Escucho unas voces a los lejos, abro los ojos encontrándome en la misma habitación, visualizo a Rogerick junto a un Señor de unos cuarenta años aproximadamente, trato de sentarme y escuchar mejor, aunque solo siento unos dolores al moverme, supongo que es por el tiempo en que no he movido los músculos.
Los dos voltean hacia mi dirección.
- ¿Cómo te sientes Rebeca?- pregunta Rogerick suavizando su mirada
- Bastante mejor, gracias por todo- articulo tranquila, para agregar- encerio estoy agradecida pero no quiero incomodar, así que volveré a casa- digo más para mi que para él, ya que necesito aclarar algunas cosas
- Descuida te llevaré en unos minutos- asegura saliendo de la habitación dejándome sola en compañía del Señor
- Soy Eduardo- se presenta- el padre de Rogerick
- Un gusto señor Eduardo- sonríe y se acerca para estrechar las manos- Rebeca-le digo
Él me mira varios minutos más de lo debido y siento nervios por ello desvío la mirada
- Disculpa. Es que me hisciste recordar a una mujer que una vez conocí- habla con nostalgía lo cual me sorprende- te pareces a ella, tienes su mirada- afirma- lo siento no quiero incomodarte
- No hay problema, es normal que uno recuerde aquella persona, que alguna vez fue importante en nuestra vida- digo en voz alta sin pensarlo, él solo asiente
Rogerick entra a la habitación ayudándome a levantarme, a pesar que le dije que podía yo sola, es terco, me subió en su auto un Mercedes-Benz Clase V color plateado. Le indique el camino hasta mi casa con la radio encendida. Al llegar, Rogerick me detuvo antes de bajar del auto.
- Si necesitas algo sabes donde encontrarme- dice tomando mi mano preocupado, sentí una corazonada que si iba a necesitar su ayuda.
- Gracias- susurre despidiéndome de él para enfrentar a mis padres