Sueños

Capítulo 29. Viaje

 

Sintió unos fuertes brazos aferrados a su cintura, el cálido abrazo era tan reconfortante que solo atino a acercarse más a él, todo era perfecto y sabía que no podía pedirle más a la vida.

— ¿Ya estas despierta? — susurró en su oído, estremeciendo a la rubia.

— Más o menos— respondió casi sin voz.

— Eres muy perezosa.

— Sí, eso es nato en mí.

Una risita contagiosa y un posterior beso en el cuello fue el perfecto despertar; se giró para encontrarse los orbes azules de su amante.

— ¿Y cómo amaneciste?

— Mmmm... demasiado feliz— sonrió sencillamente besando aquellos labios que tanto amaba.

— Si tuviese que ser honesto nunca pensé despertar así contigo, pero desde que te conozco ya creo que todo es posible.

Ese era un humor característico de Alex, "suyo" y ahora podría decirlo con seguridad.

— Nunca cambias Killian.

— ¿Quieres que lo haga?— amenazó revolviendo los lacios y largos cabellos de su amada.

— Oh no, por supuesto que no, si cambias ¿quién me va a hacer el amor como tú?

Sonrió, robándole un pasional beso a la joven.

— Ahora conozco tus negras intenciones.

— Si ya sabes como soy ¿para qué preguntas?

— Incorregible.

— Solo un poquito.

Toda una atmosfera de paz y alegría habitaba en ese lugar, Alex se sentía feliz por despertar a lado de esa rubia, la madrugada había sido increíblemente excitante, se habían amado con mucha más intensidad de la acostumbrada, ya que esta vez no fue solo el cuerpo, se habían entregado en alma y corazón.

— Hoy organizaran una fiesta por el éxito de la obra, ¿quieres ir, o voy yo sola?—  indagó la chica acurrucándose en el pecho del castaño.

— ¿Y si no vas?

— Yo quería ir, pero siempre existe la posibilidad de encontrar algo mejor que hacer— dijo July y su característica sensualidad, cuyos gestos eran admirados por muchos, aunque solo acariciados por el ojiazul, quien sonreía a la propuesta.

— Bueno... no sé si pueda haber algo mejor... ¿qué tal si lo descubrimos juntos?

— Me parece perver- digo perfecto.

Y a pesar de las escasas horas que descansaron, aún tenían energía de sobra para más, deseaban seguir amándose de manera profunda y sincera, donde la individualidad desaparecía para hacerse uno.

 

*   *   *

 

Cuando Grace llegó a casa después de que Dante la fuera a dejar, se percató de que algo extraño ocurría en su hogar.

— ¿Abuelo? — llamó cuando hubo entrado hasta la habitación del susodicho.

El señor Miller seguía con lo suyo y ni siquiera dijo nada.

— Abuelo— habló con más decisión, esperando que el anciano no la corriera de su cuarto.

— Me voy— anunció el hombre junto a las valijas que constataban sus palabras.

— ¿A dónde? — indagó la pelinegra alarmada, su abuelo no había vuelto a viajar desde ella estaba a su cuidado.

— A Perú, hay una excavación y se requiere de mi experiencia.

Grace se sintió desplazada.

— Abuelo necesitamos hablar.

El mayor la ignoró y simplemente tomó su valija saliendo de la habitación, la chica supo que su abuelo seguía enfadado con ella, aun así, lo siguió hasta la planta baja, debía solucionar esa situación.

— Abuelo, realmente necesitamos hablar.

— No tengo tiempo, mi avión sale pronto.

— Abuelo— dijo con la voz entrecortada al sentirse rechazada por su única familia—, ¿qué tienes? ¿por qué ni siquiera me miras?

— Hazte a un lado, voy tarde.

— No hasta que hablemos.

— Grace, no seas infantil— reclamó el anciano con molestia.

— Pues tu precisamente no te estas comportando como un adulto.

Las palabras hicieron enojar al señor Miller, quien dejó sus maletas en el piso y enfrentó a su nieta.

— De acuerdo, ¿quieres hablar?, bien, hagámoslo y comencemos primero por ese muchacho que te lavó el cerebro.

Duro y concreto, así era su abuelo, la ojivioleta suspiró, amaba a su tutor, no obstante, por mucho que le amase no dejaría que interviniese con su felicidad.

— Dante, se llama Dante y es mi pareja.

— Lo que sea— exclamó exasperado—, hablemos de cómo está jugando contigo, o mejor aún, no vengas a llorar conmigo cuando te rompa el corazón.

— Dante no me lastimaría—  defendió la pelinegra.

— Lo hará, conozco a los de su clase, ¿acaso no sabes el tipo de vida que tiene?




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