La mansión jamás había lucido tan lúgubre, ni siquiera cuando el difunto Roderick Killian aún vivía en ella, esa mañana no hubo sol, o algo que pudiera darle vida a la oscuridad que siempre había estado allí, la esperanza se había esfumado y solo restaba esperar lo inevitable.
July había pasado toda la noche a lado de su hermana, la cual la llamaba de vez en cuando tras regresar unos escasos minutos de su delirio o fuertes dolores que la morfina ya no podía aliviar.
Alex, imitando a su cuñada no se había movido de la habitación, desde el día anterior cuando la rubia lo llamó desesperadamente. Su esposa estaba muriendo como el médico había predicho, solo era cuestión de tiempo, sentía impotencia ante una situación que no podía remediar con dinero, ingenio o buena propaganda; una vez más volvería a sentir los amargos estragos de una perdida y aunque estaba consciente de que no llegó a amar a Serena, al menos había logrado quererla lo suficiente como para sentir algo en ese momento.
— Señor Killian, ¿puedo hablar con usted?
Fue la pregunta del médico quien guardando sus instrumentos en su maletín salió de la habitación, el castaño siguió al galeno, no sin antes dar una mirada a su esposa que era acompañada por la presencia de su hermana.
— Hable— ordenó en tono neutral.
— Seré franco con usted, la señora no durara una noche más.
No tenía idea del porque los médicos siempre hablaban de manera tan fría y cruda cuando existían maneras menos agresivas de comunicar una noticia, para él no había problema, estaba acostumbrado a este tipo de actitud, sin embargo, para la rubia que en ese momento se acercaba a ellos, no era lo mismo.
— Por favor, debe haber algo— imploró July cuyos ojos llorosos trataban de encontrar una salida que no existía.
— Lo lamento mucho, pero medicamente ya no hay nada que se pueda hacer, de verdad lo siento.
Sabía que pedía lo imposible, no es como si el médico tuviera una cura mágica para salvar a su hermana, pero le costaba mucho creer que este fuera el fin, sentía tanta tristeza que no pudo reprimir la lagrima que silenciosamente bajaba por su mejilla hasta perderse en su cuello.
Alex desvió la mirada, no estaba seguro de lo que haría si continuaba viendo a una July destrozada y era mejor que tratara de conservar las fuerzas que evidentemente habían abandonado a la joven.
— Ayer cuando me llamaron de urgencia supe que el momento había llegado— señaló el médico tras un trágico suspiro.
— Fue mi error no debí sacarla de aquí— expresó July con demasiada culpabilidad.
— No fue así, de todas maneras, como le dije ayer, era cuestión de tiempo para que pasara, igual hubiese sucedido hoy o esta semana, sin importar si hubiese salido o no.
Las palabras del doctor no lograban que ella se sintiera mejor, el día anterior, después de meditar por horas lo sucedido con su hermana, la escena que encontró cuando fue a verla le desgarró el corazón y sin tardanza pidió a Layla que llamara al doctor. Serena tuvo una crisis y era la más brutal que hasta ahora había visto, los espasmos y el dolor puro en las facciones de su hermana le dejaban un nudo en el estómago.
Sin tardanza cuando el médico llegó se encargó de la emergencia alejándola de todo lo que sucedía, sin pensarlo siquiera llamó a Killian, quien en tiempo record arribó a la mansión exigiendo detalles. No fue sino hasta que el medico salió de la habitación que reveló el estado de la joven: Serena estaba agonizando, era cuestión de horas para que muriera.
July ya no escuchaba nada, se sentía en pedazos, vacía... pensó que también moriría junto a su hermana, sin embargo, la oportuna voz de Alex la regresó a la realidad.
— "No te derrumbes, ella te necesita entera".
A partir de eso no se había separado de la pelirroja a excepción de ese momento donde el doctor volvía a repetir su veredicto.
— ¿Qué vamos a hacer?— murmuró la rubia repentinamente.
— Permanecer a su lado... hasta que todo termine.
— Lo dices tan fácil— recriminó la chica con un dejo de rencor.
— Solo soy objetivo y realista, no por ello quiere decir que no sienta nada— replicó, dando a conocer que no podía expresar algo que le habían enseñado a enfrentar de otra forma.
July estaba consciente de que no era el momento de reclamar o echar cosas en cara que no venían al caso, solo debía estar con su hermana hasta el final, por eso, regreso a la habitación donde Layla continuaba cuidando a la muchacha.
— Sigue dormida, ya se ha tranquilizado un poco— informó la enfermera.
— Gracias.
— No hay de que, solo procure que no se esfuerce si despierta, yo estaré afuera por si me necesita.
La rubia valoró la intimidad que la mujer le brindaba y se volvió a sentar en la silla a lado de la cama, su pequeña hermana lucia sumamente pálida y las gotas de sudor sobre su frente le daban una idea del terrible dolor que seguramente sufría, la pena era tan grande, necesita expresarle lo que su corazón había ocultado por tanto tiempo y que jamás podría perdonarse.
— Perdóname— susurró suavemente sosteniendo la inerte mano de la joven—. Perdóname por lo que hice y no te dije... perdóname por causarte un dolor que no merecías, toda tu infelicidad fue mi culpa, prometí dejarlo todo para que fueras feliz y ni así pude, mis sueños solo te trajeron desdicha y malos recuerdos.
Sin poder más lloró y en su afán por contenerse apretó la mano de la chica moribunda quien despertó.
— No tengo nada que perdonarte, July— fue el débil susurro que la rubia escuchó, por lo que de inmediato levantó la mirada hacia sus similares.
— Es que yo...
— Fueron las circunstancias, y no es algo que podamos controlar, yo solo... te debo días gloriosos pues siempre has sido mi luz, en un tormentoso camino que pronto terminara.
— Pero...
— Sonríe, eso es lo que más me gusta de ti, jamás te das por vencida y aunque no lo creas... eres más buena que yo.