Sueños

Capítulo 6. Paseo

 

Serena amó a Alex Killian desde el primer momento que lo conoció. La atracción del joven fuerte, gallardo y hasta distante fue lo que orilló a las hormonas adolescentes a crecer para convertirse en una mujer que quería llegar al corazón indómito del ojiazul. Sus sueños se basaban solamente en efímeros deseos que llegaron a cumplirse rápidamente debido a la insistencia de su madre o la amabilidad de su padrastro, que debido a su enorme capital pudo darle lo que de niña jamás había imaginado. Ese fue el inicio de sus visitas a centros médicos suizos o ingleses, donde las investigaciones para combatir su enfermedad se llevaban a cabo y sin descanso.

Toda su vida había cambiado desde el momento en que se enteró de su enfermedad y aún más antes, cuando guiada por su impasible madre hubo salido de casa de su padre y de la vida de su hermana mayor a quien más quería en el mundo. Ella recordaba sus dulces cantos los cuales funcionaban como distracción a los ensordecedores gritos que sus padres sostenían en la planta baja. July era su todo, solo su sonrisa y su fortaleza podían brindarle más esperanza de vida, aunque bien sabía que mucho no se podía hacer, por eso cada día rogaba ganarle un segundo más al despiadado tiempo mientras abría los ojos con cansancio y ojeras, producto de sus dolores y sofocos nocturnos.

Cada mañana sonreía y contemplaba los intentos de su rubia hermana por sacarle adelante y hacerle olvidar por solo un momento, la terrible pesadilla que estaba viviendo. Sabía que su esposo velaba por ella desde lejos, jamás había sido muy cálido, excepto por los minúsculos cambios que se formaron en él durante esos años, lo entendía y lo amaba, más por la preocupación que le profesaba. La resolución de invitar a July a vivir con ellos había sido estupenda y no se lo podría pagar con nada en el mundo.

Esa mañana no fue la excepción y tras tranquilizarse un poco para no alertar a la enfermera que la cuidaba suspiro hondo y trato de controlar el estrepitoso latido de un corazón que a cada segundo se desvanecía.

— No, hoy no—  murmuró de pronto cuando un mareo le atacó obligándole a cerrar los ojos.

Y es que ese día en particular July había planeado un picnic cerca del lago artificial con el que contaba la mansión. La algarabía digna del espíritu libre que era su hermana la habían hecho sonreír aún más de lo que podía y aceptó aquella tentadora oferta. Lo malo había sido el reclamo de su esposo, quien escuchando de lejos pero siempre atento debatió con la rubia hasta que ambos quedaron satisfechos con varias propuestas que ninguno objetó.

Maravillosamente Alex iba a acompañarla a esa pequeña escapada al aire libre, estaba acostumbrada a la ausencia de su marido y fue la repentina ilusión que terminó por convencerla de estar bien para ese día en particular. Sintiendo las fuerzas renovarse con solo ese pensamiento la pelirroja se incorporó con mucho esfuerzo hasta quedar sentada en la cama, miró su habitación y se sintió apesadumbrada, odiaba que corrieran las cortinas, el sol era el único que le decía silenciosamente: "Estas viviendo un nuevo día, no lo desperdicies".

— Layla ¿puedes abrir las cortinas?

La enfermera que hasta ese momento permanecía dormida se despertó súbitamente ante el llamado de la joven.

— Pero señora...

— Ya sabes que aborrezco la oscuridad, por favor, ábrelas—  volvió a pedir en tono afligido.

La mujer de blanco asintió, tras desperezarse un poco realizó el pedido. Afortunadamente tenía el sueño ligero, tal vez por su disponibilidad de dormir donde fuera estando aun así atenta a cualquier situación fue la razón por la cual la habían contratado para cuidar de la desahuciada señora Killian. Una chica encantadora pero condenada a perecer muy joven.

— Gracias—  musitó Serena recibiendo los rayos del sol—. Ya me hacía falta sentirme viva.

— Recuerde no esforzarse demasiado o no podrá asistir hoy.

— No, no digas eso ni en broma—  negó la chica con presteza—, este día es importante, hasta Alex lo sabe.

— ¿Acaso el señor le propuso este súbito cambio de actividades?

La incrédula faz de la enfermera hizo reír a la pelirroja.

— No, ¿cómo se te ocurre?

— Ya decía yo.

Serena volvió a reír, tan predecible era su esposo que era raro imaginarlo hacer algo fuera de su rutina.

— Ha aceptado acompañarnos al paseo de hoy.

— ¿En verdad?

— Si, sé que es difícil de creer que Alex pierda un día de trabajo por esto, pero no sabes lo feliz que me ha hecho.

Layla era lo bastante experta en enfermos como para conocer debilidades y fortalezas y sin duda Alex Killian era ambas para aquella chica. No sabía cómo una criatura tan dulce como la pelirroja había terminado casada con un frio gruñón como el ojiazul, eso solo le aseguraba una cosa: "que polos opuestos se atraen". Aunque no estaba muy segura si dicha historia había existido. Ella conocía muy poco sobre la relación del matrimonio Killian a pesar de haber pasado una temporada considerable velando por la muchacha, cada determinado tiempo el castaño realizaba una rotación de enfermeras, de esta manera les daba descanso y un trabajo seguro. A su parecer no era un hombre tan inhumano como muchos lo catalogaban, más bien le era difícil expresar sus sentimientos, muestra de ello era la chica que no paraba de hablar del excelso día que iban a tener. Para su ojo profesional aquella salida libre no le iba a hacer ningún bien, pero era inútil discutir con algo que ya estaba decidido.

— ¿Qué te parece el vestido azul cielo que Alex me trajo de París?

— Me parece perfecto señora, es muy veraniego y vistoso para esta época.

— Sí, eso mismo pensé cuando lo vi... que debía utilizarlo en una ocasión muy especial.

Era tan fácil hacer sonreír a la frágil muchacha que incluso el vuelo de un pajarillo le arrancaba lindos y soñadores suspiros. Layla estaba consciente de ello y con la mayor disposición se dispuso a ayudar a la chica a vestirse apropiadamente para ese día tan especial.




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