SueÑo (im) Posible || El Matasanos & La Moribunda * T.E Ii

XII

ANTONIETA

Si se sentía enojada no era precisamente por ella.

Después de todo, omitir información era parecido a una mentira y estas siempre caían por su propio peso, y por eso mismo aceptaba gustosa las consecuencias de sus actos, pero consentir que ofendiesen el nombre de su padrino y quedarse cruzada de brazos era algo que le parecía inadmisible.

Porque lo ocultó que se conocían por razones egoístas, por no sentir algún tipo de apego por más personas de las necesarias, al igual que no quería ver sus rostros de lástima, ya que viniendo de personas importantes era cuando realmente calaba.

Ni bien llegó a sus aposentos en ese lugar donde nunca fue bienvenida, cerró los ojos apoyándose en la madera, tratando de regular su respiración y latidos de un corazón que en esos momentos sentía oprimido.

Inevitablemente su rostro vino a su mente como si este hubiera sido sustituido por todas sus neuronas, tomando posesión de un lugar que no quería que le perteneciera, porque le estaba doliendo su trato y dudas.

Sabiendo de ante mano que era algo que no cambiaría, y por eso, antes de que el sufrimiento se viese en un camino sin retorno prefería regresar sus pasos, aunque le hiciese ilusión conocer al bebé de su amiga.

Seguir acompañándola a ver a los perritos que habia rescatado, sintiendo que de a poco regresaba esa vida que por un momento creyó que se extinguía.

Negó con una risa amarga bailando en su garganta, mientras dejaba de perder el tiempo y se disponía a ir hasta el mueble que guardaba sus pertenencias, abriendo en el camino el baúl que llenaría lo más rápido posible.

Sin detenerse a acomodar de manera sutil para que las prendas no se arrugasen, desquitando con esta todas sus frustraciones.

Sintiéndose patética, tan fuera de lugar, e ilusa, cuando por un momento pensó que podia aspirar a ser parte de un mundo que no la conocía, y no estarían prevenidos de antemano por su condición.

Teniendo la mínima posibilidad de hacer una vida a su amaño, pero todo habia comenzado con el pie izquierdo, y lo único que en esos momentos anhelaba era estar consigo misma y flagelarse por una estúpida ilusión que nunca debió albergar.

Siendo bastante dura con su persona al sentirse tan impotente, y tan poca cosa.

Tan inadecuada, tan invalidada.

Tan… tan…

Cayó de rodillas con un sollozo pugnando por su garganta, mientras con las manos estrujaba un pedazo de tela que tenía entre estas.

Su existencia era realmente triste y tan dependiente.

Necesitaba de medio mundo, pero nadie de ella, y no es que quisiese que padeciesen lo mismo que su persona, si no que a veces se permitía ser egoísta, llegando al mismo punto de partida.

Sin nada que pudiese solucionar su dilema.

De improvisto sintió unos brazos rodeándola de manera cálida, y pese a la sorpresa se rompió por completo.

Agarrándose como siempre de algo que la mantuviese en pie, siempre teniendo que necesitar a un tercero, porque ni para lamerse sus heridas podia sola.

Se apretó más contra ese cuerpo tan conocido por la calidez que emanaba, y sintiéndose en casa permaneció asi por lo que pareció una eternidad.

Permitiendo que la ayudase a enderezarse para después ser colocada en la cama, y arropada mientras a su lado el colchón se hundía, volviendo a los brazos de la única persona que sentía que la sostendría de la misma manera que ella lo habia hecho desde que tenían uso de razón, porque serían el complemento de la otra.

Porque su sonrisa infinita le parecía el mejor aliciente para continuar.

—P… perdóname —pidió con la nariz constipada, y la cara pegada en su vestido amortiguando su dolor.

—¿Por intentar dejarme? —preguntó con el tono curioso de siempre haciéndola sonreír, riéndose con tristeza mientras se despegaba de su resguardo para mirar sus preciosos ojos miel rojizos conteniendo las lágrimas, bajando la mirada para apreciar el abultado vientre y lo radiante que estaba.

—Por utilizarte —abrió los ojos con sorpresa —. Porque no te mereces ser la energía que me mantuvo en pie por tanto tiempo.

—Anto… —negó al ver la quería hacerla rectificar sus palabras.

—Evolet, siempre he sabido que dependo de otras personas para seguir, y eso cansa y duele —le acarició el rostro con una de sus manos.

—Si nos ponemos a ver, yo todo este tiempo te he absorbido la energía, porque saber que tu estarías ahí para ser amable, comprensiva y en extremo permisiva con mis locuras me hacía querer hurtar un poco de tu esencia —era tan linda —. Estoy segura de que te robé como diez años de vida, y encantada te los regreso —negó con una sonrisa melancólica en los labios —. Permíteme hacerlo por ti —volvió a negar —. No te vayas. No me dejes —la voz suplicante le resquebrajó el alma.

—No me iré a América —le aseguró regresándole ese brillo de esperanza, que le volvió a quitar con lo siguiente que esbozó —. Solo de esta casa por el bien de todos.

—Yo sé que mamá Stewart está algo renuente a tu presencia —¿Algo? —. También es evidente que Aine está celosa y suele ser cortante a la par de recelosa —lo de la pequeña de los Stewart era soportable —. Y que tus peleas con Alistair son lo bastante insultantes hasta para los espectadores, que raramente cesaron, siendo más hostil su silencio, pese a que solo los vimos discutir en dos ocasiones… —ya estaba divagando —. Lo que quiero decir, es que los demás te queremos aquí —se quitó las sábanas que arropaban sus piernas y se irguió para seguir con su cometido, yendo hasta la cuerda para convocar a Leonor—. Papá Stewart te quiere aquí —suspiró con pesadez.




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