Sueños

Capítulo 35. Incidente

 

Habían pasado varios meses desde el sepelio de Serena Killian, todos continuaron lo mejor que podían sus vidas, en especial aquellos que se encariñaron con la fallecida muchacha.

— Naya, pásame eso por favor.

La nana le extendió el pañal que la joven pedía, July agradeció y después miró al bebé que la seguía muy de cerca con sus grandes ojos expresivos.

— Muy bien, señorito Matthew, ¿va a dejarse cambiar el pañal por las buenas?, ¿o tendré que usar la fuerza?

Obtuvo una brillante carcajada por parte del acusado quien se movía con bastante ligereza y diversión.

— Está bien señorito, usted se lo buscó— acuñó dirigiendo una de sus manos a los piececitos desnudos del niño y aplicando sus amplios conocimientos sobre el cuerpo humano, hizo sentir cosquillas al infante quien rió más que antes.

Esa fue la batalla sin cuartel que la niñera observó entre divertida y curiosa; desde que su señora había muerto, July se hacía cargo de muchas cosas en la mansión, entre ellas el bebé, la rubia se consagraba en cuerpo y al alma al pequeño y este tenía una unión muy fuerte con su cuidadora, por ello aún se le seguía necesitando en ese lugar.

Naya pensaba que de la primera impresión que tuvo hacia la joven, no quedaba nada, y eso le gustaba, pues nunca había visto tan feliz al bebé en el tiempo que llevaba de vida. Cuando la contrataron para atender al recién nacido, observó la desolación en el rostro de sus patrones, y aunque el pequeño era sonriente, una leve tristeza cubría sus ojitos, pero todo había dado un giro gracias a la señorita July, hasta ella sonreía más, era como si la rubia hubiera llevado un montón de alegría que hacia feliz a todos, esa joven realmente era irremplazable.

— Bien, ¡TE GANÉ! — gritó triunfal July, elevando a Matt quien había estado obstinado a que le cambiaran el pañal mientras éste reía, la chica lo abrazó contra su pecho, el pequeñín había crecido un poco más, se encontraba sano y feliz, y eso era lo único que le importaba—, ahora... hay que ponerte la ropa y habremos terminado.

— Si gusta puedo hacerlo yo— ofreció la niñera y la rubia accedió.

Quien dijera que criar niños era cosa sencilla es porque no conocía a Matthew Killian, era como tratar con cinco niños a la vez. Naya comenzó con la labor mientras July se sentaba a observarla, se preguntaba si había adquirido la destreza suficiente para hacerse cargo de su sobrino, todo había cambiado mucho con la muerte de su hermana y aunque deseaba mudarse de esa casa no podía debido a aquella promesa, la cual debía cumplir ante todo.

Suspiró, era agotador permanecer en la mansión, con la tensión a flor de piel y los recuerdos de su pasado, era la misión más difícil que había enfrentado y debía seguir, sabiendo que lo más difícil era el trato con su "cuñado", siempre de pelea en pelea, de sarcasmo en sarcasmo, de intentar hacer alguna conversación solo para salir heridos, ya fuera por una mirada o palabra. Ambos estaban muy lastimados y rotos.

— Hoy vendrá "la señora"— interrumpió Naya una vez que hubo vestido a Matt.

— Ah— murmuró July, sabiendo exactamente a que señora se estaba refiriendo.

— No es mi intención inmiscuirme, pero... usted no se lleva bien con su madre, ¿verdad? — la rubia sonrió de lado.

— ¿Tan evidente es?

— Mucho.

En los meses que Julianna llevaba en esa casa, "la señora" se había estado presentando con bastante frecuencia y en todas esas ocasiones July había preferido salir de casa o simplemente encerrarse en su habitación, la tensión entre madre e hija era mucha y la nana intuía que ninguna era del agrado de la otra.

— ¿Desea que me haga cargo de todo como siempre?

— Te pondré un altar si lo haces.

La chica rió, entregándole el bebé a su tía, quien le acarició la mejilla cuando estuvo entre sus brazos.

— No dejes que esa mujer te contagie de su amargura, dale por su lado y asunto resuelto— aconsejó sabiamente la de ojos melados a un sonriente pequeño.

Mientras su madre iba de visita, ella aprovecharía y saldría un rato, le hacía falta meditar, pero sobre todo conseguir empleo, el dinero ahorrado se le estaba terminando y se negaba tajantemente a subsistir de lo que Killian le diera, también iría a ver a sus amigos, ellos eran buenos aconsejando.

— ¿Regresara temprano? — inquirió el mayordomo cuando iba de salida.

— Lo intentaré, aunque no estoy segura, no sé a qué hora mi madre se irá.

— Descuide, la puerta trasera de servicio siempre está abierta.

Era un buen punto, pero lo que le faltaba en ese momento era salir a desahogarse, ella llevaba prácticamente el manejo de la casa y discutirlo con Alex era un caso perdido, sin embargo, eso le ganó el cariño y respeto de todos los empleados.

Puso un cigarro en sus labios, quería prenderlo y fumar para relajarse, aunque solo se lo ponía por pura ansiedad, no iba a prenderlo, lo había dejado por Matt... aún se encontraba triste por la pérdida de su hermana y todos los cuestionamientos en su cabeza continuaban intentando no pensar en cierto hombre que ni de chiste debería alojarse en su mente.




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