El ambiente se había transformado en el más puro infierno, e iba aumentando gracias a ese derroche de poder que soltaba aquella mujer, por lo tanto, la biblioteca se convertía en un nido de cenizas, y pronto ellos también formarían parte de él.
—¡Quemarás la biblioteca y a nosotros junto con ella! —le advirtió Kadmiel llevándose su puño a la boca para toser por la inmensa cantidad de humo, y aunque intentaba hacer entrar en razón una vez más a su contrincante, ésta se mostraba incorruptible.
Era de entender que la situación se les había escapado completamente de las manos, no obstante, antes de arrepentirse de su proceder, escucharon un fuerte golpe que interrumpió la concentración de la reina, e hizo que volteara a ver qué pasaba junto a ese atractivo muchacho. Justo en la dirección de donde estaba Lena (quizás a unos pocos metros), el samurái observó un hueco que había aparecido en la pared, y al haber sido creado recientemente, éste echaba un poco de humo polvoriento.
Tanto la mujer como aquel pelinegro, se preguntaban el origen de semejante agujero, sin embargo, el dueño de aquellos ojos dorados, se deslindó antes de su curiosidad, ya que se le pasó enseguida por la mente, la idea de llevarse a Lena atravesando la pared. Sin querer meditarlo más, actuó rápido, y entonces bajó de la estantería para ir en busca de su compañera.
—¡Oye! —le reclamó aquella depravada, la cual se inclinó un poco al ver que ese muchacho se le escapaba.
Sin responder una vez más, él logró atrapar a Lena entre sus brazos, para luego, salir corriendo a una buena velocidad. Poco después, instintivamente esquivó la espada de viento que fue arrojada contra su persona, dejando que, de esta manera, la misma se clavara en el suelo, en donde la dichosa, desparramaría ondas de viento a su alrededor.
—¡Maldita sea! —se quejó la dueña de ese sitio al fallar.
Justo después de esa queja, Kadmiel logró atravesar la grieta, llevándose así hacia afuera del castillo a su compañera, y claro que no paró hasta alejarse lo más que pudo de ese endemoniado sitio.
Una vez estuvo lo suficientemente lejos, éste cayó de rodillas agotado, y agradecido de la suerte que les había tocado, pues a pesar de que no sabía el reciente origen de ese hueco, les sirvió para escapar de ahí.
—Me alegra que estén bien —dijo una figura distorsionada que salió prácticamente de la nada.
Instintivamente, el protector de Lena levantó la cabeza, y observó a la extraña figura. Este nuevo personaje que parecía salido de la televisión, tenía los rasgos difuminados, y barras de colores que se movían frenéticamente sobre su cuerpo como si hubiera algún tipo de interferencia.
—¿Quién eres tú? ¿Eres el que nos ayudó ahí detrás? —señaló Kadmiel recostando a Lena en el suelo para más tarde ponerse de pie.
—Podría decirse —comunicó este ser, que brindaba unas respuestas, que no aliviaban del todo al muchacho—. Sólo estoy de paso, así como ustedes —y apenas ese tipo expresó esa idea, éste movió su mano desdibujada delante del morocho e inmediatamente después, todo se tornó blanco.
De un momento a otro, Lena despertó con brusquedad sobre su cama, y se sentó sobre ésta completamente agitada con los ojos desorbitados. Su respiración era también irregular, pero la mano ajena de su amigo, la cual se posó sobre su brazo, le brindó tranquilidad a pesar de que no sentía nada al tacto.
—Kadmiel —lo llamó suavemente girando levemente su cabeza hacia él.
—¿Te encuentras bien? El golpe que recibiste en el otro plano fue bastante duro —le comunicó él retirando su palma.
—Estoy bien… —ella se llevó una mano sobre su cabeza como si algo le molestase—. Aunque siento resentida esta parte —notificó.
—¿Crees que sea mejor comunicarlo a los demás o lo mantenemos en secreto? —comentó.
—No, vamos a informarle a los chicos, pero antes déjame bañarme —le avisó a su otra mitad, quien asintió, y se dio la media vuelta como siempre, para permitirle así a su allegada hacer el resto de sus actividades. Minutos más tarde, cuando apenas Lena se puso cómoda, empezó a chatear con los miembros del grupo.
—Antes que nada, muy buenos días a todos. Hoy tengo algo importante que decirles.
—Buenos días. ¿Qué cosa tienes para decirnos Lena? —preguntó Abel.
—Es sobre el tema del otro plano. Como hemos estado tardando tanto en ir, decidí abordar el asunto con Kadmiel ayer —comentó.
—¿Qué? ¿Fuiste sola al otro plano con él? ¿Pero acaso no debemos ir solamente los días de lluvia? —preguntó Alan, quien pasó de saludar.
—Parece que alguien hizo oídos sordos cuando lo expliqué en la juntada —manifestó Uriel.
—No es que haya hecho oídos sordos, simplemente quise comprobar si en verdad no podíamos adelantar las cosas, aunque di con otra en lugar de la rosa gigante —sin embargo, antes de que ella contestara algo más, Alan se le adelantó.
—Aun si hubieras encontrado la planta que habíamos creado con Abel, quizás te hubieras encontrado con seres que te hubieran podido matar. ¿No tuviste en cuenta que fue una maniobra realmente imprudente? —ante tantos reproches, Lena apretó la mandíbula y empezó a escribir eufórica un texto en el cual expresaba todos sus sentimientos de un solo tirón.
—¡Ya basta! Sólo me basé en lo que me contaron tú y Abel, así que no me arrepiento de nada. Por ahora puedo decir que es verdad que no di con el tallo, pero al menos sé que ir cualquier día podría provocar encuentros indeseables. Lo que me sorprendió fue que a la primera ya me quisieran matar —avisó—. Aunque también me encontré con un chico muy raro el cual nos ayudó; él se veía… no sé exactamente cómo describirlo, pero era como salido de un televisor, ya que su cuerpo estaba cubierto de rayas de colores y éstas impedían que se viera a la perfección su rostro, así que no sé quién es, aun así, le dijo a Kadmiel que nos ayudó.
—Ya veo… Bueno, al menos sabemos que es real que no se puede ir al otro plano así sin más —dio por hecho Abel, quien era el que más tranquilo se veía.