Alex despertó sintiéndose renovado, no recordaba nada más que haber caído en un sueño profundo que le había beneficiado bastante después de... oh demonios, ya lo recordaba, eso y todo lo que había estado haciendo los días pasados y por supuesto el anterior; ciertamente no se arrepentía de nada, sin embargo, al mirar alrededor y no ubicar a la chica que debería estar durmiendo a su lado supuso que la rubia había escapado a hurtadillas de su casa.
Bufó exasperado, preparándose para salir de la cama y reanudar sus tareas atrasadas, cuando repentinamente.
— Lo siento, ¿te desperté?
Alex parpadeó unos segundos sin poder creer lo que veía.
— ¿Quieres desayunar?
El castaño miró inquisitivamente la charola que July llevaba en las manos, esperando atravesar la campana para plato que no permitía ver el contenido.
— Son hot cakes, espero que te gusten.
En el acto mostró unos esponjados panqueques recién hechos que llenaron la atmosfera con su peculiar olor y aunque al castaño no le agradaban del todo las cosas dulces, debía admitir que eso olía endemoniadamente bien luego de varios días de desvelo. Sin previo aviso July depositó la charola sobre el regazo del genio, mirándolo con una mezcla entre diversión y confianza.
— Come— ofreció con una amplia sonrisa, esperando no ser rechazada.
Aunque Alex quería negarse debía admitir que tenía hambre y después de probar el jugo de naranja se dispuso a probar los dotes culinarios que la chica tenia para ofrecer. Pausadamente Killian llevaba pedazos del panqueque a su boca, dejando que el sabor llenara sus papilas gustativas.
— ¿Y bien?— cuestionó July sin poder soportar la incertidumbre.
— Nada mal para haber sido preparado por ti.
Aquellas palabras no muy cordiales hubieran molestado a cualquiera, no obstante, la rubia sonrió aún más ya que sabía que el muchacho no lo decía de mala fe.
— ¿No se supone que deberías permanecer en cama?
— Ya me siento mejor— aclaró.
Killian prefirió no indagar más, el semblante de la rubia era demasiado luminoso como para echarlo a perder con tonterías, era un bello despertar después de tanta tormenta.
— Ha dejado de llover, aunque el día está algo nublado.
— Eso noté.
— Sí y... oh cierto, antes que todo... perdona por utilizar tu cocina sin permiso, pero esta mañana cuando desperté me sentí mejor y decidí hacer el desayuno.
La mirada del magnate la tranquilizo, mostrándole que no estaba enfadado por no preguntar.
— ¿Sabes? Eres un desastre en la cocina.
— ¿Enserio?
— Sí, cocinas delicioso, pero dejas todo por ahí, tardé casi una hora en lavar, limpiar y buscar que preparar para un buen desayuno, deberías tener más organización.
El bufido del millonario no rompió con la apacible y cómoda atmosfera, dejándolos a ambos disfrutando de esa compañía que en otras circunstancias no habría podido darse.
— Vuelve a la cama Julianna— dijo en cuanto termino de comer.
— Ya me siento mejor...
— No estuve cuidándote tres días para que vayas a recaer de un momento a otro.
— Pero...
— Hazlo, ya hiciste suficiente.
July agachó la cabeza, no había motivos factibles para que la regañara, es más ella no había batallado tanto en hacer el diminuto festín para que el abominable hombre de las malas palabras le echara en cara su buena acción matutina, eso sí había terminado con la linda atmosfera, aun así, la vida era impredecible.
— Estuvo... rico.
Con un poco de incertidumbre los ojos melados buscaron las pupilas de Killian, las cuales verificaban que lo había dicho de corazón, eso logro que la sonrisa de la joven regresara y se abalanzara hacia el chico que aún permanecía en la cama.
— Hey, vas a tirar todo.
A July no le importo, por primera vez se sentía diferente, feliz y en paz.
— Me siento feliz— exclamó aferrándose al ojiazul que estaba desconcertado por la acción.
— Que novedad.
— ¿Tú no?
— ¿Por qué motivo tendría estarlo?
— Pues...— July habló sin saber que decir– porque... ya sabes... quizá... o tal vez o ujghfdjkdjkdjkjklfkklgf
La mirada inquisitiva de Killian acentuaba más su palabrería sin sentido, mientras que para el millonario era un placer mirar con gracia a la rubia buscarle una respuesta a algo tonto, por ello tomo la iniciativa, deposito la charola sobre la mesita de al lado y miró los ojos confundidos, así que decidió regresarles su viveza con un pequeño truco.
Con posesión Alex se acercó y reclamó para sí los labios que temblaron súbitamente ante la invasión, pero que respondieron certera y perfectamente como la primera vez.
— ¿Ya encontraste un motivo para estar feliz?— inquirió la rubia inocentemente.