— ¡SAQUENME DE AQUÍ! — exclamaba desesperada al no tener saldó en su teléfono.
— Te dije que te calles.
— AUXI...
— Si no te callas voy a amordazarte, lo cual me dará mucho gusto, así podré dejar de escuchar tu voz.
July quería seguir gritando, pero el ceño excesivamente fruncido del castaño le indicó que la advertencia era verdadera, así que suspirando se recargó en la pared metálica del ascensor. Lo que le estaba pasando era el colmo, quedar atrapada con su némesis en el edificio donde su beca estaba a punto de expirar era el peor mal presagio que podía existir en todo el universo. Si hubiera estado atrapada ahí sola no habría tanto problema, si no mal calculaba llevaban ahí más de treinta minutos totalmente varados entre el piso ocho y nueve.
— Esto no puede estar pasando— murmuraron los dos al unísono, ganándose un gruñido y una mirada enfadada entre ellos.
Alex Killian compartía pensamientos con la chica de al lado, tenía muchas cosas que hacer y quedar atrapado con la rubia no era precisamente su mejor manera de pasar la tarde, estaba comenzando a pensar que el universo en verdad le tenía mala voluntad y aquella idiota era su castigo por ser autosuficiente y magnánimo. Era increíble como la sola presencia de la rubia era suficiente para sacarlo de quicio; Julianna Wells era insoportable para él que era todo perfección, porque la visión de una joven desastrosa que obviamente era su opuesto solo le daban ganas de humillarla.
— Que desgracia que tenga que compartir mi espacio vital contigo— aseguró, mirando de soslayo a la chica que bufó con indignación.
— Pues yo no estoy en un lecho de rosas, ¿tienes idea de lo que me estoy perdiendo por estar aquí contigo?
— No sé ni me interesan tus patéticas actividades.
— Mira señor "don perfección", ya me estoy hartando de...
— Tal vez si hablaras más y ladraras menos sería yo el que deje de hartarse.
July estaba fastidiándose cada vez más, como odiaba a ese tipo, todo en él la sacaba de sus casillas, no obstante, nada ganaba con maldecir, demonios, seguramente para esos momentos Grace ya debía haber realizado su audición y por lo que veía se la perdería completamente. Se deslizó por la pared hasta sentarse en el piso, ya no valía la pena seguir gritando por ayuda, eventualmente los sacarían de ahí.
Killian miró a su compañera sentarse en el piso y sonrió al mirar su rostro desalentado, desde que se quedaron atrapados la de ojos melados intentó de todo con tal de pedir ayuda, admiraba la potencia de sus pulmones, pero sus tímpanos no, al parecer la chica se había dado por vencida y sucumbió a la silenciosa desesperación; al ver que pasaba el tiempo y nadie venia decidió pasar a la acción.
— ¿Qué haces?— indagó July desde su posición, al observar que el castaño depositaba su maletín en el piso y comenzaba a buscar algo en su saco.
— Algo que me doy el lujo de tener gracias a mi dinero.
Cuando la rubia vio un pequeño aparatito empezó a pensar que si había un milagro para ella.
— ¿Qué es eso?— preguntó nuevamente la muchacha, incorporándose y acercándose al genio enfadado.
— No voy a decirte.
— Oh, vamos dime qué es— imploró July como si fuese una niña curiosa.
Es más, le preguntó tantas veces que el ojiazul terminó por explicarle.
— Es un dispositivo de seguridad en caso de emergencia, el otro lo tiene mi guardaespaldas.
— Wow, ¿en verdad tienes un guardaespaldas?
— Personas importantes como yo los tenemos— obvió, sintiéndose aún más importante.
— ¡Genial!— se emocionó la rubia, acercándose más a su compañero para ver el dichoso aparatito— ¿Y cómo es tu guardaespaldas? ¿musculoso, alto y ceñudo como lo son en las películas?
Alex se alejó un paso de la emocionada chica, que incluso tenía un brillo diferente es los ojos.
— No te acerques más.
— Por qué no, yo quiero mirar.
— Basta, me hostigas, idiota.
July efectuó un mohín de desagrado mientras Killian oprimía uno de los botones que funcionaba como comunicador. Repentinamente un pequeño "pip" se escuchó y July aguardó muy quieta.
— ¿Algún problema, señor?— la poderosa voz del hombre hizo parpadear a la rubia y acercarse más al castaño.
— ¿Te parece que si no lo tuviera, te estaría llamando?— gritó, tratando de evitar a su curiosa compañera.
— ¿Qué ocurre, señor?
— Estoy atrapado en el maldito elevador desde hace más de treinta minutos... ¿se te hace problema suficiente como para pedir ayuda?
La agitación del castaño indicó su enfado, como también los vestigios de desesperación que raras ocasiones mostraba.
— Enseguida iré a buscar al encargado de edificio, solo aguarde señor, lo sacaré de ahí.
— No te tardes.
— Sí señor— dijo cortando la comunicación.