Sueños

Capítulo 37. El plan

— Basta— murmuró July entre divertida y dormida.

— ¿Basta?, ese juego no lo conozco— pronunció el otro, continuando con lo que hacía.

— Pues es un juego bastante divertido, por cierto.

— ¿En serio?... no lo recuerdo.

— Es porque no es sexual.

— ¡Ah!, entonces no me interesa— la rubia río, desistiendo de detener a su amante.

— Alex, son las siete y media de la mañana... ¿no podrías dejarme dormir, aunque sea diez minutos más?

El castaño, quien se deleitaba aprisionando y mordiendo a su amante, negó rotundamente.

— No, no quiero dejarte dormir.

— ¿Acaso eres de piedra?

— Pues...tú dime si soy de piedra— dijo, arrimándose.

— ¡ALEX!— riñó la joven, escuchando la carcajada del hombre a su lado—, eres incorregible, ¿lo sabías?

— En dado caso tú también lo eres.

July se rindió a las palabras del castaño, porque realmente estaba escrito que no dormiría ni la dejarían dormir, así pues, se dio la vuelta dejando que la sábana cayera hasta sus caderas y mostrara solo un poco de lo mucho que Alex ya conocía.

— Me encanta lo que veo, merece ser pintado.

— No digas bobadas— replicó la de ojos melados, besando levemente los labios del otro.

— No son bobadas, lo digo en serio, eres tan... erótica, que no hay motivos para no volverte a tomar ahora mismo y hacerte gritar de placer entre mis brazos.

— Engreído— rió la rubia, sucumbiendo efectivamente a las palabras del genio, que en el acto invadió no solo su boca, sino su cuerpo entero.

La mañana comenzaba igual que las pasadas cinco, desde aquella noche ninguno salía de la habitación, bueno, solo lo necesario y para realizar tareas simples que culminaban de nuevo en la cama, el piso, la silla, el baño o dónde fuera que las mentes jóvenes y ávidas desearan. La casa entera mientras tanto, continuaba con sus ocupaciones, haciendo caso omiso a la irónica y muda pregunta que se hacían con referencia al jefe y a su... ¿cuñada?, en realidad no importaba demasiado, pues los aires de esa casa estaban cambiando para bien.

— A veces me pregunto por qué ella no llegó antes a esta casa— suspiró Bertha, sirviéndole una taza de café a Ed.

— Hay muchas cosas que se esconden en el pasado— dijo el custodio, sonriéndole a la cocinera

— Si lo sé bien— medio rió la mujer —, sin embargo, todo se ve tan cambiado, es agradable ver un ambiente neutro entre toda la soledad y tristeza que existía por aquí.

— Así es, la señorita Wells nos cae como del cielo, ¿verdad?

Bertha asintió a las palabras de Ed, imitando la extensa sonrisa del guardaespaldas, solo cinco días, ese pequeño pero significativo número que lo había cambiado todo, era sensacional.

— Solo quiero ver al jefe feliz— musitó la cocinera, retirando algunas cosas de la estufa—. Le hace tanta falta ese sentimiento.

— Créeme Bertha, a partir de ahora es lo único que tendremos en esta casa: rostros sonrientes, risas, una que otra discusión, aunque eso sí, mucha felicidad.

La mujer asintió, creyéndole al custodio que finalizó su café y se retiró, ese día sería tranquilo, apenas llegar al comedor, su móvil vibró.

— ¿Sí?

— ¿Cómo van las cosas? — indagó una voz más que conocida para él.

— Perfectamente, lleva cinco días de "inactividad"— rió, y la voz pareció quedarse un momento en shock.

— Vaya...sí que son "inactivos".

— No tiene idea.

— ¿Entonces ya es un hecho de que él caerá?

— No le doy mucho tiempo— afirmó Ed, saliendo de la casa —, aun así, hay que estar atentos a cualquier cosa que pueda echar a perder sus planes.

— Descuida, a estas alturas ya nada puede salir mal, caerá completamente, lo garantizo.

El custodio lo sabía, no por nada el plan era infalible; guardó el celular y respiró profundo.

— Nada saldrá mal, Killian caerá.

 

 

* * *

 


Roger Howland leía el periódico, últimamente sus negocios no marchaban muy bien en la bolsa y lo único que le quedaba era meditar las estrategias que le darían al menos un punto sobre lo perdido; desde que su hija había muerto, las cosas que antes habían tenido sentido para él, ya no le interesaban, por ello, había vendido una buena parte de sus ocupaciones y se había deslindado completamente de la vida nómada, volviéndose un sedentario en su casa, dónde de vez en cuando aún trabajaba en proyectos leves. La luz de su vida se había ido, y mientras esperaba ser llamado por Serena, se dedicaría al menos a tratar de darle un poco de paz a su arrepentida alma.

— Hoy pareces más ausente que de costumbre— la voz de su esposa le pegó directamente en los tímpanos.

— Solo estoy pensando— murmuró, no tomando importancia a las maldiciones de la pelirroja.




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