Sueños

Capítulo 20. Una manera de pagarte

 

Las gotas se deslizaban una tras otra sobre la lisa superficie de la ventana, desde hace tres días llovía sin parar e independientemente de los efectos que eso pudiera acarrear, él no podía ver más allá de lo que aquellas paredes le obsequiaban. Su hermano tuvo razón al darle aquel departamento, la vista y la calma que percibía eran únicas, no se habría imaginado que una simple construcción pudiera darle todo eso que necesitaba y más, convirtiendo lo que en un principio fue rechazo en un refugio aceptable que le proporcionaba quietud.

El aire libre que se respiraba en aquel lugar era diferente, sin igual, podía sentirse él mismo sin exponerse a mascaras frías que ocultaban lo que reglas y años de castigo habían empecinado en borrar. Sin embargo, el disfrute era momentáneo, o así lo creía él, ya que dadas las circunstancias no entendía porque había actuado de esa forma, no era que se jactara de ayudar a otros, su superioridad e infinito orgullo se lo impedían y esta vez lo hizo porque le había nacido quien sabe de dónde.

Sonrió a su reflejo, aun le costaba creer lo sucedido, no obstante, era tan real como él mirándose en la ventana; suspiró y tras cerrar los ojos se apartó de ahí, no necesitaba a su conciencia atormentándolo a cada segundo, haciéndole ver que tan "humano" se había comportado, o aceptar que era un tonto por auxiliar a alguien que lo precisaba y ya no quería recordar todo lo que Roderick le había inculcado acerca de carecer de sentimientos, había roto con el esquema, agregándole un motivo más para que el infeliz se retorciera en su tumba.

¿La razón?... la razón yacía ahí, recostada en su suave y amplia cama, durmiendo apaciblemente tras una fuerte fiebre y delirios inteligibles expresados con dolor; observaba a la chica que continuaba bajo el influjo del sueño profundo inducido por lo medicamentos.

— Idiota— le dijo, aunque verdaderamente supo que el calificativo era más para él que para ella.

No quedaba más que pensar o hacer, solo quedarse al lado de su cama y continuar mirando el bello rostro que en varios momentos le había abstraído al igual que una magnífica obra de arte, cuyos colores, matices y tonos contrastaban perfectamente con la austera decoración de su habitación. No podía darle nombre a lo que sentía, pero sabía que era algo novedoso, así que dejándose vencer por aquello que no comprendía en su totalidad dejo que su mano se deslizara por la tibia frente de la bella durmiente, comprobando que la fiebre por fin había bajado y que su descanso sería más prolongado y suave. El doctor de la familia sí que obró un milagro.

La sonrisa inconsciente de la joven ante las caricias le hizo imitarla sin siquiera importarle los miles de gritos y recriminaciones que su cabeza le lanzaba, no los atendería, esta vez no iba a apartarse de ahí como tantas otras veces durante esos días, permanecería junto a ella, acariciando o mirando embelesado si le apetecía, ya que era su decisión y contra sus decretos no podía nadie, ni él mismo.

Delineó las mejillas, los ojos cerrados mostrando sus largas pestañas, las finas cejas que terminaban con delicadeza y al final los labios semiabiertos y algo secos por la falta de líquido vital.

— Eres una chica muy mala ¿lo sabias?

Obtuvo un suspiro como respuesta y la confusión interna de haber dicho algo a quien no lo escuchaba, no era el tipo de persona de bellas palabras o acciones afectuosas, pero ahí estaba, disfrutando estúpidas cosas que eran ridículas a su ojo analítico de genio; el solo creía en las pruebas fidedignas, en todo lo que pudiera tocarse y mirarse con una crítica objetiva, aunque lo que hacía no se acercaba a nada de lo mencionado, creando al inicio un caos para terminar con una aceptación que comenzaba a formarse fuerte en lo que consideraba su vacío interior.

Así, mientras acariciaba las sedosas hebras doradas que esparcidas en su blanca almohada formaban algo bello, fue que rememoró los sucesos que lo llevaron a ese punto.

Hacía tres días que se habían encontrado, y la chica de nombre July apareció ante él, envuelta en desesperación y tristeza, muerta por dentro por motivos desconocidos, pero visiblemente importantes para ella; en medio del consuelo y después del fuerte abrazo que la sostenía, sin existir una razón viable, la conciencia de July se había desvanecido, provocando confusión y hasta temor en aquel que muchos creían que llevaba hielo en la sangre.

Estando en el estacionamiento de la universidad, con seriedad y no dispuesto a caer en un ataque de pánico, tomó a la rubia entre sus brazos y con agiles movimientos a pesar de su empapado cuerpo, llevó a la joven hasta su auto y partió del campus hacia ningún sitio en especial donde de pronto se dio cuenta que no sabía casi nada sobre la chica desmayada a su lado y como ultima y rápida alternativa, recordó su recién adquirida propiedad, siendo adecuada para tan repentina situación.

Llevó a su inesperada invitada a su departamento, donde haciendo uso de toda su caballerosidad, cambió y secó a July sin ver absolutamente nada para posteriormente recostarla en la cama, tenía un notable conocimiento sobre primeros auxilios por lo que al revisar la condición de la rubia descubrió que una altísima fiebre la había asaltado; tan rápido como pudo llamó a su doctor de cabecera, ese que en muchas ocasiones les había atendido a ambos hermanos debido a los golpes severos de su padre.

Con profesionalismo y discreción el maduro hombre revisó la salud de la chica y tras un ir y venir de medicamentos, fiebre o delirios incomprensibles, July salió al fin de ese cuadro, quedando entonces en la pasividad que en esos momentos Killian admiraba, y aunque seguía recriminándose, algo muy dentro de él le decía que había hecho lo correcto, mirándose a sí mismo acariciar la suave mano de la rubia que permanecía dormida, ajena a todo el proceso que se llevó a cabo por su causa.




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