Capítulo 1: “Hundimiento de un mundo”
El verano suele traer consigo fuertes aventuras, pero este iba a ser un comienzo que acorralaría a un joven que ahora mismo se estaba preparando para su nuevo día en el instituto. Había llegado el momento de vivir la pesada jornada que le deparaba, aunque contrario a lo que deseaba, antes de salir con su mochila sobre su hombro, se percató de que se olvidaba su computadora encendida, así que eso lo obligó a regresar a su cuarto para apagar ésta.
―Qué raro… pensé que había cerrado todos los programas, pero mi casilla de correo está abierta —revisó su reloj calculando el tiempo, y poco después, tuvo la paciencia necesaria como para abrir un email de su bandeja de entrada que no había visto. Antes de adentrarse en el interior del mensaje, se exaltó un poco, el porqué de esto era simple. Todos los espacios de conocimiento básico estaban en blanco, no obstante, había algo peor que eso, y aún más misterioso: el contenido del correo.
“Te estaré esperando entre las nubes esponjosas de aquella fuente blanquecina, la que destella con radiante fervor cada día. Llega después de tus clases del medio día, el tiempo camina, y todo termina.”
Él joven se quedó mirando la pequeña poesía con asombro, y con los ojos tan igualmente redondos como un planeta. Parpadeó tantas veces como pudo regresando así a la realidad, y entonces decidió por fin apagar el ordenador, dando por hecho de que sólo se trataba de una mala broma. Para cuando se dio cuenta de la hora, era muy tarde, por lo que tuvo que irse sin probar bocado de su almuerzo, el cual, él mismo había preparado.
Centrándonos ahora en su salida, su carrera no fue ni muy llevadera, ni pasajera, y tan sólo colocó el esmero que necesitaba en sus piernas para llegar a su anhelado objetivo. Al retirarse de su hogar fue directamente hacia su institución escolar, y una vez dentro, pasó a través de los angostos pasillos, dándole poca importancia a los reclamos de algunos profesores que lo regañaban por tomar semejante imprudencia, más sólo les dedicaba unas ligeras disculpas al aire. Finalmente, sin pestañar un segundo, abrió la puerta de su aula atravesando aquel portal, llegando por fin a su destino, aunque era uno no muy deseado por él mismo. Apenas ingresó al salón de clases, algunos de los que estaban ahí tomaron la iniciativa de ignorarlo, más otros la osadía de burlarlo.
―¡Justo a tiempo!, ¿eh Abel? ―le felicitó uno de sus conocidos con un ligero tono de ironía por su llegada a salvo al primer bloque de actividades.
―Sí, por poco y tengo que quedarme después de clases con el profesor ―se acomodó en su asiento habitual dejando su mochila en el respaldar de la silla; nadie se aproximaba a saludarle, ya que todos eran simples compañeros de clase.
Abel no tenía amigos o parientes cercanos, después de todo, desde un principio fue obligado a estar solo. Contó por un tiempo con una familia adoptiva, la cual le dio su nombre actual, y como dato extra, no estaba muy a gusto con el significado de este mismo, pues su vida siempre fue difícil.
A los 15 años de edad tuvo que independizarse súbitamente, ya que los que se hacían cargo de él habían sufrido un grave accidente en el cual todos fallecieron quedando nuevamente huérfano. Sin embargo, sus padrastros le habían dejado lo suficiente como para lograr que él avanzara, de ahí que gracias a sus grandes conocimientos y demás capacidades, llegó a donde él está ahora.
A pesar de sus logros, su vida social era un completo desastre, no simpatizaba con nadie y casi siempre por su llamativo cabello rubio, pero también, algo ondulado, era víctima de burlas por parte de sus compañeros. No era alguien horrible de apariencia, sólo era envidiado por parte de los varones de su clase por el simple hecho de ser popular con las mujeres, aun así, solía rechazar a todas las chicas sin ningún motivo aparente, por lo que se excusaba con un “No estoy preparado para el amor”.
Aun con el peso que existía sobre sus hombros, no dejó caer su mirada, y decidió demostrarles a los demás que podía avanzar, y de algún modo, encontrar su felicidad en el momento menos esperado.
Las campanas sonaron, y el comienzo de una nueva jornada empezó.
―¡Atención alumnos! ―entró el profesor interrumpiendo la conversación aparente de ambos chicos―. Abel, deja de dirigirle la palabra a Andy, sólo se está burlando de ti —según parecía, el maestro había escuchado la corta conversación, pero ignorando el comentario de Abel.
―Sí señor ―respondió tranquilamente desviando su vista hacia la ventana. “Otro día aburrido”; esa frase que pasó por su mente, ya había atravesado su sien reiteradas veces, por lo cual, se encontraba desgastada.
La clase había avanzado hasta la mitad de la hora, y de repente sintió que su celular vibraba dentro de su pantalón, lo cual le extrañó un poco, ya que no era de recibir mensajes o llamadas. Llegó a pensar (o más bien, percibió) que era algo importante lo que había en su contenido. Aprovechando que su maestro estaba distraído, tomó su móvil y lo revisó. Efectivamente, era un mensaje, pero éste tenía un halo familiar, especialmente porque no tenía número de remitente. Algo nervioso comenzó a sacar sus propias conclusiones llegando a la idea de que podría ser la misma persona que le escribió con anterioridad a su email. Así que, sin más remedio, prosiguió a abrirlo, notando que su contenido era diferente al de la última vez, aunque se experimentaba la misma intencionalidad.
“No hay tiempo para las dudas, sólo es esta la verdad. Por favor, no pienses, no marches hacia atrás; soy real.”
Abel no podía entender bien lo que querría decir, no obstante, estaba decidido a averiguarlo, es por eso que se levantó de su asiento tomando de una sola vez su mochila.