(1 año después).
— Hogar dulce hogar— fue la aclamación de cierta rubia al abrir la puerta y toparse con el mismo departamento.
Alex le dio un pequeño empujón a su pareja, la cual sonrió desquitándose a besos, una acción que tardó más de lo debido.
— ¿En dónde pongo el equipaje, señor?
El atareado guardaespaldas que cargaba con varias valijas se hizo escuchar para llamar la atención de los abstraídos jóvenes, siempre era lo mismo cuando estaban concentrados en la boca del otro.
— Oh, lo lamento Ed; te dejamos con todo, permíteme ayudarte— dijo July, apartándose de su pareja para tomar unas valijas, no recordaba haberse llevado tanto, sin embargo, su obstinado novio había insistido en proveerla de muchas cosas y resultaba que ella no le negaba nada mientras no fuese excesivo, como aquella vez que trato de comprarle una tienda entera.
De mala gana Alex dejó ir los labios de July, para posteriormente asegurarse que el departamento se encontrase en óptimas condiciones.
Ed sonrió a la apenada rubia; decir que le caía bien, seria mentir rotundamente, adoraba a la señorita July porque ella se había ganado su confianza y cariño. Debía confesar que cuando la conoció, pensó que se trataba de una chica oportunista que deseaba aprovecharse de su patrón, pero a medida que transcurría su convivencia con la muchacha, se dio cuenta de que era un sol que iluminaba todo a su paso y que amaba mucho a Alex, pues sus ojos se iluminaban cada vez que miraba o habla del empresario, sabía que su jefe estaba en excelentes manos y se alegraba que tuviese una joya invaluable como ella.
— Le diré a Alex que descanse un poco, tiene planeado ir a la empresa, ¿puedes creerlo?, a veces pienso que es un robot o algo así— se quejó la rubia.
— Ya lo creo señorita, aunque estoy seguro que usted sabrá hacer que se relaje.
July tuvo la delicadeza de sonrojarse, a veces Ed era demasiado directo, pero aun así le agradaba; durante su viaje había aprendido mucho sobre el custodio, así como entender que él era un excelente amigo más que un guardaespaldas, ya veía porque su novio le apreciaba tanto.
— Debo ir a la mansión, el joven Noa debe estar aguardando mi regreso.
— Ay me gustaría conocerlo, así como lo describe Alex suena como una maravillosa persona, seguro que nos llevaremos bien sacándole canas verdes a su hermano.
— Tal vez uno de estos días, todo depende del jefe.
La chica asintió.
— También me gustaría presentarlo a ella, cuando mi linda hermanita conozca a Alex seguro que me felicita, no todos los días un apuesto genio decide ser tu novio— comentó imaginado la reacción de Serena.
— Sí.
Ambos rieron, July le había contado mucho de su vida a Ed, así como la manera en la que se desarrolló su relación con el mayor de los Killian. Desde ahí el guardaespaldas decía que Alex era el fuego y July el viento que lo avivaba, elementos que juntos, se complementaban.
Killian entró en la habitación justo cuando las risas se apagaron, al parecer el departamento había pasado su revisión.
— Señor, debo ir a la mansión, ¿necesita algo más?
— Es bastante temprano, iré contigo, deseo ver a mi hermano.
— Oh, oh, quiero ir también— pidió la rubia alzando la mano, emocionada con la idea de conocer al famoso Noa Killian.
No obstante, el castaño se negó, besando efímeramente sus labios.
— Tienes que volver a la universidad, tu permiso de ausencia expira hoy, además, debes recuperar algunas materias, te has atrasado bastante y no quiero ser el culpable de que no te gradúes.
— Está bien.
— Entonces ve, tenemos todo el tiempo del mundo para que conozcas a mi hermano.
July sonrió, Alex se preocupaba por ella, así que sin hacer mayor teatro ambos se dirigieron a sus respectivos destinos.
Ella no podía quejarse, ese año fue magnifico, comenzando por París, la cuidad del amor, luego fueron a Londres, un lugar mágico aristócrata, después a Grecia, Italia, España, Holanda y Alemania; jamás había visto tan relajado a Alex, ese año siempre lo recordaría como uno de los más importantes de su vida. Estaba perdida en sus pensamientos y sin darse cuenta llegó muy rápido a la universidad, lo cual fue bueno ya que después tendría que ocuparse de otro asunto.
* * *
El ojiazul arribó a la mansión donde un impaciente Noa le esperaba.
— ¡Alex!, qué alegría volverte a ver hermano.
La efusividad de su hermanito para él era un gozo, aunque en un principio la idea de dejarlo solo le había parecido loca, a un año de eso se lo agradecía verdaderamente, ese fue el mejor año de su vida.
— Llegas muy cambiado, eso me alegra— sonrió el azabache al mirar la vestimenta casual del mayor.
— Bueno, a veces tus ideas son buenas.
El chico en silla de ruedas asintió orgulloso de sí mismo e indicándole a la servidumbre que les llevara el té, la plática continuó.