Antes de despertar por completo, lo primero que hizo fue girarse en la cama, encontrándose totalmente solo, desconcertado abrió los ojos, trató de pensar el por qué se encontraba en esa situación, pero fue inútil hacerlo, se incorporó buscando la bata que solía utilizar en las mañanas y se miró al espejo, la acción nocturna lo había dejado poco presentable, no obstante, bien valió la pena, sonrió, sus mañanas jamás habían vuelto a ser las mismas desde "esa vez", y esperaba que eso no cambiara. Salió de su cuarto dirigiéndose directamente a la habitación que le pertenecía a la personita que más amaba en la vida, con sigilo abrió la puerta, mirando en su interior, sabía que podía encontrarlos ahí, e inesperadamente erró... confuso, se introdujo en la habitación, percibiendo el aroma de su bebé.
— Esto sí que es extraño— se dijo, pues su amante normalmente se encontraba por las mañanas con su hijo.
Salió de allí, tratando de pensar en qué lugar de aquella residencia podían estar sus amados soles, bajó la escalinata con gesto meditabundo, para él, era como resolver la más complicada de las ecuaciones, era extraño que July no siguiera la rutina, sin embargo, su incógnita se disipó, cuando al entrar en la cocina, se topó con quienes buscaba.
— Vaya, vaya— pronunció, exaltando a la rubia que jugaba con el bebé—, debí suponer que los encontraría aquí, ambos tienen un barril sin fondo por estómago.
Matthew rió y extendió los brazos a su padre, la chica sonrió, recibiendo el beso que su amante le daba.
— Buenos días Alex, ¿cómo dormiste? — cuestionó la muchacha, acercando a la barra una taza de café.
— Mmm, ¿es necesario que te lo diga? — inquirió coqueto.
— No frente al niño— susurró apenada, observando cómo el millonario se sentaba en una silla de cocina y conversaba con su hijo, quien feliz trataba de complacer a su padre.
Una íntima y tierna escena que July gozó y agradeció por ver, no siempre se podía ver al diablo de la industria, en fase de papá cariñoso.
— ¿No falta algo aquí?
— Si te refieres a tu fiel personal, déjame recordarte que es su día libre.
— ¿Ah sí? — preguntó el castaño enarcando una ceja.
— Sí, se los dijiste desde la semana pasada o eso fue lo que escuché.
— Ah ya recordé, con razón no te encontré en la habitación de Matthew.
— Tenía que darle de comer, Naya tampoco está... ¿y bien?, ¿qué vas a hacer hoy?
— Nada.
July parpadeó.
— ¿Nada?
— Parece que te faltan neuronas, sabes muy bien lo que quiero, especialmente durante la siesta de Matt— dijo con una sonrisa pícara.
La aludida gruñó a modo de juego a los sucios planes de su amante y observando con cierta venganza dejó que descubriera algunas cositas.
— Me alegra que esa bata sea tú preferida.
— ¿Por qué?
— Porque ahora aprenderás a no burlarte de los demás.
Alex no comprendió la oración, no, hasta que miró a su hijo, quien con sus enormes ojitos lo observaba con algo parecido a la culpabilidad.
— ¡Arg, no! — externó con desagrado el hombre al mirar por qué su amante reía —. Esto es asqueroso.
— Bienvenido al mundo matutino de tú hijo, gracias por hacerlo eructar y vomitar.
El castaño hizo un mohín de asco que solo hizo reír más a la chica.
— Ya deja de sacudirlo— riñó la rubia—, así solo conseguirás que te siga vo...
— Ya, ya, ya experta en bebés, no sigas.
La joven gustosa habría continuado burlándose, pero waflera sonó su alarma.
— ¡Genial! ¿Quieres waffles para desayunar?
Killian frunció el entrecejo.
— ¿Escuché bien?, ¿dijiste Waffles?
— Sí, ¿qué tiene de malo? — Alex la miró como si fuera un desayuno no muy saludable—. Oh, bueno, es lo único que haré, no pienso preparar un lujoso desayuno, después de la ajetreada noche que tuvimos, estoy muy cansada.
En eso sí le daba la razón.
— De acuerdo, aceptaré tus waffles; ya sabes cómo me gustan.
— Sí, sin miel, pero con mermelada y dos trocitos de mantequilla ¡Al punto! — acertó la rubia, sirviéndole a su amante lo que pedía.
El genio sonrió con agrado, al parecer los años no jugaban con la memoria.
— Por cierto, gracias por acompañarme anoche a la fiesta July.
— No agradezcas, fue...entretenido— completó la chica, dándole jugo al bebé.
Aun así, a pesar de su sonrisa, no pudo dejar de recordar a la peli plateada y sus palabras... a pesar de eso había tenido una noche buena con su amante, llena de caricias y besos que le erizaron la piel, sin embargo existían los recuerdos, y estos no parecían querer darle tregua, las palabras de Annya fluían en su mente una y otra vez, no podía evitarlo, sabía que solo se estaba dañando, pero al mirar la imagen de Alex, quien hablaba con su hijo, no pudo dejar de pensar en si ella realmente era necesaria en esa casa, deseaba serlo, más que nada, no obstante... la duda, la maldita duda incrustada en su alma, no desaparecía tan sencillamente. Suspiró hondo, mirando con desgano su desayuno.