Había citado a su hermano a las diez en un café céntrico y privado, ahí nadie los interrumpiría, lo que iba a hacer requería de mucha firmeza y agallas; cuando alguien hiere el orgullo de otra persona o destruye sus sueños cual papel en llamas, la decisión de rendirse o seguir se forja, y en esta ocasión la segunda opción prevalecería, en esas circunstancias, ni la vida, ni los seres queridos importaban, todo lo que importaba era alcanzar su objetivo.
Por ello, cuando le vio entrar, tan despreocupado y solmene como se veía últimamente, es que respiró profundamente y se deslindó de aquello que hasta hace unos días llevaba tatuado como un estigma en la piel: la hermandad.
— Pensé que me citarías en un lugar más lujoso, nunca pensé que fuera un pequeño café, por cierto, me costó mucho encontrar el lugar.
El azabache no efectuó ningún mohín o comentario, su rostro de póker ocultaba el enorme resentimiento que le tenía.
— Entonces ¿para qué me citaste aquí, Noa?, lo que tengas que decirme podemos tratarlo en la empresa o en mansión, no creo que...
— Me gusta cambiar de aires de vez en cuando, eso demuestra que he cambiado.
— Sí, lo he notado.
— ¿A qué te refieres con eso? — inquirió el menor, elevando una ceja.
Después de ordenar, Alex aguardó hasta que la camarera se fuera para hablar libremente.
— En los últimos días te he visto más... decidido, aunque no sé si esa sea la palabra correcta, así te ves.
Noa quería fruncir el entrecejo y en vez de eso sonrió, no valía la pena enfadarse, era mejor hacerlo todo por el lado amable, de lo contrario no podría mover a su hermano a su antojo.
— ¿Te pasa algo, hermanito?
El muchacho negó con la cabeza y luego suspiró.
— De hecho, hay algo que he querido decirte desde hace algún tiempo y dado que nos han ofrecido un negocio considerable, es mi deber informarte.
— No suena del todo bien— pronunció, bebiendo el expreso que había ordenado.
— No te preocupes, cuando termine de explicarte tu verás si invertir en ello o no.
Killian enarcó una ceja, en esos días su hermano estaba muy distinto y ni siquiera Ed estaba enterado de nada, pensó que esta vez le diría la verdad de su comportamiento así que se dispuso a escucharlo.
Para el chico en silla de ruedas fue difícil empezar, no tenía planeado revelar nada hasta después de un tiempo, sin embargo, debido a los recientes acontecimientos, esto requería de un manejo rápido de la situación y solo podría lograrlo de esta manera. Así que se pasó la siguiente hora relatándole a su hermano sobre la clínica y la ayuda que brindaba a otras personas.
El castaño escuchó todo sin interrumpir, su rostro impávido le dijo a Noa que su hermano estaba meditando bastante las cosas y eso le dio una posibilidad de pasar a la siguiente fase.
— ¿Recuerdas la cita que me cediste la semana pasada?
— Sí.
— Bueno, se trataba del señor Howland, creo que ya lo conoces.
El ojiazul frunció el entrecejo, ¿cómo olvidar al terco hombre y a su empalagosa hija?
— ¿Qué hay con él?, no me dijiste nada la semana pasada.
— Es que no lo creí conveniente hasta ahora— aclaró.
— ¿Por qué?
Ahí estaba el astuto e interrogativo Alex Killian.
— Porque nos hizo una propuesta que no podemos rechazar, a decir verdad, ya no deseo ser jefe de la clínica y había estado pensando en asociarme con alguien más para que lleve el control de ella, lo que quiero es más tranquilidad en mi vida y me he dado cuenta que así no lo conseguiré.
— No se supone que eso era lo que deseabas, ¿cómo puedes arrepentirte de la nada?
— No es que me arrepienta, definitivamente era algo que quería hacer, pero en la vida las cosas cambian y ésta es una de ellas.
— Parece como si solo lo hubieses hecho por capricho, las personas a tu cargo dependen de ti
— Lo sé, no obstante, seamos sinceros Alex, las personas no quedarían desamparadas, por el contrario, estarían bajo una administración mucho más capacitada... es lo mejor para los pacientes y el personal.
Alex no creía del todo ese cuento, su hermano no haría algo así como si nada.
— Algo me dice que no me estás diciendo toda la verdad.
— ¿Qué podría ocultarte?
— No lo sé, tú dime, ¿se trata de tu propia condición?, porque si es así sabes que desde siempre te he conseguido a los mejores para...
— No se trataba de eso, aunque no lo creas me he ocupado apropiadamente de mí y he logrado avances significativos— rebatió un poco molesto—, lo que yo busco es mejorar la clínica y solo lo conseguiré si hacemos ese trato con el señor Howland.
Noa se veía decidido y empeñado, denotaba seguridad en sus palabras, tal vez el momento de madurar le había llegado, o así lo pensaba el castaño, por esa razón decidió ayudarlo, porque eso hacían los hermanos mayores por lo menores: les propiciaban felicidad aun a costa de la propia.