Serena Wells era una linda joven, con buena presencia y bonito rostro risueño, tenía varias experiencias que descubrir a pesar de la enfermedad que poco a poco estaba acabando con su vida. No tenía muchas cosas buenas en la memoria, solo hospitales y olores de medicina que la asqueaban, su madre era una mujer muy controladora y sobre protectora, por lo que casi todo el tiempo estaba en casa sin poder socializar con nadie; lo único aceptable para un ave enjaulada como ella, era Julianna, su querida hermana mayor, con ella tenía recuerdos hermosos dignos de ser evocados cada vez que la pasaba mal.
July era un sol y su sonrisa encantadora siempre estaba para alegrarla, la distancia no importaba pues a pesar de que sus padres estuviesen separados, la rubia siempre encontraba una manera de derribar las barreras y estar con ella, sabía que su hermana enviaba dinero al centro de investigación que se sostenía a base de generosas donaciones para continuar con su con labor y agradecía infinitamente que cooperará con ello, muestra de lo mucho que le importaba.
Su vida había cambiado radicalmente, su madre se casó con un rico empresario y se trasformó en otra persona, su padrastro siempre la colmaba de obsequios, pero no es como si alguno de ellos pasase tiempo de calidad con ella, más bien parecía que todo lo podían solucionar con cosas materiales. Por eso amaba tanto a su hermana, July era como una heroína, su salvadora, la cual siempre le hacía sentir cariño.
Ese día, su madre había insistido en ir de compras, Serena había accedido porque el lugar a donde iban no estaba muy lejos de la universidad de July, hacia días que no la llamaba, tal vez tenía problemas, pero siendo como era la mayor jamás se lo diría, así que, planeando ingeniosamente, se escaparía de su madre un rato para ir verla, seguro que sería una linda sorpresa.
Sonrió al mirar su reflejo en la ventana del auto, esperando que todo saliera bien, últimamente su salud había mejorado lo suficiente como para poder salir a pasear.
— ¿Me escuchaste Serena?
— ¿Eh?, lo siento mamá, estaba distraída.
— Te decía que debes elegir un maravilloso vestido, nos han invitado a un club muy distinguido y es preciso que luzcas perfecta.
— Para qué mamá, sabes que no me gustan esos lugares de ricos, preferiría ir al parque o volver a pintar.
Si la madre de la chica no ocasionó un accidente automovilístico era porque llevaba chofer, de otra manera seguramente hubiera chocado.
— ¿De nuevo con esas tontas ideas?
— No son tontas mamá— debatió sin siquiera mirar a la mujer, ella no tenía la fuerza de enfrentarla como July lo hacía.
– A mí me gustan.
— No se puede, el médico dijo que eres alérgica a las pinturas.
— Sí, pero existen otras que...
— No quiero escuchar eso de nuevo Serena, no vas pintar, a dibujar, ni nada que empiece con la letra "A".
— ¿Arte?— sonrió la muchacha con cierta burla.
— Exacto— puntualizó la mujer con mucha autoridad—. No voy a permitir que la loca de tu hermana te siga metiendo cosas idiotas en la cabeza; ella es una salvaje y tu una dama, que no se te olvide.
Le hubiese gustado defender a July, más nunca lo hacía porque era imposible darle la contra a la furiosa determinación de su progenitora y ciertamente ambas tenían muchas diferencias. Pronto llegaron al centro comercial para su fortuna, ya no quería seguir escuchando a su madre hablar mal de su sol.
— Bien, comencemos con el recorrido.
— Mamá— intervino la muchacha—, si no te molesta... yo preferiría mirar por mi parte.
La mujer siempre hacia todo por su hija por lo que la frase le causó extrañeza.
— Es que... creo que es mejor así, tú tienes cosas que ver y yo preferiría buscar un vestido a mi gusto.
— Pero si siempre son a tu gusto— afirmó sabiendo que no era verdad.
— S-sí— tartamudeó la chica comenzando a sentirse nerviosa—, solo que esta vez... quiero algo de espacio.
El rostro risueño y los supuestos deseos de seguir los ideales de su madre hizo que ésta accediera.
— Te quiero frente a la fuente en una hora, Serena— ordenó la señora.
— ¿Te parece si son dos?
— Bien, exactamente en dos horas, ni un minuto más, ni un minuto menos, ¿entendido?
— Sí, madre— asintió la joven, viendo desparecer a su mamá.
Antes de que otra cosa sucediera, la pelirroja salió del lugar, caminó ubicándose bien donde estaba y no supo exactamente cuánto tiempo le tomó llegar al lugar, calculaba que le quedaba más de una hora para volver. Llegó a la universidad exhausta, el ejercicio era algo bueno, sin embargo, en su condición no era muy recomendable.
Respiró varias veces antes de ponerse en marcha, mientras se desplazaba por el campus pensó que July tenia suerte, asistía a una escuela, ella por otro lado tenía una educación particular en casa, por eso ver las instalaciones y la infinidad de personas jóvenes, le renovaban el ánimo, ahora lo único que quedaba era encontrar a su querida hermana mayor.