Sueños

Capítulo 40. Decisión

 

Tres semanas desde que todo se había revelado, quince días, desde que su vida no había vuelto a ser la de antes, obtener una promesa de la prensa, era como pedir un deseo a una estrella fugaz y esperar que se cumpliera, durante esos días, el acoso, las preguntas y el revuelo que las declaraciones que Alex Killian habían causado, no podían simplemente detenerse, no había medio de comunicación o boca que no hablara sobre lo acontecido, todo era un caos incomparable y que estaba llegando a fastidiar seriamente a los implicados.

— Y ahí va otro pedazo de mi bilis— expresó Killian al lanzar lejos de él, el diario matutino.

— Ya, no hagas caso— sugirió la chica sentada a su lado, quien también cerraba con cierto fastidio una revista.

De un momento a otro su popularidad había crecido y de ser prácticamente una mota de polvo en el aire, se había convertido de pronto en la nueva celebridad, todas las revistas hablaban de ella, que si utilizaba Chanel o Prada, que si prefería el azul o el verde, que si su cabello largo representaba el último grito de la moda, que si le agradaba más tomar café negro o con azúcar, investigaciones absurdas, que solo le daban dolor de cabeza. En un principio todo había resultado hasta gracioso, ella, en revistas, como toda una novedad, sin embargo, el tiempo había terminado por abrumarla y lo único que deseaba era su vida común de siempre, aunque al parecer, era imposible.

— ¿Sabes? — inquirió el ojiazul tras abrazar a su compañera —, no sé si mis finanzas han subido porque he estado haciendo un excelente trabajo, o por el morbo de la situación.

July rió, besando la mejilla de su amado.

— No seas bobo— tranquilizó—, por supuesto que es por tú trabajo, eres un genio, ¿lo olvidas?

— No… de hecho, es satisfactorio que me lo recuerdes de vez en cuando— asintió orgulloso, robándole un beso profundo a aquella quien se lo permitió sin más.

La brisa era fresca esa mañana y por primera vez en muchos años, aquel jardín había sido utilizado, sin importar el constante acoso y la poca libertad que antes tuvieran ya no los acompañara, procuraban obsequiarse momentos como ese, dónde una atmósfera creada con amor los envolvía, haciéndoles olvidar todo lo que sucedía a su alrededor, momentos más felices jamás habían tenido, ni siquiera cuando los tiempos de la universidad se veían tan lejanos y tan bellos, ambos simplemente habían dejado fluir sus sentimientos para jamás ocultarlos de nuevo, se amaban enteramente, y eso era lo único que importaba. Alex mordió un poco el labio de su amante, escuchando con cierto regocijo el quejido de la rubia.

— No sé qué satisfacción mal sana encuentras en morderme— recriminó la de ojos melados, dando golpecitos en el brazo de su compañero.

— Una que ya te he dicho en la cama también.

La chica rió con nerviosismo, de un tiempo a la fecha, Killian se portaba inusualmente cariñoso y posesivo, tal vez tanta noticia abrumadora por fin le había dañado el cerebro.

— ¿Sabes algo? — externó el hombre, permitiendo que su mano reposara sobre la de su pareja.

— Dime.

— Creo que te amo más que antes— externó, besando la frente provista de cabellos rubios.

— Eso no puede ser— debatió la otra.

— ¿Por qué no?

— Porque es imposible que puedas amarme más que antes.

— No pongas en duda mi afecto, o me enfadaré.

July negó tras sentarse en el regazo de su amante.

— No lo digo por eso, sino porque veo imposible que me ames así, cuando yo desde siempre he sobrepasado los límites del amor contigo.

Alex no se esperaba eso.

— Desde que te declaraste, tengo deseos de decirte esto— anunció, sintiendo las manos del castaño acariciar su espalda—. Tú me enseñaste a amar y a ser amada, me diste un afecto que creí nunca merecer y me dejaste descubrir tantas cosas que no conocía…

El millonario sonrió, permitiéndole a su pareja terminar de expresarse.

—… y por un momento pensé, que nuestros caminos jamás volverían a unirse, me maldije por débil y por no gritarte que te amaba y que no te deseaba lejos de mí ni un solo momento.

— ¿Por qué no lo hiciste? — quiso saber el ojiazul, siguiendo con sus caricias.

— Por culpa, y por idiota.... por creer que ya no me amabas, por pensar que yo no podría ser digna de...

— Realmente fuiste una torpe— interrumpió el otro tras hacerle elevar la mirada —, ¿es que acaso jamás notaste el cómo te miraba, el cómo te provocaba o cómo me contenía para no saltarte encima y retenerte a mi lado?

— Entonces tú también fuiste un idiota— repeló, acariciando el cabello castaño —, porque tú tampoco notaste que me derretía de amor por ti y que solo aguardaba tus provocaciones, para meterme la enferma idea de saber que era la única manera en que podía permanecer a tú lado un poco más; te amo y lo haré siempre.

Killian no hizo hincapié en aquella promesa hecha una noche desastrosa del pasado, no le vio caso insistir en lo que habían hecho, solo para darles gusto a sus hermanos, por mucho tiempo se preguntó si habían hecho lo correcto, pero al mirar las orbes meladas de su amante y saber lo completamente entregada que estaba a él en cuerpo y alma, no le quedaba más que olvidarlo y vivir el presente, y ese futuro que les esperaba en adelante. Volvió a besarle, no comprendiendo el cómo había podido sobrevivir sin ella y lo más importante, el cómo había tardado tanto en rebelarle que aún la amaba y que no deseaba volver a perderla. El miedo había hecho mella en los dos, oprimiendo sus corazones y sentimientos por creerlos incorrectos u olvidados, la mente humana había ganado a la intuición del corazón, logrando separarlos mucho más que el contacto físico, ninguno de los dos había actuado adecuadamente, pero al menos les quedaba la experiencia y el fuerte golpe de no repetir el error, tenerse era lo que contaba y amarse lo que restaba saber.




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