SueÑo (im) Posible || El Matasanos & La Moribunda * T.E Ii

VIII

ALISTAIR

Si no estuviese al corriente de como su familia se llevaba, y del nivel de energía que derrochaban cuando estaban reunidos, incluyéndose, se hubiese quedado pasmado como la rubia.

Cuando la vio quiso calmarle, porque claramente pensaba que era su culpa, pero decidió morderse la lengua.

Las distancias estaban claramente marcadas, y era un hecho que no serían amigos, o algo que se le pareciese, aunque lo ocurrido en ese barco no pudiese sacárselo de la mente.

Necesitaba poner su cabeza en orden.

Intentar ser el mismo de siempre.

El que gozaba con las travesuras hechas a su hermano mayor sin importar la edad, pero se le estaba haciendo cuesta arriba cuando las emociones le estaban bloqueando.

Dejándolo a la deriva sin saber a qué apegarse, cuando era un hecho que las cosas se estaban saliendo de control, porque nadie veía lo que era en realidad Antonieta Coleman, pues se la habían pasado discutiendo y sacando a relucir sus dotes exasperantes, cuando la dama por lo menos cuando dormía resultaba ser un maldito ángel con todo y alas.

Carraspeó intentando centrarse en los tomos que componían la biblioteca, porque ese fue su refugio escogido al tener en la mente un propósito.

Esperando hallar algo para que parte de su frustración menguara, pues llevaba meses en ese empeño y seguía en el mismo callejón sin salida.

Le queda poco tiempo.

Eso lleva diciendo su padre desde que nació.

Se ha mantenido por un milagro.

Eres médico, y claramente no crees en aquello cuando se te enseñó que para eso existen les médicos. Para sanar a los enfermos, no para quedarse cruzado de brazos esperando un fenómeno que no tendría una explicación coherente.

¿Entonces como resistió si el creador no tuvo nada que ver?

Respingó cuando escuchó la puerta de la biblioteca ceder, y sin saber porque, se escondió con el corazón retumbándole frenéticamente en el tórax, mientras reconocía quienes eran los seres que osaban a irrumpir en su amago de refugio.

Al principio solo fueron las pisadas, hasta que el aroma a violeta que desprende cada parte de ella empezando por su cabello impregnó el ambiente, deduciendo que su padre habia escogido ese lugar para tener unas palabras con la rubia.

Sacó la cabeza para corroborarlo, advirtiendo como la susodicha se quedó pasmada en medio del salón para después caminar a uno de los extremos para admirar los tomos específicamente al lado de la estantería donde él se hallaba oculto, yendo hacia esta hipnotizada por lo que habia.

Eran textos de medicina antigua.

Como de muchas otras especialidades que existían, sin embargo, siempre había notado que la americana intentaba empaparse de lo que se pudiese con respecto a su enfermedad, queriéndole preguntar en múltiples ocasiones, pero mordiéndose la lengua si tenía la esperanza de hallar una respuesta para que todo fuese más sencillo y llevadero.

Porque claramente no es que fuese tan soñadora para buscar hasta encontrar una cura milagrosa, más bien, resultaba una de las mujeres más centradas que había conocido, y eso también le indicaba que todo era por neta curiosidad.

Las ansias de comprenderse.

De conocerse enteramente para aceptarse por completo.

Para…

Admiró embelesado como paseaba uno de los dedos por los lomos deteniéndose en uno en particular, haciendo que tragase grueso porque se conocía esa balda de memoria, y sin tener una visión plena aparte de la de su perfil sabía cuál era el que le habia llamado la atención, removiéndole recuerdos que le hicieron picar los ojos.

—¿Te gustaría algo de tomar? —soltó de pronto su padre, haciendo que la dama dejase de cavilar y lo mirase.

—Muchas gracias por pensar en mí, y no infravalorar mis gustos, pero su hijo me tiene prohibido siquiera oler el ponche —la respuesta fue una risa baja ronca que lo hizo entrecerrarlos ojos, porque su padre no era de los hombres expresivos que se habrían con un desconocido, y aunque Antonieta lo hubiese atendido eso no era un vínculo fuerte, más bien, una relación médico-paciente y su progenitor resultaba aún más frio, teniendo en cuenta, que odiaba las medicinas.

—Seguramente puede causar algún efecto secundario por el tratamiento —tampoco tuvo tacto de mencionar el tema de su enfermedad, pero de igual manera Antonieta solo se carcajeó en respuesta.

—Se podria decir —¿Qué estaba pasando?

Ocurría algo que no entendía y tampoco le gustaba.

—¿Algo que te gustaría comunicarme? ¿La razón de tu poco apetito por ejemplo? —lo escuchó preguntar con un tono que lo alertó.

Como a la defensiva.

Con demasiada familiaridad para su gusto.

—Creo que fui bastante elocuente en la mesa como para el resto que me queda de estadía en este lugar —mucha confianza.

No estaba el tono de respeto distante.

La cercanía se podia palpar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.