto, solo dándose cuenta de lo fácil que resultó cuando la tos fue en retroceso, y tras un suspiro de alivio abrió los ojos, pestañeando con presteza adecuándose a la luz, quedando pasmada cuando en vez de encontrarse con sus padres o una doncella se topó con unos ojos azules que le impactaron de manera letal en el pecho, consiguiendo que se quejase de forma audible, dejando caer el cristal mandándose la mano al lado afectado, sobándose el área con contundencia, mientras volvía a cerrar los parpados pensando que era un sueño, pero al volver a abrir los ojos la imagen fue más nítida, y su aroma le llenó al completo las fosas nasales.

El rostro varonil lleno de picardía y plagado de pecas, las cejas gruesas rojizas, una de estas enarcada con curiosidad palpable, la boca rosada y gruesa que le hizo remojarse los labios pese a que sentía la garganta seca.

Lamentándose no poder seguir reparando en su físico, porque habló haciéndola gemir de manera poco disimulada, de una forma que asoció con el placer, pues su acento extranjero combinado con esa voz varonil resultaba algo difícil de digerir.

—¿Cómo se siente, señorita Coleman? —sabía quién era.

Tenía ganas de responderle, pero no encontraba su voz, ni siquiera recordaba cómo se hablaba y no ayudaba el hecho de que la mirase con un brillo extraño en sus bonitos ojos azules que no supo descifrar.

Tragó grueso sin poder despegar su mirada del plano privilegiado que le estaba dando de su faz.

¿Quién era ese hombre?

¿Qué hacía en su habitación?

¿Quién le habían dado el permiso de entrar?

¿Por qué no tenía miedo?

Por lo menos, no de él.

¿Qué era lo que estaba sintiendo?

Se alteró cuando intentó tocarle, haciendo que tomase la sabana y retrocediese con la boca entreabierta y la respiración acelerada, mientras este alzaba las cejas con sorpresa por su actitud, abriendo la boca para decirle algo que no alcanzó a formular, porque la puerta de la habitación fue abierta y con esta se introdujo una voz familiar.

—¡Hasta que despiertas, hija! —la vitalidad de su padre le recorrió cada parte del cuerpo como siempre lo hacía, aunque en ese momento sentía otra cosa.

¿Por qué le hormigueaba la piel?

Respingó y giró la cabeza de forma antinatural tras reconocerlo, como si fuese de alguna manera su salvación, pero ¿De qué?

» Me parece estupendo que ya hayas conocido al Doctor Stewart —¿Doctor?

¿Por qué se sentía decepcionada?

—Apenas y ha abierto los ojos, Señor Coleman. No hemos tenido tiempo de interactuar —su padre sonrió restándole importancia a la situación, mientras se dirigía a los ventanales y sin mayor protocolo abrió las pesadas cortinas, haciendo que la luz se filtrara al completo dejándole la imagen del aparente medico expuesta, provocando que al apartarse para quedar al lado de su padre pudiese notar lo alto que era, y el cuerpo atlético que portaba, destacando el cabello algo crecido rojizo que se asemejaba al fuego.




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