Sueños bajo el agua

Capítulo 6: "¿Los sacrificios empezaron?"

En las próximas horas que se considerarían como el amanecer de un nuevo día, Abel fue despertado por una voz familiar. Al principio le costaba bastante reconocer lo que estaba oyendo, por lo que pensó que era primeramente vital concentrarse en despertarse, así que, poco a poco fue levantándose del suelo. Su entumecido cuerpo y adoloridos músculos lo hicieron despabilarse, y allí fue cuando reconoció aquello que creyó que eran murmullos. Ese tono, pertenecía a la persona que lo había aterrado el día anterior. Atrapado por esa revelación, abrió los ojos sobre exaltado y se terminó de levantar del suelo con brusquedad; no, no quería verla de nuevo; ¡no quería salir del único lugar que tal vez lo mantendría a salvo! Sin embargo, él sabía que en algún momento tendría que hacerlo, es decir, debería abandonar su cuarto.

—¡Abel! ¡Abel! ¡Ya está listo el desayuno! Talía nos ha hecho el favor de prepararlo —las palabras de Misa resonaban de forma ahogada al ser abrazadas por la misma estructura, y el rubio que no se animó a responder al instante, se limitó a apretar sus puños para luego tragar un poco de saliva. Por un rato los inundó el silencio, no obstante, tomó algo de valor para decir algo, pero apenas separó los labios, Misa contestó.

—¿Acaso esperas que derribe la puerta?, sabes que no puedo hacerlo, pero… sería interesante intentarlo, después de todo… este cuerpo no es muy resistente, y debido a ello podría romperse si lo maltrato mucho, así que… ¿por qué no sales de una vez? ¿Sí? —repitió varias veces ese “sí” rápidamente con un tono escalofriante antes de soltar una risotada que estremecería a nuestro protagonista hasta los huesos.

Esta vez, Abel no supo que responder, pues su cerebro estaba procesando lo que ella había dicho, ¿o era un él? ¿Quién era? ¿Cómo podría saberlo? ¿Debería preguntar directamente? Esas eran todas las incógnitas que se le pasaban por la mente al chico. Tan joven… ¿qué había hecho para merecer semejante tortura?, a pesar de eso, recobró la compostura saliendo de su estado, para luego decidir que era mejor no responder, ya que, para él, mantenerse en silencio era por ahora la mejor opción.

—Ya veo… así que no saldrás. Bien, entonces regresaré con los chicos. ¡Ah!, se me olvidaba, no le digas a nadie sobre mí, si no… puede que Misa en verdad sufra —sus últimas palabras sostuvieron un tono juguetón, y luego se marchó riendo. Sus zapatos resonaron en la plataforma metálica a medida que se alejaba, y el eco de su risa se fue apagando al igual el ruido que producían sus tacones.  

Una vez que todo quedó silencioso, fue libre de respirar de nuevo. Soltó entonces un largo suspiro, que le permitió recobrar el alma que se le había salido por la boca, y con ello también fue perdiendo aquella sensación de tener un nudo en la garganta, a continuación, aflojó sus puños, y se sentó en la cama pensando lo sucedido. Si era verdad lo que esa cosa había dicho, entonces no podría decirles una palabra a sus compañeros, y debería hacer todo por su cuenta, así que ahora estaba solo con ese tan amargo secreto que le habían obligado a ocultar.

Al saber que sus opciones eran nulas, y, que esconderse quizás sólo empeoraría las cosas, el joven se levantó, y aprovechó a darse una ducha para relajar su estresado cuerpo, al finalizar, se puso ropa limpia, y se preparó mentalmente como si fuera a enfrentar a los leones; no tardó mucho, por lo que se retiró de su camarote apenas se alistó.

Llegó después de recorrer una cierta cantidad de pasillos al comedor. Extrañamente, todos se veían felices, incluyendo Talía, quien había experimentado el toque de la muerte. Todo aquello era irreal, pero allí estaban, como si nada hubiera pasado.

—¿Qué estás esperando Abel? ¡Ven a sentarte con nosotros! No te quedes parado como si estuvieras esperando que algo sobrenatural pasara —dijo entre risas Yamil, quien, al parecer, estaba feliz, y lo más probable era que su razón fuera el regreso de su hermana, acompañado del detalle de que todos sus compañeros estaban bien. Sin embargo, él se decepcionaría al saber que esa cosa (aquello que estaba parado a su lado), no era parte de su familia, sino que otro tipo de ser completamente desconocido para el rubio como para los demás.

—Sí, Abel, date prisa, o el desayuno se enfriará —Misa se volteó hacia el recién llegado, con una sonrisa que parecía no ser fingida, mientras tanto, sostenía una jarra entre sus manos con un contenido parecido al jugo de limón. ¿A quién se creía que engañaba?, por lo menos, no a él, pero si se ponía a pensarlo, ¿qué ganaba con exponerse de esa manera? Esta situación era todo un misterio.

Abel frunció el ceño bajando ligeramente la cabeza, para luego recordar que debía guardar las apariencias, así que, simplemente se relajó de nuevo. Era más difícil de lo que él esperaba, es decir, guardar un secreto. Sin embargo, a fin de cuentas, se acercó a ellos sonriendo y se dirigió a los presentes como si fuera un día cualquiera.

—Veo que están todos felices. Y es bueno que estés bien Talía. ¿Cómo te sientes?

—¡Me siento como nueva! ¡Muchas gracias!

—Me alegra oír eso.

—Mientras no estabas, Seitán apareció para dar un pequeño mensaje —interrumpió su charla Alan.

—¿A sí? ¿Por qué no me llamaron? —preguntó Abel.

—De hecho… yo lo hice, pero estabas tan dormido que creo que no me escuchaste, así que decidimos mejor dejarte dormir, luego te diríamos qué era lo que ella había comunicado —avisó el pelinegro.

—Entiendo. ¿Y bien?

—Seitán se mostró contenta con la recuperación de Talía, aunque también nos recordó que ella no podría ir a ninguna otra misión nuevamente con nosotros. En su lugar, irá Misa o Yamil.

—Espera… ¿qué has dicho?

—Dije que Misa o Yamil serán los que van a acompañarnos en las misiones.

—Yo prefiero quedarme aquí, ya que creo que Misa está más segura con ustedes, además, después de que Abel salvó a Talía, creo que puedo confiarte a mi hermana —aseguró el pelirrojo en lo que guiñaba un ojo a sus compañeros.




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